Joel Hernández Santiago
Parece cosa menor, pero no lo es. Ya se ve el menosprecio con el que políticos de toda índole tratan a una de las expresiones que le dan sentido y cohesión histórica a un país y a sus hombres y mujeres; a cada uno de ellos: presente y futuro; que le da personalidad a su tiempo y que los resume: es el arte y la cultura; es atributo humano, o mejor: lo mejor del ser humano…
Expresiones de nuestra cultura son nuestro orgullo y la presunción de que somos herederos de seres humanos inteligentes, creativos, imaginativos y que al dar personalidad a su vida colectiva trascienden a su tiempo, otorgando sello propio a su época.
Los mexicanos presumimos de nuestro origen prehispánico y a la menor provocación incorporamos a nuestro lenguaje heroico a los vestigios del arte heredado antes de la llegada de los españoles, ya Bonampak, ya Palenque, ya Monte Albán o Mitla, ya Teotihuacán… y mucho más: La arquitectura precolombina se admira y se presume, como los frescos, como la orfebrería, la joyería y la palabra:
Nezahualcóyotl es un ejemplo. “Sólo con nuestras flores nos alegramos. Sólo con nuestros cantos perece vuestra tristeza. Oh señores, con esto, vuestro disgusto de disipa. Las inventa el dador de la vida, las ha hecho descender el inventor de sí mismo, flores placenteras, con ellas vuestro disgusto se disipa.”
Y también recuperamos las formas de vida, las costumbres, la forma de entenderse en el tiempo y en el espacio para ser únicos.
Y de ahí en adelante el arte y la cultura mexicana cruzó trescientos años de colonia; luego la independencia y un siglo XIX prodigioso en avatares pero también en expresiones sublimes, como el siglo XX y su arte y cultura grandiosas en la arquitectura, la escultura, la pintura, la música, la literatura, la danza, el cine, el teatro y las expresiones populares diversas y distintas y en la forma de ser.
Todas ellas y la expresión vital de formas y motivos de vida que han sufrido avatares, subieron cuestas y bajaron pendientes, hubo auge como menosprecio, para no ser memoria y olvido.
Y, bueno, todo esto viene al caso porque por estos días surgió un gran debate público en redes sociales como en medios distintos de información y análisis.
Se supo que la Junta de Coordinación Política (Jucopo) que preside Morena en la LXIV Legislatura de la Cámara de Diputados hizo la repartición de comisiones de trabajo: Redujeron de 56 a 45 las Comisiones; de estas 22 se asignó a Morena, al PAN 7 y al PRI 4… y otras menores a otros menores.
El eje central de esto es que la Comisión de Cultura fue asignada al Partido Encuentro Social (PES); ni más ni menos que el ejemplo más acabado del reaccionarismo, del retroceso y de que la estática humana permanecerá en sí misma por los siglos de los siglos.
… Desde el Congreso mexicano, la ultraderecha habría de coordinar la legislatura en materia de cultura desde el Congreso mexicano. El aliado de Morena en el proceso electoral tendría para sí la decisión de lo que habrá de ser eso, la cultura y todo lo que aquí se ha dicho.
El debate en redes y en medios expresaba el descontento casi generalizado para que se retirara esta Comisión de Cultura y Salud a PES, por lo mismo, por el peligro que entraña la confrontación y la detención de las expresiones artísticas como las formas de vida en colectivo y que nos personalizan para el futuro. Esto es: un partido que repudia avances sociales y de desarrollo humano detrás de una vela perpetua y para los que las libertades son excesos y para los que la creación y la forma de vida individual debe regirse por sus reglas de pudor y decencia mal entendidas por ellos mismos.
En fin. Que al final la Jucopo tuvo que recular y quitarle esta Comisión de Cultura a PES para quedarse en Morena y para que la presida… bueno… ni más ni menos que Sergio Meyer, un actor y bailarín, y la de Salud Miroslava Sánchez.
¿Qué es esto? Una muestra más de ese menosprecio político por la cultura porque la cultura parece ser su enemiga, en virtud de que muchos de los legisladores que hoy se ostentan como representantes sociales son una muestra acabada de la incultura, la ignorancia, la vaciedad y la arrogancia envuelta en el libro vaquero…
La mala interpretación de lo que es la cultura para el mundo, para el país mexicano y para cada uno de quienes aquí nacimos y quienes aquí vivimos es evidente siempre. Cultura va al final y en la cocina, se dice. Pero la ignorancia y lo primitivo y sin cepillar de políticos es asimismo muestra extrema de desprecio a sí mismos, porque evidencian sus propios miedos íntimos…
Hace algunos años, un reciente ‘electo’ gobernador Rigoberto Ochoa Zaragoza, había tomado posesión y dio a conocer a su gabinete principalísimo. A la pregunta de algunos reporteros de por qué no había designado al secretario de Cultura de su entidad habría dicho: “¡Ah, sí, me faltó… pero ya encontraré a un ‘putito’ por ahí!”…
Pues eso, que las cosas son así, esta es la política mexicana que no entiende de trascendencias y sí del hoy mismo, aquí y ahora: para mí. Esa es su seña de identidad, por desgracia.
jhsantiago@prodigy.net.mx