Claudia Rodríguez
Sea cual sea el resultado de la investigación del homicidio doloso de mi amigo querido Pablo Francisco Marentes Martínez; el hecho es que la violencia nos lo arrebató.
Justo ayer en estas líneas, se databan cifras y enunciados sobre las distintas violencias que se viven en mi país, y que nos obligan antes de cuidarnos, poner cercas, dejar de caminar en las calles y disfrutar de la vía pública “a deshoras”: a tener miedo.
Pablo, mi querido amigo, amado por su familia y todos quienes tuvimos la dicha de conocerlo, de tratarlo, de trabajar y reír con él; era una verdadera luz en el camino que duele mucho saber que se apagó y decirle adiós.
Pablo fue un gran comunicólogo, un gran analista de las múltiples crisis nacionales que plasmaba gustoso a través del teclado de su computadora que realmente repicaba –decenas de veces se lo dije– para escribir en un tiempo de vida, su columna Políticamente Incorrecto.
Justo así era Pablo: políticamente incorrecto, acucioso, irreverente, sarcástico y entre esas líneas, inteligente y un gran analista de la realidad.
Muchos lo extrañábamos ya en el día a día, cuando decidió dedicarse a la música y su grupo de rock que ya le prepara sentido homenaje.
Cómo no estar triste por la partida de este plano de nuestro querido Pablo, amado por muchos; sin embargo creo firmemente que de poder hacerlo, él sería el primero en decirnos que hay que seguir, que a las cosas serias –como su partida— hay que aderezarlas con alegría.
Sé que muchos lo vamos a lograr. Al menos yo, no tengo ningún recuerdo negativo de Pablo. Su luz deberá salvar nuestro dolor infinito por su partida.
Adiós Pablo.
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