MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Héctor Melesio Cuén Ojeda, fue rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. En unos días más cumplirá 63 años y es una figura política respetada y reconocida en esa entidad, de cuyo municipio Badiraguato, es originario.
De profesión químico farmacéutico biólogo, ha hecho lo que se denomina trabajo a pie tierra, con los grupos sociales desprotegidos pero sin descuidar al resto de los estratos que también requieren atención, sin adjetivos ni ofertas temerarias, vaya, sin ofrecer el maná aunque mucho de fe y esperanza tienen estas tareas que se despojan de la demagogia y el populismo.
Y es que, eso de la caridad, más allá de asumirse como parte de las virtudes teologales, se ha considerado como lo que, en política y en la creencia terrenal se tiene de la dádiva, la aportación del recurso prometido, la oferta de campaña que corresponde otorgar al ungido, el gobernante que, mediante diferentes figuras, paga el voto aportado a su causa.
Pero, mire usted, traigo a colación el nombre del maestro Héctor Melesio Cuén Ojeda justo en este proceso en el que Andrés Manuel López Obrador está en vísperas de cumplir su sueño dorado, el sueño de vida, de convertirse en Presidente de México, a partir de una carrera que su más reciente biógrafo, Ignacio Ovalle Fernández, pretendió sustentar como una especie de apostolado, de un personaje que vivía en una casa de piso de tierra con la cuna humilde en la que dormía el primogénito.
Sin duda, al licenciado López debe reconocérsele la necedad por conseguir un objetivo de poder, de poder, porque en eso de la ilustración como que no se le dio, tanto que difícilmente logra pronunciar una palabra en inglés y mucho menos en francés, que cualquier estudiante de aquellos días de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la que fue alumno, podía pronunciar obligado por las lecturas básicas. En fin.
Pero, hay otros liderazgos a los que se combate con todo el peso de la misma oposición de dizque izquierda o el aparato del gobierno constituido, como ha sido el caso de Cuén Ojeda, que en menos de seis años ha construido un partido –el Partido Sinaloense– del que, en coalición con Movimiento Ciudadano, fue candidato al gobierno de Sinaloa, periplo en el que dejó en tercer sitio al PAN y en cuarto al PRD.
Fue diputado local y, justo cuando buscó la gubernatura, en el PAN pretendieron sorprenderlo con el canto de las sirenas y, mediante un acuerdo al que lo convocaron firmar, quisieron sacarlo de la contienda.
Sí, en Sinaloa ganó Quirino Ordaz Coppel, candidato de la coalición PRI-PVEM-Nueva Alianza, pero estuvo a un tris de perder los comicios en el año 2006 frente a Héctor Melesio Cuén Ojeda, quien se presentó a la contienda federal en busca de ser senador. Perdió y asume la derrota con la tranquilidad que da el tener arraigo en su tierra; asume que perdió frente al fenómeno Andrés Manuel López Obrador, pero está cierto de que en la elección intermedia de 2021 podrá ganar una posición como diputado federal.
¿Por qué esa certidumbre de que puede ganar un espacio en el Congreso de la Unión? Porque es uno de esos raros liderazgos que no han sucumbido, decía, al canto de las sirenas ni se consideran iluminados. Ha hecho trabajo en su tierra; incluso tiene un natural liderazgo con los partidos locales y éstas organizaciones sociales que hay en el país y se niegan a vincularse a los partidos de siempre o, incluso, al Movimiento Regeneración Nacional que, dice López Obrador, debe mantenerse como tal porque es del pueblo y para el pueblo. ¿De veras?
Bueno, resulta que ésta mayoría de Morena en el Congreso de la Unión tiene frente a sí una prueba de congruencia, del dicho al hecho. Porque ese liderazgo de López Obrador, acompañado con sus apóstoles en la pretendida cristalización de sueños personales y de grupo, de tribu, y de caminar con esas virtudes teologales pero muy terrenales, de pronto asume cierta amnesia selectiva y, por ejemplo, olvidó la oferta, vendida como esperanza para millones de mexicanos, de acabar con los gasolinazos.
Y lo mismo tendrá que responder con la largueza ofrecida, en esa caridad vestida de apoyo a los ninis, a los que ahora quiere integrar como esa suma de 50 mil nuevos miembros del ejército mexicano, y pagarles de quién sabe qué bolsa presupuestal como también cumplirle a los que menos tienen y a los adultos mayores.
El caso es que, el maestro Héctor Melesio Cuén Ojeda, en su carácter de dirigente del Partido Sinaloense, reunió más de 200 mil firmas para cada paquete del que ha solicitado atención y aprobación del Senado y de la Cámara de Diputados, respecto de tres iniciativas ciudadanas que formaron parte de la oferta de campaña de Andrés Manuel, a saber:
–Reducción de los precios de las gasolinas y el gas doméstico, merced a la desaparición o reducción sustancial del IEPS, el Impuesto Especial a Productos y Servicios, que es el que encarece a los combustibles.
–Desaparecer el Horario de Verano para el estado de Sinaloa y reducir en más de 50 por ciento el financiamiento a los partidos políticos en el nivel nacional y desaparecérselo en lo estatal, que en buen cristiano implica que sólo se otorguen recursos a los locales para que estén en condiciones de competir en igualdad de condiciones.
¿Atenderán diputados y senadores a estas iniciativas? Cuén Ojeda dice que tiene confianza en este nuevo Congreso con mayoría de Morena. ¿Gobernará Andrés Manuel y su equipo con el pueblo y para el pueblo? Esta, la del paquete de tres iniciativas ciudadanas llegadas desde Sinaloa, es una prueba. Conste.
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