Claudia Rodríguez
Quienes piensen que las obras de infraestructura edificadas por las Administraciones en todos los niveles de Gobierno tienen como objetivo primordial ser un buen negocio para los mismos administradores y los inversionistas en turno; ya cayeron en la trampa de que vivir fuera del presupuesto, es vivir en el error.
Toda obra de infraestructura en cualquier rincón del país, y habilitada con inversión pública o privada, debe tener como función principal, el favorecer a las comunidades en costo-beneficio y no sólo convertirse en una caja de ganancias para apenas unos cuantos. Obras con estas características, se pueden listar en miles.
El Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) apenas en su edificación, por cierto muy retrasada, se ha convertido en terreno de disputa política entre los que se van y los que arribarán el primero de diciembre, al Ejecutivo Federal. Es la óptica en el uso del dinero público –y hasta el propio de miles de trabajadores— lo que igual subyace entre seguir o no con el aeropuerto de costo exorbitante sobre el lago de Texcoco, o bien, migrar a otras opciones.
Más allá de la necesidad técnica y económica, la seguridad es un rubro a considerar en cualquier nuevo aeropuerto en nuestro país, pero internarnos en una obra fuera de proporción con la economía nacional, es una verdadera afrenta.
Al final, los mexicanos necesitamos más y mejores hospitales equipados, escuelas y universidades que proporcionen educación de calidad, empleos bien remunerados y con una oferta extensa, y si nos ponemos exigentes: vías de comunicación funcionales, oferta de transporte público y ordenado, parques y mucho más, antes de una obra que ha exigido desviar millones de recursos públicos.
La premisa es sencilla: no deberíamos gastar más de lo que tenemos y mucho menos en algo que a todas luces y en proporción a los más de 65 millones de pobres en el país, parece suntuario, y no porque la gran mayoría de ellos nunca en su vida se traslade por avión. No, sino porque urge paliar necesidades más elementales, antes de escalar a obras multimillonarias, que no derramen beneficios a la gran mayoría de los mexicanos.
El tema ecológico es otro rubro a considerar en torno al NAICM. Pero la depredación del terreno, no es algo que haya importado hasta ahora, a cualquiera de los Gobiernos en turno. Ponerlo como riesgo central, sería de una Administración de avanzada.
Yo, abiertamente digo no al NAICM en Texcoco, o cualquier otro que signifique un barril sin fondo de los dineros públicos.
Qué tal si invertimos en un crecimiento de la sociedad y no en un gran negocio para unos cuantos, por cierto, ya multimillonarios.
Acta Divina… El 14 de mayo, el presidente Enrique Peña Nieto, señaló que el NAICM: “se convertirá en icono nacional”.
Para advertir… Sí, icono nacional de la corrupción, el negocio y la prepotencia del Grupo Atlacomulco y anexas.
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