A Pedro Miguel
El Dr. Atl, abriendo los ojos a estudiantes como José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros en la academia de San Carlos, el periodista Silvestre Terrazas en Chihuahua con Villa, Luis Cabrera y Vasconcelos con Obregón, son solo algunos artistas, intelectuales y periodistas que preocupados por México decidieron rescatar a su país durante y después de la revolución mexicana.
Todo movimiento revolucionario (entendiendo revolucionario como cambio fundamental no como movimiento armado) comienza como una utopía, que muchas veces comienza a perder sus ideales al enfrentarse con la realidad; no siendo pocos los intelectuales, o fundadores, que abandonan el movimiento una vez confrontados con la diferencia entre disidencia y gobierno.
Los intelectuales son muchas veces la conciencia de un país, y en México tiene mucho tiempo que esa conciencia se hizo incómoda, y para evitarla se inventaron intelectuales a modo, de manera que a un puñado de estudiantes llamados “brillantes” se les dio la etiqueta de intelectuales, quienes se convirtieron en voceros y cómplices del gobierno en turno, pues su única labor y aporte era sentarse frente a una cámara de televisión y decirnos las “bondades” y futuros beneficios de los programas creados por cada gobierno, todo aquél intelectual que cuestionara o exhibiera las deficiencias del régimen, pasaba de ser ignorado, a desaparecido, cuando su presencia y voz era demasiado crítica.
En el movimiento encabezado por AMLO, llamado “la cuarta transformación” se juntan muchos de esos intelectuales incómodos, que como los de hace 100 años quieren aportar sus conocimientos para rescatar a su país del desastre en el que se encuentra.
Los críticos del proyecto de AMLO buscan dibujarlo como uno más de los gobiernos pasados que quedaron en solo promesas, sin informar que ahora, a diferencia de antes, en el proyecto trabajan no solo políticos de carrera, que de necesidades y conexión con la gente no saben nada; ahora hay todo un equipo de personajes visitando ciudades, aprovechando cualquier foro no solo para informar el proyecto de nación, sino escuchando de cerca las necesidades de cada región.
Ahí tienen a Pedro Miguel comentando que son conscientes de que no son “la corte celestial” y que se cometen, y cometerán errores, por los nombramientos que se hicieron y por lo joven que es el movimiento, pero que no por eso se encubrirá a quien lo cometa, una afirmación que difícilmente íbamos a escuchar en algún vocero o representante de los partidos políticos de siempre. Ahí lo tienen no solo hablando de temas como el aeropuerto, o la derogación de la reforma educativa, sino la importancia de que regrese una materia como civismo a las aulas.
Esfuerzo titánico el de estos personajes al caminar por todo el país, con la meta no solo de crear un instituto de formación política, sino para que el mensaje llegue directo, con la intención de abrir los ojos de la población, y llevándose a cambio, el dolor, la rabia, la impotencia que se vive en las distintas regiones de México, una especie de apostolado en el que llevan un mensaje de esperanza.
Imagino a Pedro Miguel a Rafael Barajas “el fisgón”, en la soledad de la habitación, al término de cada jornada, con la pesada carga de toda esa energía recibida, pues se han convertido en muro de los lamentos para muchos. Imagino los cigarros que tendrá que fumarse Taibo a lo largo del país y los libros que tendrá que cargar, después, el Fondo de Cultura Económica lo espera.
Enhorabuena por México que ha recuperado el interés de sus intelectuales y artistas; el arte, la cultura y la educación son junto con la ciencia los medios por los que comenzará la recuperación de este país.
Hoy como hace 100 años, los intelectuales salen a diseñar programas educativos, a colaborar en proyectos, a crear institutos, hoy como hace 100 años, México recupera su conciencia.
Jorge A. Barrientos