Ruben Cazalet
Ante la inmediatez del proceso electoral de medio término el próximo noviembre, donde todo indica que los demócratas lograran mayoría en la Casa de Representantes, además de, una recomposición más equilibrada en gubernaturas de varios estados, provoca al iracundo hombrecillo de cultura cero, a atacar con mayor irracionalidad a diestra y siniestra.
Los medios representan el más agraciado enemigo del inquilino en la Casa Blanca.
La prensa no es, ni ha sido la causa de tal discrepancia. Los medios electrónicos o escritos son la voz del balance, la disidencia. Tales notas y reflexiones necesariamente no se ajustan al lector o al televidente, o los seguidores de redes sociales. Lo plausible, es que invitan a mirar desde otros ángulos el mismo acontecimiento. Convocan a la meditación a crear una opinión solida de argumentos fundados. No tiene que ser paralela a la particular visión de los receptores, pero si atenúa, enriquece el conocimiento de los hechos.
Trump, achaca todos sus contratiempos a los medios. Claro, a aquellos, quienes no lo empoderan; CNN, NYT, WP, etc., estos lo critican con fundamento, o simplemente corren la nota del día. A los que lo etiquetan a favor, los encomia con vehemencia es sus correrías tuiteras, los abraza con sonrisa hipócrita, listo a revertir su posición de atreverse a contrariarlo.
No existe otro promotor del odio más que él, de la discriminación, del descarte a los derechos humanos, de la polarización social. A su plataforma electoral le endulza el oído, provocando ese siniestro choque ideológico. Esa estrategia le reditúa millones de votos a favor, sería impensable que el tramposo magnate, de ética dudosa en los negocios, la abandone.
La caravana de hondureños, más otros centroamericanos hacia la frontera de Estados Unidos por territorio mexicano, la ha capitalizado a favor, para azuzar a la radical y ferviente base republicana.
Sin fundamento, ni prueba alguna, acusa que vienen infiltrados terroristas.
En su lógica torcida, decidió enviar a cinco mil efectivos militares a la divisoria para contener a tres mil personas en busca de un futuro prometedor.
Dice que se trata de una invasión.
Invasión la del Imperio Japonés a Pearl Harbour en diciembre de 1941, en la isla de Oahu, donde se encontraba estacionada la Flota del Pacifico. Esa si fue una invasión flagrante, que casi termina la con los buques, portaviones, submarinos, aviones y cientos de vidas militares y civiles, no, a la que se refiere de tres mil inofensivos hondureños
La sociedad, la congruente, solo desea termine el infierno trumpiano. Harto de las mentiras cotidianas, de las impredecibles pataletas del arrogante mandatario, las constantes incoherencias las cuales han puesto en riesgo la credibilidad del país en los foros internacionales, genera dañinas guerras comerciales, cancela pactos, como el que desea revertir el Tratado de No Proliferación Nuclear (NPT por Non-Proliferation Treaty, en inglés) firmado por su antecesor, el presidente Ronald Reagan, hace treinta años, con su par el primer mandatario de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov.
La cuestión es ¿Por qué?… ¿Qué pretende? Prenderle fuego a la historia, a acabar con logros para el bien la humanidad, o escribir una presente, dictatorial, peligrosa, llevando al mundo al límite.
Durante la semana pasada dos acontecimientos, uno peligroso y el otro trágico, tuvo a la ciudadanía en vilo. El primero, se refiere al envío de paquetes bomba a diversos políticos demócratas, personalidades como el actor Robert de Niro, al empresario Soros, a la cadena de televisión CNN, entre otros.
El denominador común de todos los destinatarios; ser acérrimos críticos del ejecutivo en funciones. Rectifico del disfuncional presidente.
El ataque criminal a la Sinagoga, “Tree of Life, Árbol de la Vida, en la ciudad de Pittsburgh, con un costo de once feligreses asesinados a mansalva, enardeció a la sociedad.
Atrajo a la luz pública el resurgimiento del antisemitismo, para sorpresa de quienes consideraban tal oprobio en el pasado. También expuso las diferencias teológicas y políticas entre los judíos americanos e Israel.
La visita de Trump a Pittsburgh a presentar condolencias a los deudos de los once congregantes asesinados, no es vista con buenos ojos.
El alcalde de la ciudad rechaza su intromisión durante los funerales, lo mismo que diversas autoridades. Cinco notables congresistas; tres republicanos y dos democráticos declinaron la invitación del presidente para acompañarlo a tal evento.
Para Trump, como siempre, la intención primaria no la significa el dolor o la compasión, sino capitalizar la situación a su favor, la hipócrita muestra, además de una fingida preocupación por la comunidad judía, en especial la de Nueva York, generosos donantes para su campaña electoral o para las huestes del partido republicano.
Cuando menos debería mostrar respeto por los suyos, su yerno Jared Kushner, Ivanka su hija y, sus nietos todos ellos judíos.
El rabí Jeffrey Myers, expresó ante todo este circo político: “Es momento de bajar el tono”. El mensaje es más claro que el agua Mr. Trump. Detenga de una vez por todas esa retórica toxica.