Luis Alberto García / Moscú
* “Nada bueno podría salir de las manos de ese esperpento”.
*Anestesia política e ignorancia, herencias dictatoriales de 1964.
*El futbol brasileño y sus estrellas se posicionaron políticamente.
*“Ronaldinho”, “Cafú”, Rivaldo y Edmundo prefirieron al impresentable.
*Neymar y Gabriel Jesús, ídolos de ahora, también optaron por el racista.
* “Venimos de abajo, somos pueblo”, refutó “Juninho” Pernambucano.
“Brasil se pregunta que podrá esperar del gobierno de Jair Bolsonaro, electo presidente el domingo 28 de octubre de 2018, pues nada bueno podría salir de las manos de ese esperpento”, escribió Eric Nepomuceno, escritor, poeta, corresponsal de medios extranjeros, antiguo exiliado quien, a estas alturas, sigue los temas políticos como credo y pasión.
Y es que el futbol y sus más notables ejecutantes se posicionaron políticamente ante las elecciones presidenciales de ese día, cuando Bolsonaro, candidato del Partido Social Liberal (PSL) obtuvo el 55.5% de la votación, contra 45.5 % de su rival, Fernando Haddad, postulado por el Partido de los Trabajadores (PT).
La nación más potente de América Latina y cerca de 150 millones de sus ciudadanos, con sus antiguos y actuales ídolos, votaron a favor de ese esperpento, un personaje racista, impresentable e intolerante, como lo consideraron sus adversarios aún antes de su aparición pública.
¿Por cuáles otras razones? Su xenofobia y homofobia, su discurso violento y su nostalgia por la dictadura militar que padeció la nación, gobernada bajo el arbitrio de dos mariscales y tres generales que, por decisión de una cúpula militar, se turnaron en el poder durante más de dos décadas, de 1964 a 1985.
Por ignorancia o debido a que continúa el efecto de la anestesia política que aplicaron los militares brasileños en esos años de plomo y silencio sobre la sociedad brasileña, el respaldo al ultraderechista y reaccionario Bolsonaro no lo otorgaron deportistas desconocidos, sino grandes estrellas que han participado y ganado los Campeonatos del Mundo de futbol de 1994, 1998 y 2002.
Varios de ellos fueron monarcas en los torneos de Estados Unidos y Corea-Japón, entre otros Ronaldo de Assís Moreira, alias “Ronaldinho”; Marcos Evangelista, alias “Cafú” y Vítor Rivaldo Borba Ferreira, quien hizo reclamos serios al gobierno de izquierda de Dilma Rousseff, ante los gastos que implicaba la realización de la Copa FIFA / Brasil 2014.
Felipe Mello fue el primer futbolista en apoyar a Jair Bolsonaro a través de un vídeo de Instagram, difundido en noviembre de 2017, y pese a las críticas de los aficionados del Palmeiras de Sao Paulo, el ex jugador de la Juventus y el Inter de Milán se mantuvo fiel al intragable candidato derechista, quien eligió como vicepresidente al general Hamilton Mourao, con quien comparte ideas y proyectos cavernarios, con otros militares integrados al nuevo gabinete presidencial.
La conversión política de numerosos futbolistas –entre ellos Romario de Souza Faría y Roberto Gama de Oliveira, alias “Bebeto”, quienes contribuyeron con sus goles a que Brasil ganara la Copa del Mundo de Estados Unidos 1994- no es de extrañar, debido a su falta de consistencia ideológica y educativa, no obstante que ellos, como muchos de sus colegas, salieron de la miseria de las favelas de Sao Paulo y Río de Janeiro.
Tal vez por pertenecer a los nuevos ricos y a una generación que creció bajo el influjo del régimen militar del pasado, es que los deportistas brasileños se sumaron a la ola ultrarreaccionaria de Bolsonaro, cuyas cifras subieron en las encuestas a raíz de la sentencia dictada el 7 de abril de 2018 en contra el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
En un proceso torcido que culminó con su detención -Lula da Silva fue sentenciado en el estado de Curitiba a doce años de prisión por el juez Sergio Moro-, acusado de corrupción sin prueba alguna, bajo el argumento de que había sido sobornado con un departamento en la playa se Guarujá, cercana a Sao Paulo.
Por su parte, antes de ingresar al Partido Socialista, del cual posteriormente sería legislador, el delantero del Vasco da Gama, Romario de Souza, esperaba que le dijeran que había “sido bueno en el futbol y en la política”; pero cambió de pensamiento y saltó a la derecha violenta y primitiva, como apuntó alguno de sus críticos.
Lucas Moura del Tottenham de Inglaterra también se sumó al mismo ejército de seguidores de Bolsonaro -quien dijo que los militares de 1964 “no debieron torturar, sino matar a todos los opositores”-, uno de los casi quinientos legisladores que, en mayo de 2016, votaron por el juicio político a Dilma Rousseff, a cuyo torturador, Carlos Brilhante Ustra, dedicó su elogioso discurso.
“Ningún candidato es el salvador de la patria, pero es necesario un cambio radical”, escribió Moura, seleccionado nacional brasileño, en su cuenta de Twitter -el medio de comunicación mediante el cual Bolsonaro se impuso-, en respuesta a uno de sus miles de seguidores en la red social.
Bolsonaro, ex católico de dientes para afuera, hoy perteneciente a la Iglesia Universal del Reino de Dios fundada por el pastor Edir Macedo a mediados de la década de 1970 y dueño de TV Record, afirmó que Moura, delantero evangélico -como Ricardo Leite “Kaká”, campeón mundial en Corea-Japón 2002-, refutó la acusación de racista atribuida al antiguo capitán del Ejército.
“Si fuera racista, Lucas estaría en la cárcel”, dijo Bolsonaro al defender al futbolista, que como “Cafú”, Rivaldo y “Ronaldinho” y el mundialista, subcampeón de 1998 en Francia, Edmundo Alves de Souza Neto, alias “Animal” -llamado así por su temperamento violento- se hicieron bolsonaristas declarados, como Neymar y Gabriel Jesús, subidos al tren opositor a última hora.
Cuidadosos de la mala fama que se han ganado a lo largo de los años –como José María Marín, presidente de la Confederación Brasileña de Futbol (CBF), preso por participar en el “FIFA-Gate” de mayo de 2015- los empresarios, dueños de los clubes y asesores y desaconsejaron esas manifestaciones políticas.
Existía el temor de que, independientemente de la causa o el partido que apoyaran, su posicionamiento iba a generar ruido y molestia entre los aficionados, televisoras (incluida TV Record) y patrocinadores, tan importantes en el mega negocio que es el futbol en Brasil y en todas partes.
En Brasil, la figura del jugador politizado no suele ser asimilada con naturalidad dentro del futbol, el deporte más popular del país que, en la Copa FIFA / Rusia 2018, se quedó con las ganas de obtener su sexto trofeo mundial; pero Bélgica se encargó de frustrar ese sueño.
Paulo André, defensa del Atlético Paranaense, denunció represalias de dirigentes por su posicionamiento a favor de los derechos de los deportistas al frente del movimiento Bom Senso FC, igual que Reinaldo Lima, delantero del Atlético Mineiro en la década de 1970, quien afirmó que fue perseguido por el régimen militar debido a sus manifestaciones contrarias a la dictadura instaurada en 1 de abril de 1964.
Corinthians, el equipo favorito de Lula da Silva, origen de “Democracia Corinthiana”, movimiento político surgido en 1983 en demanda de elecciones directas, bajo el liderazgo del célebre futbolista de la verde amarela de 1982 y 1986, Sócrates Sampaio, no cuenta ya con jugadores dispuestos a entrar a la arena política, y menos para situarse a favor del ultra Bolsonaro, quien pide armarse a cada uno de sus compatriotas brasileños.
Numerosos futbolistas solamente dan el salto y entran a la política cuando dejan de jugar, como el ex jugador del Olympique de Lyon y mundialista en Alemania 2006, Antonio Augusto Ribeiro Reis, alias “Juninho” Pernambucano, quien siempre manifestó su apoyo a Lula da Silva, a Dilma Rousseff y se ha opuesto enérgicamente a Jair Bolsonaro.
O el ex jugador del Real Madrid y del Milán, Ronaldo Luiz Nazario de Lima, el “Fenómeno”, promotor del voto por Aécio Neves en los comicios presidenciales de 2014, estuvo en contra de Dilma Rousseff; pero evitó involucrarse en las elecciones de 2018, luego de las críticas recibidas después de que el nieto de Tancredo Neves fuese denunciado por corrupción.
“Me revuelco cuando veo a jugadores y ex jugadores irse a la derecha, pues no saben nada sobre la política nacional”, afirmó “Juninho”, nacido en Pernambuco, el estado natal de Lula, uno de los más pobres de Brasil, quien para concluir añadió:
“Los que votaron por ese imbécil descerebrado olvidaron que tuvimos una dictadura militar de dos décadas, y ahora han llevado al Palacio de Planalto de Brasilia a uno de sus más feroces herederos. Venimos de abajo, somos pueblo, favelados y retirantes (migrantes internos). ¿Cómo vamos a ponernos del otro lado? ¿Apoyar al fascista Jair Bolsonaro? No tienen idea de lo que es una dictadura sanguinaria”.
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