Desde Filomeno Mata 8
Por Mouris Salloum George*
Aunque no precisamente extraño -dado el activismo de las redes sociales-, nos queda la sensación de que en el periodo de transición presidencial el dictado de la agenda mediática ha cambiado emisores y de itinerario.
Desde al menos 2005 observamos que Andrés Manuel López Obrador llevó la voz cantante en tiempos político-electorales y en la temática a debate. Ahora da la impresión de que se maneja a la defensiva.
Muchos fierros en la lumbre a un solo tiempo
Hay tres factores que priman ese fenómeno desconcertante: 1) Son muchos los fierros puestos a un solo tiempo en la lumbre; 2) Son demasiados los parlantes que saltan a la arena pública con temas comunes, pero con diversos enfoques y modos de tratamiento;
3) Existe en las redes sociales una incesante filtración de supuestos que se dan por ciertos sobre cuestiones fundamentales de las futuras políticas públicas, frente a los cuales el Presidente electo o sus colaboradores asumen una actitud reactiva que no logra, sin embargo, esclarecer ante el público la intencionalidad de las versiones originales.
Dado el anonimato o la identificación expresa de esas fuentes, la mayoría de esos contenidos tiene el tufo de mera provocación.
A finales de la semana pasada, por ejemplo, se puso en circulación del borrego de que el próximo gobierno legislaría o resolvería administrativamente la cancelación las comisiones que cobra el sistema de banco y crédito por sus servicios.
La burbuja se infló en cosa de horas hasta que algún vocero del próximo gobierno la pinchó. Quedaron por ahí algunos resabios.
Lo que revela esa forma de anarquía es que se han dislocado y diluido los esquemas tanto de la Comunicación Social como de la Comunicación política entre la red de intereses en pugna que piden mano en las prioridades de la cuarta transformación.
¿Dónde queda el rescate de una política industrial soberana?
Un aspecto primordial en el que no encontramos orden es, verbigracia, sobre las respuestas a las leoninas condiciones que asestó a México Donald Trump en el arreglo aún bilateral en materia de intercambio comercial.
Si fuera cierto que las crisis son oportunidad, lo deseable es que el gobierno mexicano restituyera una soberana política de desarrollo industrial, suspendida en las décadas de los ochenta y francamente dinamitada en los noventa.
No se ven signos de ese propósito: La primera señal debiera consistir, en el diseño de los criterios de política económica para 2019, en clarificar cómo se rescatarán de los escombros Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, entes sin cuya producción la disposición de energéticos para la actividad fabril es impensable.
En ese capítulo tampoco queda explícita la asignación y gestión de los recursos prometidos para investigación, innovación, ciencia y tecnología de cara a la quiebra de un buen número de universidades públicas que fueron remitidas a la ruina financiera por las dos recientes administraciones.
Si ahí no se genera, ¿en qué otro lado se formará el capital humano para la productividad y competitividad globalizada?
En la técnica de poner la carreta delante de los bueyes vemos, sin embargo, que quienes tuvieron participación en las fallidas negociaciones del TLCAN, como otras administraciones lo han dicho durante tres sexenios, anuncian llegada la hora de poner a caballo 46 tratados de libre comercio suscritos con otros países o bloques regionales.
La semana pasada las cúpulas de hombres de negocios asistieron al enésimo conclave de otoño. Éste, con el nombre de Foro Nacional de Normalización.
Normalización, ¿de qué? Obviamente, no se precisa que es hoy lo anormal. En última lectura, de lo que se trató el foro fue de buscar opciones de mercado en aquellos países con los que se tienen firmado un TLC.
Es hora de ponerse serios, señores
¿Para ofrecer qué? Materias primas (a granel o en greña) de las que ya no es administrador el Estado, aguacates o tomates sin valor agregado en procesos de enlatado o envasado, algunas variedades pesqueras en la misma condición y artesanías o, peor aún: Mano de obra en su mayor porcentaje sin calificación más que para desempeñar en los Estados Unidos tareas que ni los negros quieren hacer, según dictó para los bronces Vicente Fox.
Despacito y buena letra, solían decir nuestros viejos sabios. No tiene sentido quemar etapas cuando todavía no se engrasan los ejes de, literalmente, la carreta neoliberal. ¡Pónganse serios, señores!
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.