Claudia Rodríguez
Cada 20 de noviembre desde al menos la década de los 20´s del siglo pasado, millones de mexicanos celebrábamos en un punto de encuentro; el como tras una lucha armada se logró terminar en ese entonces, con un presidencialismo que ya no sólo servía a un solo hombre, sino a más intereses internos y extranjeros que sumaban dividendos de repartir el pastel de los recursos en nuestro país.
Los ideales del movimiento revolucionario de 1910 por el rescate social y económico de la sociedad y un Gobierno más democrático, pretendían acabar con la pobreza y todo lo adyacente y precario que significaba para muchos mexicanos esa condición.
A casi 110 años del inicio de la Revolución Mexicana, ´pareciera que México está peor que en aquella época en cuestión de justicia, equidad, derechos humanos, micro y macro economía, democracia, presidencialismo; además de que hemos vivido sexenios de corrupción, omisión, violencia e inseguridad.
Ahora el poder se camufló entre un sistema de partidos, en donde no todos representaban distintos intereses, e incluso algunos de estos más bien servían al hegemónico Partido Revolucionario Institucional (PRI), el que tras la Revolución, utilizó muchos de los ideales de la misma para entronarse en el poder, pero instaurándose como un poder casi único, en donde la división de poderes por cuatrienios y sexenios, era sólo una mascarada.
Desde esa perspectiva, el movimiento revolucionario fracasó a la larga y no habría que festejar, sino acaso sólo conmemorar.
El villano ya no es tanto Porfirio Díaz; ahora tiene nombres como Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña. Los nombres de los grandes criminales y líderes del narco, ante los presidentes y por lo que se escucha desde el juicio a Joaquín Guzmán Loera “El Chapo”, parecieran anecdóticos o incidentales. Los verdaderos criminales, en los últimos sexenios han portado banda presidencial.
Pero si antes nos uníamos como uno sólo ante el nombre de Porfirio Díaz, por una instrucción académica y viciada por el bando de los vencedores de aquél movimiento; hoy parece que el efecto contrario causa todo lo que está en la mesa de la agenda política y costumbrista presente y futura del mexicano.
Ya no somos los revolucionarios unidos por el conocimiento que a millones nos daba una monografía comprada en una papelería, ahora somos muchos bandos desunidos por la información mediatizada y direccionada con intereses muy bien definidos.
Divididos somos carne de cañón de muchos intereses, y no, no tenemos nada de revolucionarios; el éxito de los mexicanos de aquél tiempo fue confiar en un lema, en unos cuantos hombres y en el anhelo generalizado.
Acta Divina… En el Centenario de la Revolución Mexicana, el entonces mandatario federal Felipe Calderón, realizó un llamado a todos los mexicanos a realizar una “transformación profunda” para asegurar el futuro que merece el país: “Esta fecha histórica del Centenario de la Revolución es a la vez hora convocante para el cambio para México, hora de la transformación profunda que necesitamos, hora de tomar los riesgos de cambiar y los costos que implica cambiar para asegurar el futuro que merecemos”.
Para advertir… Pero el voto hacia Andrés Manuel López Obrador para presidente de México, tiene a ese panista y muchos más, en el paredón de los traidores que poco hicieron por la prosperidad y la transformación que merece el país.
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