Francisco Gómez Maza
• Un país de promesas y vergüenzas
• Pero AMLO no tiene derecho a fallar
En el país de las promesas y de las vergüenzas, el nuevo presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador, prometió y prometió en su discurso de inauguración, tanto ante el Congreso General de la LXIV Legislatura, ante el cual protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución General de la República, como ante representantes de las 68 etnias del país, quienes lo sometieron a la ceremonia de purificación en la Plaza de la Constitución.
Si no fuera porque prometer no empobrece, sino dar es lo que aniquila, este escribidor estaría dispuesto a creer que López Obrador va a cumplir hasta la más complicada de sus promesas. Los políticos crean muchas expectativas, sobre todo entre la gente sencilla. Este escribidor, sin embargo, quiere creer que el nuevo presidente hará hasta lo imposible por cumplirle a todos los sectores de México, aunque en la realidad no se puede servir a dos señores, porque, al final del día, con alguno de los dos se queda mal.
Pero no quiero ser aguador de fiestas. Este sábado primero de diciembre las mayorías estuvieron de fiesta y fiesta grande, como dicen en mi terruño. Todo porque asumió la presidencia de la nación el político tabasqueño en quien muchos fincan sus esperanzas de que este malhadado país va a cambiar; se va a paliar la pobreza, la miseria, la marginación; se va a alivianar el sufrimiento cotidiano de los trabajadores que viven al día y los inversionistas van a invertir para desarrollar esta economía maltrecha, producto de la acción de un Estado fallido, ni siquiera del llamado neoliberalismo económico, que ese ya pasó de moda, sino de un capitalismo de casino, de un capitalismo salvaje que mata de hambre a la gente, a los pobres y que prohija la violencia de los vendedores y compradores de ilusiones, de los comerciantes de las drogas ilícitas, que han bañado de sangre todo el territorio nacional.
El “pueblo”, palabra fantasiosa, inexistente, demagógica, requiere de un dirigente, de un dios, de un mesías, como me dijo mi hija, doctora en teología, la noche misma de la ceremonia de purificación de Andrés Manuel. Y eso logró el pueblo este primero de diciembre. Creó con sus manos al guía, que, por lo que López Obrador dijo en público, le va a resolver todas sus carencias, gracias a que acabará con la corrupción. Y a que se comprometió a que no les va a fallar.
Un periodista no puede estar ni con dios ni con el diablo. Sin embargo, en aras de la reconciliación, vamos a darle a Andrés Manuel el beneficio de la duda. Esperamos que sepa dónde está metiéndose. La gente tiene cifradas sus esperanzas de que la vida les va a cambiar, en las palabras de Andrés, ahora presidente constitucional de la república mexicana. Maldita la hora en que les falle, aunque, por el cúmulo de promesas, vemos muy difícil que cumpla. Ante las promesas lopezobradoristas, el rosario de Amozoc se queda corto. Pero quedará registrada la advertencia del ciclista: usted no tiene derecho de fallarnos. Qué duro compromiso. Y sobre todo, el compromiso que asumió con los pueblos originarios, que desde la invasión española, son extranjeros en su propia nación y viven desplazados en los montes porque las mejores tierras las expropió el español y luego las clases poderosas y los propios caciques indígenas.
Quedan aún grupos importantes que continúan con el dolor a cuestas por la derrota ante la elección inmensamente mayoritaria de López Obrador. Tienen derecho a disentir. A ellos también tendrá que oír y escuchar el hoy presidente constitucional. No puede esperar que todos le aplaudan. Habrá que trabajar en aras de la reconciliación. Cuenta con el apoyo de las tres fuerzas armadas, según se lo advirtió el nuevo secretario de la defensa nacional, Luis Crescencio Sandoval González, la mañana de este domingo en el Campo Marte, donde recibió el saludo de cada uno de los comandantes del Ejército, la Fuerza Aérea y la Marina.
Espero que López Obrador no le falle a los mexicanos. Que no olvide que es el primer empleado del pueblo. Y el pueblo, en una economía de mercado, son trabajadores y empresarios, capital y trabajo. El nuevo presidente deberá garantizar la seguridad para las inversiones que crean empleos. Deberá garantizar los derechos laborales de los trabajadores. Y deberá apoyar a las clases desplazadas, oprimidas, abandonadas hasta de la mano de dios: los pobres, los pobres de los pobres. Esperaremos…
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