Paco Rodríguez, mi entrañable amigo, campeón de una u otra campaña de vida, me soporta. Cómo fallar ante tal generosidad. Imposible. Sus silencios son fulminantes, obligan a continuar en libertad la tarea de compartir opinión.
Hoy no comentare de “mi comandante Chávez”, ni del Papa, menos de mi pesimismo optimista de la reforma inmigratoria en los Estados Unidos de Norteamérica.
Sí, vote por Obama, a sabiendas que su discurso, es eso, bla, bla, bla. Es mejor opción que los republicanos. Obama dice, pero ejecuta diferente. Es un estupendo orador, con una plataforma de comunicación insuperable. ¡Bien! Siglo XXI. Sin embargo, no responde a la ciudadanía, se responde a si mismo, a su capricho de visión de un país inexistente.
Pero la sustancia de éstas letras es comentar el valor de la amistad, animal raro, en extinción, en donde pocos se atreven a tender la mano sin interés. Pretendo compartir la grandeza de mirar a los ojos y descubrir la chispa de la honestidad. Hablar con respeto, tolerancia a los argumentos chocantes, a la disidencia, a mi paciencia por entender lo que es ajeno a mí.
Pues Sí, armarse de valor y escuchar… ¡No somos dueños de la verdad!
Los demás son mejores, al menos, lo creo por un rato, después caigo en la “tragedia” de la información, me pregunto por qué no todos son Van Gogh, o Matisse, o Remedios Varo, la plasticidad, el color surge, inevitable, sin cuestión.
Las letras son un reto delicioso. No existe inspiración. Es oficio. Arrastrar la pluma, respetar el idioma, conservarlo, engrandecerlo, ablandarlo, ante las “amenazas”, Kindle y los amiguitos electrónicos. No importa, mientras los “escribidores” realicemos la tarea de escribir sabroso, profundo en ocasiones, y mantengamos la humildad a defender nuestro idioma, creo… salvaremos el olor a tinta, las páginas del impreso, a señalar dentro de su alma nuestras inquietudes, tan sencillo llevarlo como amigo a lugares íntimos en donde se convierte en cómplice. Y, aun, silencioso, respeta nuestra amistad.
La dicha de saberte cómplice, reanuda la esperanza a continuar el tramo de vida que sin porvenir queda, lo hecho, hecho esta. La cronología no es buena compañera, amiga indeseable, debemos sacarla de casa e irnos a un parque de serenidad. A un estanque de amistad.