Sara Lovera
SemMéxico, 6 diciembre 2018.- Sólo a las personas desconfiadas, inapetentes, incrédulas como yo, se les ocurre que la cuarta transformación puede eludir la justicia para las mujeres. No importa que no nos vea el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien parece olvidar que su movimiento será realmente transformador si se considera a las mujeres, más de la mitad de sus votantes y más de la mitad de la población. Sin nosotras, nada.
Estoy equivocada en principio. La esperanza del cambio nos incluye y a pesar de la parálisis del feminismo institucional – oficial y civil-, hay una expresión política que está actuando en el Congreso, en algunos congresos locales y en otros espacios que pensé lucharían a contracorriente. Las políticas, las que llegaron por la paridad, se están levantando, diría más, como una llamarada. Cómo para que se nos tome en serio.
Hace algunos años, oía de ladito a Marcela Lagarde, la constructora de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida sin Violencia, quien decía que el feminismo había logrado crear otra cultura, y que al tiempo, nuestras peroratas, estudios, estadísticas, testimonios, intervención en conferencias, foros; nuestro correr y difusión a pie de lo que estamos buscando: inclusión, democracia, justicia y mirada feminista, crearon ya una generación, al menos, muy interesada.
Pero si es verdad lo que veo y escucho, terminar con la impunidad y violencia contra las mujeres está al frente; en cinco días de nuevo gobierno, semanas de nuevo Congreso, vacíos y temas pendientes ya llegaron como un ventarrón a la máxima tribuna, por lo menos a decir, cuestionar, proponer, discutir. Eso, me queda claro, no significa que de la noche a la mañana se pararán violencia y asesinatos ni la discriminación y exclusión de las mexicanas.
Pero estoy sorprendida gratamente. En menos de una semana, de cara a la nueva administración, congresistas del país, en la federación y en algunos estados, se han promovido un cúmulo de iniciativas, se diría, a favor de la condición social de las mujeres, sin menoscabo de la primera batalla ganada, cuando los cuadros del partido en el poder, con mayoría aplastante, pretendieron desaparecer los enlaces de género en la Administración Pública Federal, y que, una oposición concertada por feministas en público y encabezada en el Congreso por la perredista Guadalupe Almaguer, no sólo impidió, sino que logró, dentro de los cambios de la ley de la administración, la legalización de esos enlaces, fundamentales, porque crearon espacios e instituciones. Con problemas, malos muchos, pero que ahora serán exigibles, en programas y en presupuesto.
El colmo. Ayer la Comisión de Seguridad Pública acordó que desde el Senado se haga un llamado a la Secretaría de Gobernación (SEGOB) para que establezca las medidas de emergencia nacional tendientes a enfrentar el grave problema de feminicidios, que Olga Sánchez Cordero llame a los medios de comunicación para que revisen sus contenidos y eviten la cosificación y sexualización de las mujeres; que no reproduzcan los roles que deriven en violencia contra las ellas. Y que en la Secretaría de Educación Pública fortalezca el enfoque de género. Se trata de un exhorto, falta el oído y compromiso de la Secretaria de Gobernación y, sobre todo, del equipo, donde muchas personas han sido omisas y sin compromiso, en épocas recientes.
Y hablando de dinero, María Wendy Briceño Zuloaga, del partido de la nueva administración, Morena, y que preside la Comisión de Igualdad en la Cámara de Diputados, parece realmente preocupada para gestionar temas y proyectos para el Presupuesto de la Federación 2019, lo que podría garantizar la continuidad y profundización de muchas acciones y la mejor de otras. Es decir que la transformación anunciada sea real y que se etiqueten recursos para atender los programas de mujeres y género.
Declaro que lo he vivido como si se tratara de un ventarrón inapelable. Esperando que no se trate de fuegos artificiales. Que realmente se trate de hechos, como decimos las periodistas, que se haga posible y que no estoy soñando.
Todo ello a la par de un mandato de la Corte para que las trabajadoras del hogar sean inscritas en la Seguridad Social, derecho obrero fundamental. Se trata de 2 millones de empleadas que han estado fuera de la ley laboral. Y, más, la reacción inmediata del director del IMSS, comprometido a que ello suceda y se haga en menos de 6 meses.
También hay dos iniciativas relativas a la maternidad, una para que la nueva secretaría de Salud atienda la violencia obstétrica, violación a los derechos sexuales y reproductivos que tiene cientos de quejas en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y otra para que las mujeres de las fuerzas armadas descansen el doble por dar a luz, de lo que hoy dice la ley, no 90, sino 180 días.
Está ya en sesión permanente la Comisión de Igualdad, para atender en el presupuesto la demanda de mayores recursos para los centros de justicia, algunos hoy elefantes blancos. Y ya en noviembre un senador y una senadora, Leonor Noyola y Juan Zepeda, ambos perredistas, pidieron por ley, amnistía para las mujeres privadas de su libertad por el delito de aborto, y en el discurso reconocieron al ejercicio de la maternidad como un asunto exclusivo de las mujeres.
He tenido que lavarme la cara con agua fría, para darme cuenta que estoy despierta. Las iniciativas parecen apuntar a perfeccionar el marco jurídico que en México es excelente, casi perfecto, y el discurso o los discursos para apuntalar las iniciativas nos están indicando que quienes las promueven están comprometidas y comprometidos en la urgente necesidad de hacer justicia a las mujeres.
Lo que falta, y hay que dar seguimiento, es que se aprueben en el Congreso; que se escuchen en el Ejecutivo, que se empiecen a poner en práctica. Me gusta mucho el exhorto para que se definan medidas de emergencia para el feminicidio y la violencia de género, amarrado, el mismo exhorto a que gestione, convenza, trate de dialogar Gobernación con los dueños, concesionarios y tenedores de medios, yo diría que incluso en redes sociales o medios digitales. Eso sería la cruzada y revolución que espero hace más de 40 años. Me pesa sospechar que solo sean palabras y que no exista el aparato que las lleve a cabo con profundidad e interés.
Por eso es tan importante lo que se decida y cómo se resuelva la presidencia en el Instituto Nacional de las Mujeres, asunto que no ha llegado todavía a la tribuna y que vive en estos momentos una enorme zozobra, porque lo que ahí suceda, será el mensaje central desde el ejecutivo de la cuarta transformación. El mensaje de fondo, porque INMUJERES es la piedra fundamental de lo que será la política de género del gobierno mexicano, sin intromisiones de órganos multilaterales.
Sí, zozobra, confusión. Luego de que lentamente, desde agosto, trascendió que se operaba sin transparencia la decisión sobre presidencia del organismo; que en el grupo encargado de la transición pareciera haber un doble lenguaje, que al tiempo de reconocer los avances encabezados por ese Instituto, se trate de desmantelarlo en su personal, alguno con antigüedad, como si se pretendiera dar un golpe de timón. No digo, ni es para sorprender, en la política mexicana, que una nueva administración haga cambios, se han hecho, algunos hasta radicales, en transición de un mismo partido o un nuevo partido. Pero no entiendo.
Se va a cambiar, sin duda, pero el cambio, entiendo, es para avanzar lo caminado; lo diagnosticado, para mejorar lo construido, para revisar, pero no para desmantelar, por ejemplo instituciones que en todo el país solo existen gracias al presupuesto de dos programas: el de Transversalidad, operado por INMUJERES, y otro para atender y erradicar la violencia, operado por una secretaría que ya no se llama de Desarrollo Social, sino de Bienestar, llamado Paimef.
Atendiendo el discurso de Morena, en las Cámaras y el apoyo a muchas de estas iniciativas de ventarrón desde otros partidos, que no se trata de desmantelar, ¿entonces? porque no darnos el buen mensaje de cumplir rigurosamente con la ley en el caso de la presidencia de INMUJERES; por qué no conocemos oficialmente y sin opacidad y secrecía las propuestas; por qué no, si todo va a cambiar, por qué no haber informado correctamente. El tema podría decidirse este viernes o tal vez darnos la buena noticia de que habrá un proceso abierto. En fin, estoy esperanzada y dubitativa. Al tiempo. Veremos.