Jorge A Barrientos
Sufí, es el término que el islam da a ciertos hombres místicos viviendo en la espiritualidad; investigadores afirman que el sufismo es un movimiento anterior al islam. Como se explica en el libro “la sabiduría de los idiotas” de Idries Shah, mientras algunos los consideran sabios, ellos prefieren llamarse idiotas, aunque, se puede deber también a un juego de palabras, que, por un equivalente numérico en árabe, tienen el mismo significado las palabras, idiota, que santo.
Entre las historias que se encuentran en el libro hay una llamada “El Préstamo”
Un hombre estaba diciendo a sus amigos en una casa de té:
“He prestado a alguien una moneda de plata, y no tengo testigos. Me preocupa ahora que niegue haber recibido alguna vez algo de mí.”
Los amigos le compadecían, pero un sufí que estaba sentado en una esquina levantó la cabeza de entre sus rodillas y dijo:
“Invítale y menciónale en una conversación delante de estas personas que le prestaste veinte monedas de oro.”
“¡Pero yo sólo le presté una moneda!”
“Eso es exactamente lo que gritará”, replicó el sufí, “y todo el mundo lo oirá. Tú querías testigos, ¿no es verdad?”
Pues bien, que igual, al deudor de aquella historia sufí, han caído los magistrados de México.
Hoy, que los acusan de ganar un insultante salario de $600 mil pesos mensuales, salen como en la historia sufí, a gritar que no, que son solo $578 mil pesos, exhibiendo con eso el tamaño de la riqueza, la monstruosa desigualdad con la que ganan en un país donde el salario mínimo es apenas de $2,700 pesos mensuales. Y carísimo les ha salido ese grito defendiendo lo injusto de que los acusen, pues ahora no solo sale a la luz los sueldos y prestaciones exorbitantes, sino el nepotismo, la imparcialidad y en suma la opacidad con la que se maneja el sistema judicial en México, donde hay jueces con más familiares trabajando con ellos, que muchas empresas familiares de la industria privada.
Cuando desde hace unos meses se les hizo el primer llamado a ajustar sus salarios, como el presidente electo lo solicitaba como austeridad republicana, que en el caso de emergencia económica que vive el país, deja de sonar a mero capricho presidencial y comienza a sonar más a austeridad necesaria; los jueces simplemente hicieron oídos sordos o de alguna manera una especie de pantomima en la que respondieron que harían algunos ajustes en gastos que tenían, pero que en nada representaban un auténtico ahorro para el país.
De manera que ahora que en el país se dan ya ajustes a nivel federal, los representantes del poder judicial son los únicos que consideran que a ellos no les aplicó ese mandato de 30 millones de votantes, que en julio dijeron que ya no querían seguir viviendo en un país con el mismo sistema político y las mismas canonjías, para unos pocos, de los últimos 40 años.
Porque antes que decir cualquier cosa y señalar a Andrés Manuel López Obrador como el culpable o perseguidor de los pobres, y mal pagados, magistrados, hay que entender que en julio pasado una mayoría apabullante de votantes dijo, por medio de las urnas, “ya basta”. Ya basta de virreyes, ya basta de funcionarios millonarios en un país con 60 millones de pobres, ya basta de gobierno de país de primer mundo, con población que ni sabe lo que significa “mundo”.
Pero ellos no, los del poder judicial sienten que para ellos no, ellos no son parte del juego de la democracia, a ellos eso de las votaciones les viene guango, allá los diputados, senadores, presidentes, gobernadores y resto de poderes de la federación, porque ellos si son parte de ese juego, pero ellos no, ellos son de un mundo aparte, un mundo en el que entran, salen, ganan, pierden y reciben lo que quieran, como si el dinero para sus sueldos, sus prestaciones, sus choferes, sus coches salieran de alguna olla de oro inacabable, por lo que no tendrían ellos que preocuparse del gasto, como el resto de los mortales.
Señores jueces, ganan ustedes 200 veces el salario mínimo, señores jueces, por qué nunca los vimos saliendo a defender la inconstitucionalidad de esos salarios de hambre, como defienden ahora esos “casi” $600 mil pesos.
Si nos dejáramos llevar por esa nefasta amenaza, dicha por uno de ustedes, de que si les pagaran menos corren el riesgo de corromperse, sería suficiente para vaciar más de la mitad de las cárceles de este país, pues si ustedes consideran que bajar un salario de “casi” $600 mil es justificación para robar, teniendo el nivel de estudios que tienen y la probidad de la que presumen; entonces tenemos que perdonar al pueblo hambriento, que ganando mucho menos que eso, estaría más que validado para hacerlo, basándonos en su suprema sentencia.
Y sin ser historia sufí, con ustedes se puede aplicar el cuento aquel que decía, corruptos (putas) si son, solo es cuestión de llegarle al precio.
A los extraterrestres, primero investiguen, después opinen.