FRANCISCO RODRÍGUEZ
La población mexicana se encuentra demasiado polarizada y enfrentada –hoy mismo por el helicopterazo poblano–, debido a la existencia de una enorme mayoría de habitantes que no tienen acceso al alimento y una minoría que gana en un sólo día lo que cualquiera de aquéllos no gana en un solo año, si acaso le va bien. Es un abismo de desigualdad e inequidad que está transformando el entorno.
Es un asunto grave de seguridad nacional. Si el capital y la acumulación de los privilegiados continúa reproduciéndose sobre la base de la exclusión y la muerte estará arrojando en idéntica proporción una masa inerme y latente de indefensos sociales cuya dimensión y conformación nadie puede alcanzar a describir. Alguien tiene que poner un freno.
La era de la miseria rampante está aquí. Provocada por la injusta distribución del ingreso. Confirmada por la irreductible realidad que sólo producen un millón trescientos mil acomodados, frente a una gigantesca masa de desheredados que no han encontrado su lugar en el mundo.
Con un rencor y resabios sociales acumulado en etapas de clara represión, acallado por los establecimientos burocráticos que sólo han servido de plataforma de lanzamiento hacia un mundo desconocido. La conformación del “enemigo” de ellos es hoy muy difícil de desentrañar, toda vez que en el pasado, los privilegiados sólo lucharon contra las masas trabajadoras. Hoy es diferente. El adversario miserable ha mutado.
Desarraigados con acceso a medios de comunicación sofisticados
El poder perturbador que puede ejercer sobre la sociedad la presión de enormes talentos desplazados del mercado del empleo por mecanismos y grupos de políticos sin capacidad de respuesta social es superior y eficaz al de las etapas anteriores. Aunque los que fueron gobernantes quieran atribuirlo a “los que se resisten a aplaudir la llegada del capital extranjero”.
Los nuevos adversarios están egresando cada vez más de la población que antes formó parte de las clases medias –hasta su casi y segura extinción– con una capacidad de información nunca antes vista por “los de enfrente”. Una masa de desarraigados con acceso a medios de comunicación muy sofisticados, mayor conocimiento del entorno y de las prácticas abusivas que se emplearon para marginarlos.
El abismo de la desigualdad ha provocado un nuevo lenguaje, una ideología de los desposeídos ilustrados que vertebran un discurso adecuado para enfrentarse al mundo que los confinó. Forman una nueva clase, son parte de sectores sociales que forman frente contra la corrupción y el proceso de degradación social.
Brasil: Un balance de clases y de la ineficiencia de las instituciones
El desplazamiento y el abuso político forman las dos tenazas de la pinza que atizan con inusitado brío la explosión social de quienes en esa condición han tomado el camino de la violencia como una respuesta a la desesperanza, al abandono, a la solución final de quienes tienen el poder político y económico que los ha destruido.
Hace muy poco, unos días después de la aparición de una entrevista en una cárcel brasileña de alta seguridad, se destapó un serio debate en la región latinoamericana. Muchos lo acusaron de ficticio. Otros, lo entendieron como un balance de clases y de la ineficiencia de las instituciones dominantes. Como lo que fue: la última llamada.
En el seno de los auditorios de muchas universidades del Cono Sur se habló de lo expuesto en la entrevista como la destrucción de las bases del acuerdo de una civilización. “La delincuencia organizada avanza en todos lados, forma una economía, no sólo una patología “, expresaron los expertos.
Se entendió como la mejor revelación de nuestros tiempos fallidos en la lucha contra la barbarie. Pero también como una forma de organización en torno al excedente y contra el modelo más exitoso de acumulación que se encuentra en América Latina, donde las institucionalidades siempre han sido débiles y maleables, corruptas y acomodaticias.
“La muerte es nuestra comida diaria, la fosa común, la venganza…”
Las revelaciones sobre nuestra realidad en los planteamientos de un delincuente paulista, Marcos Williams Herbas Camacho, mejor conocido como Marcola en los bajos fondos, señalada por el gobierno conservador como supuesta y falsa, el criminal hizo un diagnóstico social en torno al delito y la violencia que plantea una nueva época de mutaciones inclasificables.
“Yo soy más que el Jefe del Primer Comando de la delincuencia”, dijo Marcola… “soy una señal de estos tiempos, ustedes nunca me miraron durante décadas… el gobierno nunca reservó un presupuesto real para nosotros… Sólo éramos noticia en los derrumbes, ahora estamos ricos con la multinacional de la droga… y ustedes se están muriendo de miedo… somos el inicio tardío de vuestra conciencia social…
“… la propia idea de solución ya es un error. Se habla de millones de dólares gastados organizadamente por un gobierno de alto nivel, inmensa voluntad política, crecimiento económico, revolución educativa, pero para eso tendrían que saltar toda la parálisis burocrática…
“… aquí en la cárcel ustedes no pueden entrar y matarme, pero yo puedo mandar a matarlos allá afuera. Somos hombres-bomba. Ya somos una nueva especie, otros bichos, muy diferentes a ustedes… la muerte para nosotros es la comida diaria, la fosa común, la venganza. Hay muchos alien escondidos en las periferias de las ciudades…
“… ya surgió un nuevo lenguaje, de una especie post miseria. Ella genera una nueva cultura asesina, ayudada por la tecnología, satélites, celulares, Internet, armas modernas. Es la mierda con chips, con megabytes”, sentencia Marcola.
“Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes están muertos de miedo”
“¿Quién, con decenas de millones de dólares en la cárcel no ve eso como un hotel, un escritorio?”, contesta. “Nosotros luchamos en terreno propio, ustedes, en tierra extraña. Nosotros no tememos a la muerte. Ustedes están muertos de miedo. Ustedes son odiados, nuestras armas y productos vienen de afuera… somos ‘globales’.
“Ustedes precisan hacer una autocritica de su propia incompetencia”, agrega el capo. “Pero para ser francos, en serio, en lo moral. Estamos todos en el centro de lo insoluble, sólo que nosotros vivimos de él y ustedes no tienen salida… no entienden ni el tamaño del problema.”
A la pregunta del reportero sobre qué debemos hacer, Marcola le contesta: “les voy a dar una idea, aunque sea contra mí ¡Agarren a los barones del polvo y de las drogas! Hay diputados, senadores, empresarios, presidentes en el medio de la cocaína y de todos los estupefacientes. El ejército no puede hacerlo.”
La era de la post miseria ya está aquí. Y nadie le presta atención
Y sí. El gran abismo de la desigualdad está produciendo especies, clases o sectores sociales que aún no encuentran su discurso apropiado, que no han acabado de vertebrar una ideología. La era de la post miseria está aquí. Y nadie le presta atención, hasta que sea demasiado tarde. La solución brasileña fue un gobierno represor de derecha, la nuestra no pude ni debe ser ésa.
Hay mecanismos y conductas apropiadas que el pueblo puede darse, cuando la mayoría toma conciencia de su gran indefensión.
Pero el problema está ahí, y hay quienes fingen que no lo ven, cuando son los primeros que deberían ponerse las pilas. Otra vez la culebra que se muerde la cola.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: Las redes sociales, las conversaciones han tenido como monotema la caída del helicóptero en el que se transportaban la gobernadora de Puebla, Marta Erika Alonso, y su marido el senador Rafael Moreno Valle. Un tweet de Manuel Díaz @diaz_manuel describe nuestra polarización: “Comienza a salir la miseria humana: – Los que culpan o insinúan que @lopezobrador_ tuvo algo que ver, sin elementos. – Los que celebran y llaman ‘justicia divina’ a la muerte de estos personajes. ¿Y luego se preguntan por qué estamos así como país? #HelicopteroPuebla“
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