- La reforma educativa de AMLO destinada a centralizar los recursos de la enseñanza pública y restituir el sindicato como nacional y como el más numeroso de América Latina, para fortalecer esa peregrina idea de la restauración de la presidencia imperial
Gregorio Ortega Molina
En cuanto los dedicados a la política llegan al poder, se dejan llevar por la confusión de términos y el irreprimible deseo de dejar su impronta en la historia patria. Son como dioses, se transforman en el alfa y el omega de la administración pública.
Luis Echeverría Álvarez hizo la primera reforma educativa de que tengo memoria. Estuvo a cargo de Víctor Bravo Ahuja y, si no me falla la memoria, se creó la dirección general de contenidos y métodos educativos. Los maestros estuvieron a cargo de revisar los libros de texto gratuitos. Ninguna pretensión más socializante: instrucción idéntica para todos, lo que nunca fue cierto, porque las escuelas privadas reciben lo que con tanto esfuerzo se hace, pero sólo los usan para que estén sobre los pupitres en caso de la visita de los inspectores.
A los nueve meses de su gestión como secretario de Educación Pública, Porfirio Muñoz Ledo presentó a Jolopo, en una explanada de Los Pinos, el proyecto educativo mejor conceptuado y desarrollado desde José Vasconcelos. Está en el Archivo General de la Nación, donde puede consultarse. Su éxito justificó la defenestración instrumentada por Rosa Luz Alegría y Benjamín Heding Galeana. Al llegar Fernando Solana a la SEP, el Plan Nacional de Educación quedó relegado al último lugar.
La reforma educativa de Carlos Salinas estuvo diseñada para federalizar la educación, hacer a los gobernadores responsables de su presupuesto, sus éxitos o fracasos, de inmediato torpedeada por Elba Esther Gordillo, en cuanto se sentó en la silla de Carlos Jonguitud Barrios gracias a los deseos del Presidente de la República y a la instrumentación de Fernando Gutiérrez Barrios. Todo lo que dejó asentado Manuel Camacho al respecto son mentiras.
El deseo del presidente Salinas era desarticular al sindicato, convertirlo en 32 mini instituciones laborales, para atomizar su poder. Así lo intuyó la maestra Elba y lo dijo en una entrevista que le hice y se publicó en unomásuno en septiembre de 1993. La de EPN fue una reforma administrativa de la SEP, para controlar el gasto y el poder del SNTE.
Hoy todo indica que recorreremos el mismo camino para regresar al punto de partida. La reforma educativa de AMLO está destinada a centralizar los recursos de la enseñanza pública y a restituir el sindicato como nacional y como el más numeroso de América Latina, para fortalecer esa peregrina idea de la restauración de la presidencia imperial.
En cuanto a los contenidos y métodos educativos, ¿pos pa’ qué?
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