Francisco Gómez Maza
• ¿El final de la depredación del capitalismo salvaje?
• País que medio vive de propinas y salarios de miedo
Con la instauración del Nuevo Gobierno, encabezado por el presidente López Obrador, el modelo neoliberal, inaugurado hace exactamente 37 años por el presidente Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) con la intención de reducir al Estado a su mínima expresión (Estado policía) y entregar la rectoría de la economía a los poderosos empresarios privados, con la complacencia de intelectuales tránsfugas (ellos nunca aceptarán serlo), pasa al archivo de la historia y se retoma la lucha por abatir la desigualdad socioeconómica que creció exponencialmente en estas tres décadas pasadas.
Este cambio radical en el modelo económico es lo que les duele a los defensores del capitalismo salvaje y sus corifeos. A los empresarios más recalcitrantes (hay, en contrario, empresarios abiertos), que no ven más allá de su cartera de inversiones. Ya no habrá chance de que juan de los palotes meta las manos en las arcas nacionales para salir hinchado de billetes, una vez concluido su sexenio. Dirán los afectados, obviamente, que México se convertirá en otra Cuba o en otra Venezuela y que se establecerá una dictadura comunista.
El cambio es el parteaguas de la historia de México, el país que medio vive sólo con propinas y con salarios de miedo, donde la concentración del ingreso ha hecho que los pocos ricos sean cada vez más ricos y los muchos pobres sean cada vez más pobres, creando una aberrante desigualdad que no se ve ni en la cuna del capitalismo, que ni siquiera imaginaron los ideólogos del liberalismo. Que nunca imaginó que ocurriera el pastor del liberalismo económico, el sacerdote católico protestante, Juan Calvino.
Por tres décadas, los mexicanos hemos estado uncidos a esa pesada yunta que viene siendo el neoliberalismo, el capitalismo salvaje, el capitalismo de casino, el capitalismo de palenque de gallos, una teoría político-económica que retoma la doctrina del liberalismo clásico y la replantea dentro del esquema capitalista actual, bajo principios más radicales.
La palabra, como tal, es un neologismo formado por el elemento compositivo “neo”, que proviene del griego νέος (néos) y significa ‘nuevo’; el sustantivo del latín liberālis, y el sufijo relativo a doctrina o sistema: “ismo”. El neoliberalismo surge como reacción a la intervención del Estado como garante de una mayor justicia social (es decir, del Estado benefactor), y toma fuerza gracias a las debacles de la economía capitalista del siglo XX, particularmente las registradas a finales de los años 20 y la de la década de 1970.
Para el neoliberalismo, el Estado debería cumplir únicamente sus funciones fundamentales como organismo regente en la organización de la sociedad, de modo que se opone a su intervención en el funcionamiento de la economía, para así mantener a raya las regulaciones e impuestos al comercio y las finanzas. Favorece la privatización de empresas y servicios que estaban en manos del sector público, bajo la premisa de que el sector privado es más eficiente. Es partidario de la reducción del gasto social, de propiciar la libre competencia, de las grandes corporaciones, y de debilitar y desintegrar los sindicatos.
De ese modelo económico ya demostraron 30 millones de ciudadanos que están hartos. El salario no alcanza para sobrevivir en una sociedad en la que quien tiene más saliva traga más pinole. Y del banquete epulonista, ni las sobras son para los jodidos. Que se mueran, Para qué procrean tantos hijos. Un modelo económico en el que florece la corrupción, la delincuencia, el narcotráfico, el robo, el despojo, perpetrado por grandes millonarios y por políticos corruptos, simuladores, cínicos y, el colmo, impunes.
Pero como canta Carlos Puebla, se acabó la diversión…
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