ESCUCHE PRESIDENTE
Por Guillermo C. Zetina
Más de treinta millones de mexicanos no pueden estar equivocados. El presidente desea verdaderamente corregir vicios y lastres que lesionan, lastran y ofenden al país; tarea que merece reconocimiento y apoyo. La forma es lo que nos tiene aturdidos y, en muchos casos, impide secundar ese monumental esfuerzo.
Quizá si López Obrador controlase su ansia tropical y entibiara su indudable sangre explosiva, muchos mexicanos –como yo- entenderíamos mejor a dónde quiere llegar. Las ocurrencias de candidato deben dar paso a las decisiones de precisión quirúrgica. Los retos que afronta son tan descomunales que la reflexión, el análisis, el estudio son indispensables.
Sí queremos, por supuesto, un presidente con agallas, que como fiera se oponga a todo lo nocivo en el país, un presidente arrojado, decidido. Sólo así es posible mejorar las condiciones en que está México. El ímpetu tabasqueño es bienvenido si se acompaña de un poco de prudencia y más sentido común. Prefiero un presidente audaz, hasta temerario, que un presidente del montón, “políticamente correcto”, que defraude una vez más.
Las formas, presidente, son vitales. “No hagas cosas buenas que parezcan malas”, o al revés. Entiendo el poco tiempo en el ejercicio de gobierno; a eso atribuyo los yerros y las patinadas. Pero resulta que el momento de emergencia del país requiere decisiones y soluciones atinadas, eficientes, sin mácula. Ahora es cuando hay que ejecutar lo que se aprendió en 18 años de recorrer al país en campaña proselitista.
Nadie como López Obrador para hablar de legitimidad y apoyo popular. No son sólo los 30 millones de votantes; la fe ciega de los mexicanos en un salvador va más allá. No permita que, como Fox, ese caudal de fe y esperanza se vayan por la atarjea. El panista ya cosecha lo que no supo aprovechar y honrar.
En el contexto creo que el papel de López Obrador hoy es más relevante que el de la transición. Estamos ante un fenómeno de creencia y fe que roza en lo religioso. Fallar o defraudar eso tendría consecuencias que aún no entiendo. Si a Fox se le pidió mucho y no dio nada, a López Obrador se le exige más y se espera más.
La piel curtida del presidente indica que tiene aprendida la lección. Ahora se trata de que gobierne con más cerebro que corazón; con más cerebro que hígado. Tiene todo para ser el mejor y para conducir al país con lucidez y tino. No es mucho pedirle que atienda las formas. Viéndolo bien: es lo de menos.
NOTA: Agradezco en lo que vale a mi gran amigo y mejor periodista, Paco Rodríguez, la oportunidad de expresarme en ÍNDICE POLÍTICO, un sitio de profesionales plurales, divergentes y convergentes. Honraré esta tribuna.
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