MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN.
Entre habitantes de San Primitivo Tlahuelilpan, en el estado de Hidalgo, especialmente de los deudos de quienes perdieron la vida cuando explotó la toma clandestina, la tarde-noche del viernes de la semana pasada, l referencia es similar y recurrente: “esto se pudo haber evitado”.
Y sí, esa tragedia pudo evitarse. Pero la fuerza pública y los soldados que llegaron al lugar y pidieron a la gente alejarse del chorro de gasolina que poco a poco sumaba más presión y altura, acataron la orden de no enfrentarse a la turba que, enardecida con esa ambición de hacerse de unos litros gratis de gasolinas, soslayaba el llamado, en el mejor de los casos, o aquellos envalentonados que injuriaban a los militares y retaban.
Sí, pudo evitarse la tragedia pero las bandas de huachicoleros como en su momento los grupos de narcotraficantes o miembros del crimen organizado echan por delante a mujeres y niños, a ciudadanos que por unos cuantos pesos acuden a marchas contra la Policía Federal y el Ejército Mexicano que los persiguen.
–¡Ayúdame güey! ¡Me muero!—se escucha a uno de estos desgraciados que corrió como tea ardiendo rumbo a ninguna parte sobre el sembradío de alfalfa y pedía auxilio.
–¡Revuélcate!—le respondió el anónimo individuo fuera de la lenta que captaba ese dantesco escenario con el fondo sonoro de gritos de dolor que parecían buscar clemencia porque la gasolina quemaba y derretía las ropas en los cuerpos de aquellos hidalguenses que minutos antes gritaban felices en una danza de euforia avivada con esa intoxicación que provoca la gasolina, inhalaban gases, se drogaban.
–¡Ayúdame!—insistió el hombre aquel a quien el fuego consumía y el aficionado camarógrafo con celular en ristre no se atrevía a captar… pudor salpicado de miedo, sin duda.
–¡Revuélcate!—le insistió el otro anónimo fuera de cámara mientras al fondo se alzaban enormes lenguas de fuego y la gente corría despavorida en busca de campo salvo. Y nosotros, los espectadores de las redes sociales sentíamos la impotencia frente a la tragedia.
Y nos atenazaban emociones encontradas porque horas antes habíamos visto un alfalfar solitario al que llegaban soldados y miembros de protección civil y policías estatales o municipales. Y, en efecto, había un chorrito de combustible, un chorrito y ningún ciudadano que se acercara con un bote para hacerse de unos litros de gasolina.
Pero, en poco tiempo ese campo comenzó a llenarse de decenas y luego centenas de pobladores de esa localidad que es ruta del huachicol, tierra de nadie donde la ley la aplican estos individuos que, sin duda, convocaron a la concentración para que la turba se hiciera de unos litros de gasolina. ¿El reto a López Obrador?
Niños, adolescentes, jóvenes padres de familia, ciudadanos que cargaban bidones en camionetas y para nada tenían traza de humildes o jodidos hidalguenses, nada de miseria entre esa gente que corría por el campo pujando con los recipientes rebosantes de combustible.
¿Quién mandó el primer mensaje en ese chat cerrado del vecindario de San Primitivo Tlahuelilpan con la convocatoria para hacerse de unos litros gratis de gasolina?
El fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero sabrá en breve quién o quiénes convocaron al festín de la ordeña del ducto que derivó en tragedia que, sin duda, se pudo evitar como insisten los mayores de esa localidad hidalguense, estos adultos mayores, esas esposas hoy viudas, las hijas que se quedaron sin padre, los jóvenes que perdieron a los hermanos mozalbetes que fueron en busca de lo que les significaría unos pesos pero encontraron la muerte.
¿Se pudo haber evitado la tragedia? ¿Faltó valor a soldados y policías frente a cientos de frenéticos ordeñadores de combustible? Probablemente de haberse envalentonado y escudado en sus armas aquello hubiese derivado en una tragedia que en este momento reeditaría marchas para denostar a las Fuerzas Armadas, aunque no son hermanas de la caridad.
¿Y los amigos del Presidente?
Pasmados, rebasados por un gobernador que no gozaba de popularidad en los días recientes pero que se puso al frente para atender la emergencia, mientras los amigos del Presidente, designados en la Secretaría de Energía y en Petróleos Mexicanos evitaron dar la cara hasta que su amigo Andrés Manuel atinó a dejar ese periplo por el Bajío donde andaba repartiendo promesas, para viajar dizque por carretera a San Primitivo Tlahuelilpan.
Sí, Alfonso Durazo se apersonó como marcan sus obligaciones, pero el gobernador Omar Fayad tenía el mando.
¿Se pudo haber evitado la tragedia? Hoy se busca a los culpables. Unos acusan expresamente al presidente López Obrador de omisión, y estuvo a un tris de incurrir en esa ausencia de severas consecuencias, aunque no deja de hacer campaña.
Evita responder cómo viajó de Aguascalientes a Hidalgo –¿en camioneta como Flash Gordon?–, olvida que en redes había referido expresamente que continuaría con su gira porque en el lugar de la tragedia estaban sus colaboradores y ya había pedido al gobierno, sí, pedido al gobierno que ayudara a atender la emergencia. ¿No es él, el representante del gobierno?
Y en la conferencia de prensa una joven reportera pregunta:
–Y, por otro lado, hoy ha insistido usted mucho y ayer también en que no va a ser alcahuete, en que no va a ser cómplice de la corrupción. ¿Toma este hecho (la explosión del ducto) como un desafío? Independientemente de las autoridades, de las investigaciones que resulten, si fue un sabotaje o no, si fue intencional, ¿lo ve usted ahora como un desafío para seguir con esta lucha?
López Obrador responde con un rollo demagógico, patriotero y envalentonado. Leamos:
“Es que si hay alguna intención en ese sentido, vale más que quede claro que no voy a dar ni un paso atrás, que no voy a ceder en la lucha contra la corrupción.
“Te repito, no me importa el cargo, me interesa formar parte de la transformación de México, junto con muchos mexicanos y no voy a ser alcahuete. No me voy a convertir en florero, no me importa la parafernalia del poder, no me interesa.
“(..) Si están pensando en cales, si están pensando en probarnos, si ese es el propósito que de una vez se entienda que no vamos nosotros a claudicar y ofrezco nada más a la gente disculpas si esta acción causa sacrificios, daños, molestias, pero lo tenemos que hacer.
Nos puede costar, pero la patria es primero. México necesita acabar con la corrupción y no es algo negociable, dicen algunos que vamos muy a prisa, pues sí.
“Es que tenemos que arrancar de raíz este mal para, aunque no les guste y me llamen mesiánico, para purificar la vida pública del país. Hay que acabar con la corrupción, hay que poner por delante la honestidad como forma de vida y como forma de gobierno”.
Sí, la tragedia se pudo evitar, pero es pasado. ¿Podrá el Presidente calmar sus ansias protagonistas y asumir que, aunque no lo quiera, gobierna a un país y eso se llama poder? ¿Podrá? Digo.
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