MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
La calificadora Fitch Ratings cometió el pecado, sacrilegio político en México, de meterse con la versión presidencial de que todo lo que hace lo hace bien y si no lo vuelve a hacer, incluso por encima de la ley porque, aduce el licenciado Andrés Manuel López Obrador, es honesto y sin cargos de conciencia, en tal nivel que se pasó por el arco del triunfo una millonaria adquisición en dólares que debía haber sido licitada con los carros tanque para transportar combustible.
Y es que, hace dos días, Fitch Ratings bajó dos escalones la calificación crediticia de Petróleos Mexicanos, es decir, a ‘BBB-‘ desde ‘BBB+’, y mantuvo la perspectiva en negativa, que implica una posible nueva baja de la nota.
La rebaja de la nota de Pemex implica una caída del escalón ocho al 10 en la escala de Fitch quedándose al borde de caer en ‘BB’, ubicándola en grado especulativo. El diario El Financiero publicó esa determinación de la calificadora, que carece de fundamentos políticos y no obedece a filias ni fobias, simple y llanamente es una medición de especialistas que no abrigan un futuro halagüeño de la llamada empresa productiva mexicana, por más que se haya anunciado que le cambiarán hasta la forma de andar.
Sin duda dolió a los inexpertos nuevos dueños del gobierno en México, el que Fitch Ratings haya dado pauta a la consideración de que la baja en las calificaciones de Pemex refleja el deterioro continuo del perfil crediticio individual de la empresa.
Hoy, la calificadora se sumó a esa especial jauría de perros del mal en que el presidente Andrés Manuel López Obrador convierte a sus críticos, a quienes incluso con propuesta suelen cuestionarle decisiones como la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México y su pueril propuesta de construir dos pistas en la base militar de Santa Lucía.
A los reporteros que le hacen preguntas incómodas los pasa al segundo plano y se niega a darles una nueva oportunidad de cuestionarle. A sus críticos los descalifica soberana y peyorativamente con adjetivos de bote pronto. El voluntarismo presidencial se barniza, pues, con gracejadas y desplantes que nadie en su círculo doméstico se atreve a cuestionarle, al contrario, le aplauden el linchamiento verbal, como ocurrió con este tema que, reitero, nada tiene de político o de manufactura a modo contra el naciente gobierno que ha demostrado sobrada inexperiencia.
Así, Fitch Ratings amaneció el último miércoles de enero como uno más de estos perros del mal, pero de corte fifí. Perro del mal porque, conforme con ese calificativo se imaginaría como mal presagio de lo que ocurre con Pemex en su nivel de enfermo terminal a menos que haya un milagro, como sin duda lo habrá con “hallazgos” de ricos yacimientos en aguas someras o en tierra adentro. ¡Faltaba más!
Y provocó la ira presidencial. Veamos.
Sin asomarse siquiera al caso de insultante corrupción del dirigente del sindicato petrolero, Carlos Romero Deschamps, ni atender con enjundia el reto de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación que, en Michoacán tiene estranguladas a las vías ferroviarias que implica, éstas sí, perjuicios millonarios al aparato productivo y ahuyentan, junto con la especial ausencia de atención a las huelgas en Tamaulipas, a la inversión privada, Andrés Manuel López Obrador respondió algo más que molesto a la evaluación de la calificadora. A saber.
“Pemex está mejor que en los últimos 30 años, porque el principal problema de Pemex era la corrupción y ya se está limpiando. Es muy hipócrita lo que hacen estos organismos (refiriéndose a Fitch Ratings) que permitieron el saqueo, que avalaron la llamada Reforma Energética, que sabían de que no llegó la inversión extranjera y que no se incrementó la inversión en Pemex y eso fue lo que produjo la caída en la producción petrolera y nunca dijeron nada, guardaron silencio cómplice y ahora que estamos recuperando a Pemex salen con sus recomendaciones o tratando de calificar sobre el desempeño de Pemex”, dijo en la conferencia mañanera.
Hipócritas, ¿hipócritas las calificadoras? Este es un asunto de finanzas, de proyecciones económicas a partir de análisis de mercado y comportamiento en la producción, de subsidios y todos estos etcéteras que impactan en la industria de cualquier país y que obedece a la globalidad económica, por supuesto sustentada en el comportamiento de las políticas públicas y las decisiones políticas.
¿Hay corrupción?, sin duda; es un asunto insultante como insultantes las fortunas hechas por gobernantes y políticos en las ligas mayores y en las menores, en estancos de poder público y el tráfico de influencias, la venta de favores y el cobro de facturas. Nada nuevo, todo elemental y harto conocido mas también encubierto bajo el manto de la impunidad que hoy tiende Andrés Manuel López Obrador y le tiembla la mano para aplicar la ley, esa oferta de campaña que es evidencia de la demagogia de siempre.
¿Por qué se enoja el Presidente? Porque una calificadora le dice una enorme verdad. Antes que descalificarla debiera atender los puntos finos de ese fundamento que avista la debacle en Pemex por más que se tejan soluciones mágicas cuando no se atienden, primero, las soluciones antes de generarse los problemas como ocurrió con esta patada que López Obrador le dio al avispero del huachicol.
Debiera atender propuestas, como esa que le hizo el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés Mendoza, de construir conjuntamente un adecuado plan de negocios para sanear las finanzas de la empresa. Incluso el cambio de Director General de Pemex por un experto en la materia y que haya un plan fiscal para sanear las finanzas de la empresa, amén de suspender el proyecto de la refinería en Dos Bocas, mientras no haya una evaluación técnica por parte de expertos nacionales e internacionales.
Porque esas declaraciones de sus amigos como la secretaria de Energía, Rocío Nahle García, y el coordinador de los diputados de Morena, Mario Delgado Carrillo, de sumarse al linchamiento de la calificadora Fitch Ratings porque, aducen, desconfían de sus apreciaciones al bajar la calificación crediticia de Pemex, solo abonan a la estridencia y restan valor a una realidad que no se oculta con mentadas de madre.
Y, por supuesto, se curan en salud. “No confiamos –dijo Nahle– y yo creo que hay economistas que le van a seguir el hilo a esta calificación y no van a coincidir. No entiendo porque hace unos meses no cambiaron la calificación y ahora que se le está dando inversión, que hay proyectos que se le va a flexibilizar su régimen y cuando la mezcla mexicana del petróleo está por arriba del West Texas”.
Y el coordinador de los diputados federales de Morena, Mario Delgado, convertido en todólogo, llamó a las calificadoras internacionales a hacer un esfuerzo por cambiar la metodología de la evaluación con la que emiten sus opiniones porque, argumentó, hay muchas cosas que están cambiando en torno a la empresa productiva del Estado.
Meta orden en su equipo y no se enoje, Presidente. ¿Le harán caso los profes de la CNTE? ¿Nahle y Delgado le garantizan mejores tiempos en Pemex? ¿Y Romero Deschamps? No se enoje, Presidente; el que se enoja pierde. Conste.
JUEVES. “Era enorme su fuerzas moral y su físico siempre vertical e inquebrantable, como es gran árbol, hasta que anoche sus raíces no pudieron sostenerlo más. Mi Beni, mi maravilloso padre, después de resistir los vientos más severos de la vida, se ha ido (…)”, escribió en su espacio en redes el colega Horacio Morales Luna, director de Comunicación Social del Congreso mexiquense. Un pensamiento en memoria de su señor padre, don Benito Morales, quien falleció el domingo último. Horacio, un abrazo solidario.
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