Francisco Gómez Maza
• La fantasiosa democracia del capitalismo de casino
• ¿A poco fue democrática la anexión de Chiapas?
Ah, la democracia, de esas palabras fantasiosas que no dicen nada, que sólo sirven para manipular a los pueblos. La usan igualmente tirios y troyanos, derechistas e izquierdistas, laboristas y conservadores, demócratas y republicanos, globalistas y proteccionistas, fondomonetaristas y keinesianos. Todos son demócratas y en nombre de la democracia se cometen los crímenes más horrendos y las injusticias más aterradoras.
Y ahora se habla mucho de ella. En México, los emisarios del pasado priista y panista se confiesan demócratas como si cuando estuvieron en el poder lo hubieran sido. No he visto en México nunca un gobierno del pueblo y para el pueblo. Todos han sido para sí, para su familia, para sus compadres y para sus amigos, y para las clases dominantes.
En la revisión de una muestra de 4 mil 793 permisos para operar gasolinerías, que la Comisión Reguladora de Energía (CRE) otorgó entre 2015 y 2018, la revista Proceso encontró que varios de estos potentados, que obtuvieron decenas o cientos de permisos durante el sexenio de Peña Nieto, incluso participaron en maniobras fraudulentas que favorecieron a los gobernantes.
Grupo Hidrosina, por ejemplo, es –después del gigante regiomontano Fomento Económico Mexicano y la familia Chiapa, que opera las tiendas 7-Eleven–, el principal despachador privado de gasolina en el país. La empresa, que pertenece a los hermanos William y Paul Karam Kassab, obtuvo de la Comisión Reguladora de Energía 193 permisos para operar gasolinerías, 55 de ellos en la Ciudad de México, 34 en el Estado de México y otros 26 repartidos entre Veracruz y Tamaulipas.
Sólo un ejemplo de la democracia priista. El gobierno del pueblo… para los poderosos.
Si la democracia fuera la participación de la población en el gobierno, una comunidad tendría un gobierno en alguna medida democrático cuando, en la aprobación de las leyes fundamentales y en las decisiones administrativas más importantes, participara, de manera efectiva, en algún grado, la mayoría de los adultos que viven en la comunidad.
Pero nunca ha ocurrido así. Fíjense. El estado de Chiapas se fue anexado a la Federación de la República Mexicana hace 191 años, un 14 de septiembre de 1824, pero los chiapanecos ni se enteraron. Fueron las clases dominantes de aquella provincia quienes tomaron la decisión de anexarse a México. Los curas, los señores, los caciques, los miembros del gobierno, pero a los indios, que entonces era la mayoría de la población chiapaneca, y los mestizos, no fueron consultados. ¡Y la decisión fue democrática!
Cuando los constituyentes estudiaron, discutieron y redactaron la constitución política no lo hicieron para que beneficiase al pueblo trabajador, al pueblo pobre. Lo hicieron en defensa de las clases poderosas. Y luego las leyes se hicieron en contra del pobre y para defender a los ricos. Y nadie, que no fuesen los llamados legisladores, tiene voz en la discusión de las leyes en general ni menos en la bondad o maldad de las políticas pública.
Es el gobierno el que decide. Los pueblos tienen la obligación de obedecer. Inclusive en los regímenes que se ufanan de ser democráticos. Y qué de democráticos tuvieron los gobiernos emanados de la gran impostura de la revolución mexicana, la impostura de los gobiernos de la revolución y, más, la impostura de los gobiernos neoliberales. Salinas de Gortari acabó con el ejido único instrumento de apropiación de la riqueza de la tierra de los campesinos pobres de este país pobre, y de pobres. Los ricos de los valles continuaron enriqueciéndose más y más, al amparo de la Constitución Política.
Así que ahora, en estos tiempos, no me vengan con cuentos los conservadores de que son demócratas. Para empezar, habrá que aclarar que eso de derecha e izquierda también se ha convertido en un mito. A los avaros que se enriquecen a costa de la mano de obra de los trabajadores y robando los bienes de la nación les llamo oligarcas, ladrones.
Es conveniente dejar algo muy claro: el gobierno de una comunidad, por un individuo o por un pequeño grupo, no es una forma de gobierno democrática, aunque esos individuos hayan sido escogidos por la mayoría de los habitantes que tienen la edad suficiente para atribuirles buen juicio. Sostener lo contrario y decir que eso es una democracia es caer en el absurdo total en el cual un monarca absoluto electo es una democracia y una oligarquía electa sería una democracia.
El engaño con el que unos cuantos hombres y mujeres, en los tiempos modernos, se han adueñado del poder político en muchos países, reside en que han logrado hacerles creer a sus pueblos que la democracia son las votaciones para elegir a una persona o a un grupo de individuos para que éstos gobiernen y hagan lo que quieran.
A partir de ese engaño, los profesionales de la política, agrupados en partidos formados algunas veces por criminales, dedican todos sus esfuerzos y una gran parte del dinero público a hacerse propaganda para llegar a las elecciones y apropiarse del poder diciendo que los procesos electorales son la democracia misma.
¡Qué mentirota!
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