* Supongo, porque así proceden, que los aciertos y desaciertos de esa actividad encomendada a Marcelo Ebrard, se medirán en el incremento o decrecimiento de la inversión extranjera, que directamente incide en el bienestar de los mexicanos y en los programas sociales
Gregorio Ortega Molina
¿La política exterior debe permanecer incólume, o adaptarse al momento que se vive? La no intervención en el caso mexicano, es un contrasentido. Si hay una nación intervenida y despojada en América, es México. Hagan un breve recuento de las intervenciones destacadas.
El resultado de los acuerdos McLane-Ocampo, Mon-Almonte, la visita al castillo de Miramar, el desembarco en Veracruz, pero mucho antes, la visita de las tropas de Estados Unidos al castillo de Chapultepec y el izamiento de su bandera en nuestro territorio; después, el revolucionario Obregón se plegó a los acuerdos de Bucareli… por mencionar algunas muestras de lo intervenida que ha sido y es la política interna de México. Supongo que a la luz de una reflexión similar, Genaro Estrada conceptuó y propuso la doctrina diplomática que lleva su nombre. Hemos sido tan lesionados, que le resultó preciso llamar a la no intervención como un acto reflejo de lo que desea para su propia nación.
El escenario mundial en que el diplomático Estrada hace de la no intervención la clave de las relaciones bilaterales y multilaterales de México, es muy distinto a lo que hoy tenemos enfrente, a pesar de ser similar porque vivimos, otra vez, un momento de reacomodo en el orden internacional.
Si al Concluir la Gran Guerra el orden del mundo fue otro por la desaparición del Imperio Austro-Húngaro, la consolidación del Británico, el afianzamiento del colonialismo y el surgimiento de Estados Unidos como primera potencia, la Segunda Guerra mundial favoreció el equilibrio bilateral, el Estado de bienestar, el inicio de los movimientos independistas y las revoluciones en América, así como la Guerra Fría y, luego, el terrorismo, que actualmente está vivo.
Pero después, la acumulación de la riqueza reordenó las reglas del juego y sustituyó a la promesa del Estado de bienestar por el neoliberalismo. Bertolt Brecht lo define a la perfección: “Toda la moral del sistema está fundada sobre esta cuestión de los medios de vida: es culpable cualquiera que no tenga dinero”.
La globalización redefinió las esferas de influencia y los conceptos de seguridad nacional y geoseguridad a nivel regional. Si Estados Unidos pudo invadir Panamá con absoluta impunidad, o financiar la Contra nicaragüense, o acudir a Irán a rescatar a sus diplomáticos, o imponer al sucesor de Francisco Franco, hoy le resulta más difícil cualquier intervención.
Si nuestro gobierno se muestra incapaz de reconocer y asumir que el mundo está inmerso en la Tercera Guerra Mundial, y que ésta es económica y regionalmente armada, tampoco podrá medir las consecuencias y alcances de su política exterior. Supongo, porque así proceden, que los aciertos y desaciertos de esa actividad encomendada a Marcelo Ebrard, se medirán en el incremento o decrecimiento de la inversión extranjera, que directamente incide en el bienestar de los mexicanos y en los programas sociales.
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