Emilio Trinidad Zaldivar
Como si no fueran objeto del mayor rechazo ciudadano en la historia de un partido político, diputados federales por el Estado de México del PRI, pretenden influir en la decisión que muy pronto habrán de tomar para la sucesión de la hoy titular del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido.
Personajes siniestros como Luis Miranda Nava, que quiere hacer valer su auténtica cercanía con quien mal gobernó el país los últimos seis años, trabaja y se ostenta como cabeza del grupo Altacomulco, en un intento por ser ellos los que carguen la balanza del lado que les interesa, para hacerse del control del otrora poderoso PRI.
Este oscuro, mediocre, ignorante y prepotente todo poderoso, quiere convertirse en la siguiente figura del priismo mexiquense, olvidando que ni siquiera pudo ganar la alcaldía de la capital Toluca, cuando creía que de ahí en automático sería el sucesor de Enrique Peña Nieto en la entidad.
Miranda Nava fue hombre de todas las confianzas en los temas financieros de Arturo Montiel, y de ahí pasó a ser el operador de los dineros de la campaña de quien sería a la postre Presidente de México.
Hoy, acompañado por Ricardo Aguilar, Ana Lilia Herrera Anzaldo y Ernesto Nemer Álvarez, entre otros, revisan junto con el gobernador Alfredo Del Mazo Maza, las posibilidades para apoyar una fórmula ganadora al interior de las filas priistas, para darle “continuidad” a la peor época que ese instituto político tenga registrada desde su creación.
Son muchas las voces que hablan de ser el doctor José Narro Robles, el personaje que Del Mazo III busca impulsar y acomodar como presidente nacional del PRI, para intentar darle prestigio, un respiro y nuevos aires, a la época que habrán de afrontar para intentar no sólo ganar sino evitar pierdan el registro como partido político.
Narro no es ni del grupo ni de la generación de estos malandrines de la política que tanto daño le hicieron al país, al haberse convertido en el sexenio de la corrupción, el amiguísimo, el compadrazgo y la impunidad, para dejar a la administración publica federal en la peor de sus condiciones.
Narro Robles aportaría talento, cultura, sensibilidad y sentido común, y sin duda se sacudiría de personajes tan nefastos como estos mexiquenses que desacreditaron la política y llevaron al tricolor a la mayor catástrofe de su historia.
Los priistas del Estado de México deben entender que su tiempo ya se acabó, o se lo acabaron y deben irse a sentar.
Donde quiera que se paren, serán repudiados y señalados como los autores de los mayores males de este país tan saqueado, tan burlado, tan lastimado por verdaderos hampones de cuello blanco.
No se ve que tengan mayor futuro más allá de los tres años en San Lázaro, o seis en su caso si están en el Senado, como para que pretendan influir en la decisión que pronto vendrá para suceder a Claudia Ruiz Massieu al frente de la presidencia del PRI.
Y ni Ivonne Ortega.