Francisco Gómez Maza
• En la vida del mexicano racista les dicen criadas, sirvientas
• Les pagan una miseria e inclusive son violadas por el “señor”
Tuvo que haber una película, impactar a los cinéfilos mundiales y ganar tres devaluados “Óscar” para que las llamadas trabajadoras domésticas quedaran visibles a los ojos de muchos y particularmente del gobierno de la república. Como en todo, en este país del racismo puro, de la exclusión fascista, del desprecio por los pobres y los indios, tiene que ocurrir algún hecho extraordinario para ver lo que está visible: las negritudes despreciadas, la pobreza hecha delito, la miseria en las calles que a los mexicanos sólo les provoca asco; la prostitución de hombres y mujeres en las calles, donde se juntan cientos de personas a comerciar con su cuerpo porque no tienen otra opción para sobrevivir, entre otras vergüenzas de los mexicanos malparidos.
Tuvo que tener éxito en el corazón del imperio una película que no es mexicana pero que se refiere a un hecho lastimero, histórico, que viven y practican los mexicanos como es la contratación de mujeres paupérrimas, particularmente indígenas, que son extranjeras en sus otrora maravillosas posesiones, para dedicarse al aseo de la casa, el lavado de la ropa, la cocina, el fregado de la ropa sucia, el cuidado de los niños y hasta la satisfacción perversa del patrón que las viola muchas veces con el consentimiento de la esposa.
Es verdaderamente preocupante que nadie, ni la derecha ni la izquierda, haya reparado en esta terrible práctica de la injusticia, junto con otras como la explotación de los dependientes en los comercios, o el personal de la hotelería, o la limpieza, o todo, o el servicio de policía oficial y privada. Una situación de injusticia avalada por la justicia. Y, en el caso de los que aún, en muchos lugares de este México racista, se les llama criados o criadas, chachas, entre otros nombres, tuvo que aparecer un cineasta, Alfonso Cuarón, que narra su infantil historia casera al amparo de una mujer que le entregó su amor maternal, a cambio del desprecio y el maltrato de la familia.
A una mujer que llega a casa, para realizar trabajos domésticos, las señoras y los señores de la casa cuando mucho le pagan 250 pesos y se lo pagan a las trabajadoras domésticas que imponen sus condiciones. A las otras, a las mayorías, ni soñarlo. Los señores de la casa les pagan lo que quieren y, como dije más arriba, hasta las acuestan en su cama para tener sexo violento con ellas. Además, tales trabajadores y trabajadoras no gozan de ninguna prestación, ni de aguinaldos, ni vacaciones, ni mucho menos de la seguridad social.
Y nadie del Viejo Régimen se preocupó por cambiar esta injusticia, Bueno. No se ocuparon de acabar con la injusticia para todos los trabajadores y los pobres, y los niños, y las mueres y los ancianos. Menos por las “criadas”.
Qué pena que tuvo que filmarse y exhibirse una película que denuncia la situación de las mujeres trabajadoras domésticas, para que López Obrador se diera cuenta de la magnitud de la injusticia. ¿O no se dio cuenta? Veremos si es cierto que el presidente está interesado en resolver el asunto y toma medidas para que se haga justicia a tales trabajadores, Ha prometido, pero sólo después de la película de Cuarón (antes no se le había ocurrido) garantizar los derechos plenos de las trabajadoras en el país.
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