Por Guillermo C. Zetina
A sus 90 años, el PRI sólo tiene dos caminos: vender su franquicia-negocio al gobierno de López Obrador y volverse un satélite de Morena, al estilo del oprobioso Verde, o permitir que en las elecciones intermedias de 2021 pierda lo poco que le queda de la camisa y entregue la plaza y el bisne que aún significan los 12 gobiernos estatales que son los que lo mantienen ($$$) con vida.
En el 2000 cayó la leyenda del PRI invencible y se dio paso a una alternancia que más bien fue una lotería que no merecía el PAN. Con Fox, un cualquiera metido a la política, los 70 años de hegemonía del tricolor pasaron a mejor vida. Los 12 años fallidos de Fox y Calderón permitieron la resurrección de lo peor del priísmo, con el Grupo Atlacomulco a la cabeza, cuyo saldo lo vimos en julio de 2018 con un ganador inesperado: López Obrador.
Si Amlo es un acabado producto, un hijo del PRI, bien hará en tirarle el salva-vida y mantenerlo a flote en su sexenio, reeditando lo que fueron el PARM, el PPS, el partido del ferrocarril o esos inventos del gobierno para violar en tumulto a la democracia. Si hoy Morena es el nuevo PRI, por lo hegemónico de sus 30 millones de votos y su líder que es un remedo de Carlos A. Madrazo, el PRI está condenado a ser la chiquillada, una comparsa del partido en el poder y así mantener sus salarios y croquetas.
(Es de risa lo que el PRI y su “dirigencia” están haciendo para taparle el ojo al macho y tratar de pasarle gato por liebre al IFE y por ende al presupuesto.
Da lástima ajena el show de los facinerosos del comité ejecutivo nacional hablando de arrepentimiento, de rectificación o reconocer mea culpa. Esos tramposos adueñados de los despojos del tricolor sólo saben robar, vivir del cuento y abusar de los mexicanos. En 2000 quedó claro que ese partido no fue hecho para ganar elecciones, sino para torcerlas y usufructuar el erario).
Todos sabemos que López Obrador dio sus primeros pasos en el PRI, en su natal Tabasco; fue dirigente estatal en sus años mozos y también le agarró cariño a la nómina oficial con carguitos públicos que le daban en Tabasco para quitárselo de encima; uno de ellos fue el Instituto Nacional Indigenista y otras chambas administrativas sólo para engordar currículum. También es cierto que López Obrador salió pitando del PRI cuando, o lo decepcionó ese partido o no logró los puestos grandes que pedía. Mejor optó por la vía cómoda de la oposición y desde joven se adueñó de la plaza pública, pasando por la toma e incendio de pozos petroleros en la tierra. Después se acomodó en las llamadas izquierdas y su momento estelar fue el Frente que lideró Cuauhtémoc Cárdenas y que dio paso a la formación del PRD. Este partido llevó al macuspanense a su primer puesto de importancia: la regencia de la ciudad de México.
A él le tocó exterminar al PRI en el DF y parece que a él le tocará enterrarlo ahora a nivel nacional. Si el tricolor ahora vive de lo que le mandan sus 12 gobernadores, lo más seguro es que en las elecciones intermedias de 2021 eso se acabe y entonces sí, a huir del ex partidazo se ha dicho. Ya sin acceso a ningún presupuesto, lo que se espera de los líderes priístas es que abandonen el barco como vulgares roedores.
Aquí es donde entra López Obrador: de lo que se trata es de cooptar con mucho dinero a los transas priístas (de eso están pidiendo su limosna) y convertir al PRI en achichincle para asegurar sus 9 millones de votos que lograron en julio de 2018 con Meade y que no son despreciables para Morena. Con esa anexión de la basura priísta, Morena estaría garantizando ni más ni menos las mayorías calificadas (pocas) que aún necesita para cambiarle a la Constitución hasta el papel en que fue firmada.
Porque eso es el PRI del 2019: un partidito corrupto que espera el hueso del amo para ladrar a discreción. Igual que en su momento los infames PARM, PPS, Ferrocarril y otros se vendieron al mejor postor con tal de asegurar senadurías y diputaciones; migajas del presupuesto, pues. Igual que en tiempos recientes ese monumento al cinismo mercader que se llama Partido Verde Ecologista de México escribió negras y vergonzantes páginas en la democracia mexicana.
Si Fox cometió el error histórico de dejar con vida al noqueado PRI del 2000, no creo que Amlo cometa el mismo dislate. Fox y el PAN pagaron caro 12 años después esa pifia y el tricolor, con Peña a la cabeza, volvieron a Los Pinos más pronto que rápido. Si López Obrador lo permite de nuevo, ya sabemos que ocurrirá con el PRI: mantendrá oculta la cola y las fauces 6 años y volverá desde las cañerías, desde su hábitat natural, para 2024. Sólo que el 15% de la votación que se augura al PRI en 2024 le serían de gran utilidad al tabasqueño, cuya popularidad está ahora en el cielo; pero que nadie sabe cómo llegará al famoso quinto año de gobierno, a como van las cosas…
Comprar al PRI es cosa de niños. Eso lo sabe López Obrador. La vocación fraudulenta de los tricolores es histórica y ahora es cuestión de abrir la chequera y apartar algunos escaños para los huérfanos de Colosio y todo arreglado. De convicción mejor no hablamos; ni de ideología. El gobierno moreno sabe de qué lado masca la iguana tricolor. Se amarchanta más fácil que los del Verde, que ya es decir.
Todo debe comenzar este agosto cuando en el PRI “elijan” a un nuevo líder. Por ahí andan queriendo ese hueso el doctor Narro, la impresentable Ivonne Ortega y el descarado Alejandro Moreno, gobernador de Campeche. Este último ha penetrado la coraza de la 4T a base de sumisión y abyección y si el elegido es él, ya no hay pierde: Morena decidió comprar al PRI y empezó por ponerle al gerente. El premio para el PRI sería tenerle piedad en julio de 2021 y permitirle quedarse con 2 o 3 gobernadores, para que no muera de inanición por falta de billete.
Quién lo iba a decir: la única manera de que Morena pierda el poder, sería una coalición formada por el PRI, PAN y PRD. ¿Lo imaginó así algún día?
¿O soñó alguna vez que el PRI fuese humillado y achiquitado hasta ser un partido patito, obligado a jalar en la dirección que le señale el superganso?
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