Por Aurelio Contreras Moreno
Demasiado temprano, el régimen de la llamada “cuarta transformación” demostró su cariz más conservador y retrógrado, de la mano de sus nuevos aliados provenientes de la derecha más rancia y contrariando las luchas sociales de la verdadera izquierda, cuya bandera usurpa al tiempo que –todavía- la usufructúa muy bien.
La andanada del gobierno de Andrés Manuel López Obrador en contra de las asociaciones de la sociedad civil que por años han realizado un trabajo social que el Estado Mexicano dejó de atender, como por ejemplo el de operar refugios para mujeres víctimas de la violencia, es apenas un botón de muestra de la actitud de un régimen que parece no entender o de plano no importarle que fue en parte gracias a esos organismos -que además sirvieron de contrapeso contra gobiernos insensibles, corruptos y hasta asesinos- que logró acceder al poder después de dos intentos fallidos.
Entre el relativismo, la mojigatería y un autoritarismo que cada vez se preocupa menos por ocultarse, la agenda del lopezobradorismo gobernante en materia de derechos humanos y civiles no se diferencia mucho de las que tuvieron los gobiernos que le antecedieron. Y pinta para empeorar, por lo que se ha visto en casi 100 días de gobierno, que se cumplirán formalmente el próximo domingo 10 de marzo.
A lo sumo, la actual administración abraza conceptos y valores que no le generen ruido ni demasiados compromisos, como el de la paridad de género, mientras evita tomar un posicionamiento claro respecto de otros temas que deberían estar contemplados sin medias tintas en el programa de un régimen realmente progresista, como el derecho a decidir, los matrimonios igualitarios y la libertad para concluir la vida por voluntad propia. Eso, cuando no los bloquea directamente o los bombardea a través de personeros.
Las contradicciones entre los integrantes del movimiento lopezobradorista que sí provienen de la izquierda o bien su trayectoria está enraizada en las luchas sociales, y los advenedizos recogidos del mismo sistema que dicen combatir y que fueron “subidos al barco” con tal de tomar el poder a como diera lugar, afloran de manera natural, a pesar de lo cual los primeros no se atreven a romper lanzas con los segundos, por miedo a contrariar al “líder supremo”.
Las agendas pro y anti derechos están así revueltas en ese mazacote de contrasentidos y discordancias llamado Morena, donde lo mismo pueden sus legisladores presentar iniciativas para ampliar la penalización del aborto y criminalizar a las mujeres que se lo practiquen, como para reconocer legalmente el derecho a que personas del mismo sexo contraigan matrimonio por decisión propia y puedan acceder a los beneficios jurídicos que ese contrato civil otorga.
Pero la realidad es que el “líder supremo”, envuelto en un aura de supuesta superioridad moral sobre quienes no comulgan con sus ideas ni su manera de ejercer el poder, se decanta por la agenda ultraconservadora, basada en preceptos de moralidad religiosa que se contraponen al liberalismo que jura enarbolar, tanto por sus creencias personales como por no molestar a las diferentes iglesias, ignorando el concepto de laicidad que su personaje histórico favorito, Benito Juárez, instauró como un valor fundamental del Estado Mexicano.
Por eso propone como candidatas a ministras de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a personas que, además de serle incondicionales, defienden esas mismas posturas conservadoras. Por eso se ha alejado y satanizado a los organismos civiles. Por eso su desprecio por la ciencia y la cultura. Por eso su tozudez para militarizar la seguridad pública. Por eso su rechazo a cualquier tipo de contrapeso a sus decisiones.
El lopezobradorismo en estado puro no es más que una “izquierda” confesional, paternalista, asistencialista, conservadora y autoritaria. Exactamente igual al viejo PRI del que abreva. Y por ello, no puede esperarse que haga algo diferente.
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