Francisco Rodríguez
Emilio Gamboa Patrón acumuló cargos públicos y legislativos, lo mismo que muuuuucho dinero, durante las últimas cuatro décadas. En el lapso de tres lustros brincó de una a otra Cámara del Congreso de la Unión. Pero nunca se ha sometido a una votación popular, pues de antemano sabe que, al representar la peor corrupción que el PRI ha dado desde el sexenio delamadridista, resultaría ampliamente derrotado.
Por eso no contiende por la dirigencia nacional del partido que hace mucho fuera Revolucionario y hoy ya ni siquiera es Institucional. Sabe que los mismos priístas lo batearían. Incluso aquellos a quienes maiceó. Condición humana, pues.
Gran-boa, como le dicen sus no pocos malquerientes, tiene para ello a un hombre de paja, un títere, un muñeco de ventrílocuo en la persona de José Narro Robles quien –lástima de trayectoria– fuera rector de mi Alma Mater, la UNAM. ¡Qué papelón!
Aurelio Nuño, El Niño ñoño, es otro de quienes mueven los hilos de Narro. Artífice de la derrota de José Antonio Meade, el joven Aurelio sigue dándoselas de politólogo, cuando no llega a ni a politicastro. Los resultados de los cargos que ha tenido –excepto quizá el de cargamaletas de Enrique Jackson– hablan por sí solos.
Y para complementar el trío de tres, el queretano José Calzada también empuja a Narro al precipicio. Cabeza de una entelequia priísta todavía conocida como Movimiento Territorial, convocó recién a los 32 dirigentes estatales de tal ficción para darles línea de apuntalar las aspiraciones de Narro… pero sólo acudieron siete de ellos. Calzada, recuérdese, hizo tan buen papel como gobernador de su entidad, que no pudo dejar un sucesor a modo pues el cargo se lo arrebató el PAN. ¡Con esos apoyos, Narro debería pensárselo dos veces!
No hay quien quiera ser pareja de Narro Robles
Aunque aparenta tener más, Narro tiene ya 70 años. Pero aún cree en Los Santos Reyes. Y es que Emilio Gran-boa lo tiene engañado. Le ha dicho que las huestes priístas se volcarán en torno suyo para elevarlo al cargo que en agosto deja formalmente su “compadrito” a veces, “hermanito” en otras, Manlio Fabio Beltrones. La dirigencia actual en manos de la sobrina de El Innombrable, recuérdese, es interina del sonorense.
Y es engaño porque, en primer lugar, la mayoría de los pocos priístas que aún quedan nada quieren saber de aquello que tenga el sello de EPN. Nada de Gamboa, quien juega golf con él semana a semana. Nada de Nuño, quien sigue siendo el favorito más próximo, muy próximo, del toluquita. Y nada de Calzada, quien no tuvo los arrestos de enfrentarse al también atracomulca, cuando le jaló las orejas por haber presentado aquella famosa declaración “tres de tres”.
En segundo lugar porque, se preguntan, ¿qué cargos dentro del PRI ha ocupado el ex rector de la UNAM y también ex secretario de Salud de Enrique Peña Nieto? No ha participado en comité seccional alguno, tampoco en uno estatal que en su caso sería el de Ciudad de México, ni ha sido electo en un cargo de representación popular. Nadie hay más alejado del PRI que este escribidor y Narro.
También porque, todo indica, ninguna de las damas distinguidas priístas quiere ir en su ticket. Lo han bateado ya la ex diputada federal Sylvana Beltrones –hija de you know who— y la gobernadora Claudia Plavlovich, ambas del círculo más próximo al sonorense con el que interactúan renombrados miembros de la 4T.
No es por su raza que habla el espíritu de Narro Robles.
Es la voz de Gamboa la que escucha y obedece.
¡Lástima de trayectoria universitaria!
¿O no?
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