Francisco Gómez Maza
• La austeridad, sobre el lomo de los trabajadores
• La solución: despidos y rebajas en los salarios
Es muy fácil decir que el neoliberalismo es el modelo económico más perverso de la historia de la economía mundial, porque se fundamenta en el individualismo puro, sin considerar el bienestar común, el de las comunidades originarias, el de las comunidades subyugadas, el de las comunidades depauperadas, el de la clase trabajadora.
Pero la economía global está en crisis, precisamente por ese individualismo ramplón que sólo mira hacia adentro del individuo y para ascender a la cúspide va pisando manos, cuerpos, rompiendo corazones, quebrando cabezas, como bien lo reconoce uno de los capitalistas más exitosos de la historia, Henri Ford.
Pero Ford iba más allá del individualismo puro movido por el interés de hacer el gran negocio y aumentar sus caudales, pero con una visión algo humanista. Mientras sus competidores vendían un motor en cien, el los producía para venderlos en 50, por decir algo, gracias a lo cual Ford vendía 100 motores mientras que sus competidores se quedaban totalmente rezagados. Era más productivo fabricar 100 y venderlos baratos, que fabricar 100 y venderlos caros. Los consumidores preferían los motores de Ford.
Pero los neoliberales puros no se tientan el alma en la explotación y el desprecio por la mano de obra, por los trabajadores sin reconocer que el trabajo es un factor tan importante como el capital en la economía. Y entonces los trabajadores deben de recibir el mismo trato que el capital porque sin la mano de obra de los trabajadores no se incrementa el capital y no puede haber reinversión para crear más riqueza, que no necesariamente tiene que estar acumulada en un banco off shore, produciendo más dinero que no sirve para nada. El dinero se hizo para el intercambio y para generar bienestar entre la gente, para producir bienes, pero los neoliberales se hacen tontos defendiendo la idea de que sólo los detentadores del capital pueden gozar de la molicie del capital. Los trabajadores son sólo eso, empleados, siervos, a quienes se les paga lo mínimo para que produzcan los bienes con que se va a incrementar la riqueza del detentador de los grandes medios de producción.
El discurso de la cuarta transformación de López Obrador incluye, si no la socialización de los medios de producción, sí un margen digno de bienestar para las clases trabajadoras y populares. Pero no es regalando dinero como va a elevarse el nivel de bienestar, porque el dinero se gasta y la pobreza continúa, aunque paliada por un puñado de pesos, en el caso mexicano. La mejor idea es la de los orientales. Enseñar a trabajar. No regalar peces, sino enseñar a pescar. López Obrador no está siguiendo más que los principios del capitalismo religioso de Calvino. Dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento… en vez de enseñarle a producir alimentos para alimentarse y agua para hidratarse.
Los neoliberales sólo ven para adentro. Les importa su entorno sólo para ver cómo incrementan sus caudales. Y, como dice Henry Ford, para ascender a la cima de la montaña, no les importa pisotear, romper, quebrar, inclusive matar, para llevar hasta arriba y encontrarse con que arriba no hay nada.
Y para resolver los problemas de la economía, la crisis de liquidez, la subida de los precios, la recesión, los desequilibrios macroeconómicos, no se les ocurre otra cosa más que ir a lo más fácil: los trabajadores. Estos, que aguanten. Y entonces deciden despedirlos del trabajo para ahorrar recursos, para resolver los problemas. O les reducen los ingresos. Y no les importa si los trabajadores entran en crisis y no pueden financiar su vida personal y familiar. Esto les tiene sin cuidado. Y al presidente López Obrador le tiene sin cuidado el bienestar de los trabajadores, aunque se presente como defensor de los trabajadores. Es la mejor solución propuesta por el neoliberalismo para resolver la economía: o bajarles los ingresos, degradándolos, o despedirlos, echarlos a la calle y sin calzones. Dura cuestión.
¿Verdad? Pero es la neta.
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