“Celebremos con dignidad lo que nos hace únicos”
Mi hija me invitó a escribir sobre cómo la sociedad ve y trata a las personas con síndrome de Down, pero yo la alenté a que ella lo hiciera, luego de ver un acto desagradable de discriminación a un joven con este síndrome. Le prometí publicarlo si lograba plasmar de forma escrita sus ideas, sensaciones y aspiraciones al respecto; sobre todo para compartir con mis lectores que me regalan una mirada, una lectura y su tiempo. Así que hoy los dejo con el análisis inquieto de alguien que quiere con sus muy frescos años de adolescente, que el mundo no funcione de cabeza.
“Cada 21 de marzo se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down, en esta fecha se realizan diversas actividades para crear conciencia acerca de esta alteración genética, en razón de hacer visibles los derechos humanos y garantías individuales de quienes nacen con dicho síndrome.
A lo largo de mi vida –apenas 15 años–, he presenciado diferentes actitudes hacia quienes nacen con síndrome de Down. Algunos personas reconocen que no deben ser tratados y vistos de manera distinta a la generalidad de los individuos y que hay que darles el mismo trato y respeto; otros, que parece por fortuna los menos, se mantienen en la idea y actitud de que hay que tratarles distinto, los discriminan sólo porque son diferentes.
Es cierto que una parte de la naturaleza del humano, es temer a lo que no entiende, cree distinto o hasta extraordinario; por eso es necesario saber que las apariencias no lo son todo, y que una persona vale más que por lo que revela su propio físico. Muchas veces la imperfección es lo realmente humano y natural, por lo que hay que entender que así como tenemos cualidades, también tenemos defectos.
Lo ideal sería aprender a amar y respetar las virtudes e imperfecciones de cualquiera de nosotros, sea cual sea nuestra condición. No existe una regla de cómo debemos lucir o de qué es perfecto.
Es importante informarnos, mantener una mentalidad abierta a nuevas experiencias que nos ayuden a entender un poco de lo que pasa fuera de nuestra burbuja diaria y propia cosmogonía.
Hoy en día se cuentan con innumerables textos, investigaciones y experiencias, que permiten a cada uno de nosotros informarnos sobre esta malformación genética, la cual en principio señala que a diferencia de la gran mayoría de los humanos que nacen con 46 cromosomas, quienes tienen síndrome de Down nacen con un cromosoma más, en total 47. Esta es la principal característica genética que les distingue.
Cada vez son más las familias que tratan con amor y entienden lo que es el síndrome de Down y por ello se avocan a integrarlos a la vida cotidiana, incluso hasta la laboral. Aunque aún es un tema de accesibilidad a centros educativos incluyentes y áreas laborales del mismo tipo.
Es cierto que los rasgos físicos de los Down, hace que muchas personas los señalen y miren hasta con curiosidad. Sin embargo siempre he creído que el ser diferente, no significa que debemos ser tratados de distinta manera. Debemos aprender a amarnos los unos a los otros, aceptar y apreciar las características individuales de cada ser humano, y sobre todas las cosas, no juzgar lo que no entendemos y saber que nadie merece más o menos respeto.
El ser únicos, con rasgos y características individuales, hace maravilloso al mundo, porque aún entre razas y nacionalidades cada uno de nosotros es distinto; por lo cual quienes nacen y viven con el síndrome de Down no deben ser excluidos de las oportunidades de ninguna manera. Ellos también sueñan en crecer, en tener amigos, quizá hasta vivir en pareja, estudiar, trabajar, viajar y más, pero sobre todo, en ser amados y parte de un grupo como todos los demás.
En los últimos tiempos, las nuevas generaciones están logrando la parte positiva del cambio al cuestionarse sobre los paradigmas establecidos, y entienden que la función socializadora debe ser hoy más que nunca incluyente, rompiendo patrones de poder y desigualdad: mujeres débiles, hombres fuertes; parejas heterosexuales; pantalones, pelo corto y más sólo para los caballeros; pero quizá el cuestionamiento más valioso es sobre el trato entre nosotros mismos y de la “casa” que nos aloja a toda la humanidad.
Para formar una mentalidad abierta y receptiva al cambio, a la evolución y a diferentes propuestas se necesita una educación basada en valores y en amor, se necesita entender y practicar la paz, la igualdad, la justicia y el respeto; lo que permite a la vez entender que nuestras diferencias nos añaden valor.
El síndrome de Down, pues, es una condición genética, como múltiples más que se presentan entre la humanidad. Celebremos con dignidad lo que nos hace únicos.”
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