* No era una reelección más, se trataba de la posposición y reordenamiento del proyecto de la Revolución, para regresar a la época de los caudillos. ¿Era, es, posible?
Gregorio Ortega Molina
De alguna manera Calles y Obregón debieron conversar sobre la reforma constitucional, a efecto de que El Manco de Celaya pudiera reelegirse sin impedimento legal alguno, pero -como dicen ahora- con enorme carga ética y moral en contra. Dos millones de muertes a causa de la permanencia eterna en el poder, pasaron al olvido a los dos lustros de febrero de 1917.
Plutarco Elías Calles, presidente de México, lo toleró. ¿Por qué? ¿Conocía el desenlace? Lo obvio es que en las boletas electorales el propietario de La Quinta Chilla resultaría vencedor. Lo que dejó de ser claro es el resultado de la confrontación entre el pasado reciente y ahogado en sangre, y el futuro que deseaba construirse y nunca llegó a ser. Permanece el ideal, es quizá un ensueño político que amenaza con despertar al México bueno en un alarido.
Entender el previsible desenlace de lo que ahora aspiran a construir como una exigencia del México bueno y sabio, requiere de la lectura de parte importante del mensaje político contenido en el último Informe de Gobierno de Plutarco Elías Calles.
“Al mismo tiempo voy a dar lectura ante vosotros al siguiente capítulo político de mi Informe, que por juzgarlo de trascendencia os invito a escucharlo con toda atención, para que meditéis detenidamente, como lo he hecho yo, acerca de las responsabilidades que nos reserva el futuro de nuestra historia, y sean ellas las que guíen nuestros pasos e inspiren nuestra actuación en las funciones públicas que nos están encomendadas.
“La desaparición del presidente electo ha sido una pérdida irreparable que deja al país en una situación particularmente difícil, por la total carencia no de hombres capaces o bien preparados, que afortunadamente los hay; pero sí de personalidades de indiscutible relieve, con el suficiente arraigo en la opinión pública y con la fuerza personal y política bastante para merecer por su solo nombre y su prestigio la confianza general.
“Esa desaparición plantea ante la conciencia nacional uno de los más grandes y vitales problemas, porque no es sólo de naturaleza política, sino de existencia misma”…
Calles se dirige a la soberanía del Congreso semanas después del sepelio del caudillo, pero pudo referirse al suceso en esos términos, porque con toda seguridad Álvaro Obregón hubo de confiarle, o compartirle, esas pulsiones que lo impulsaron a la reelección, a pesar -o quizá debido a- de las consecuencias a largo plazo de los Tratados de Bucareli.
No era una reelección más, se trataba de la posposición y reordenamiento del proyecto de la Revolución, para regresar a la época de los caudillos. ¿Era, es, posible?
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