Por Aurelio Contreras Moreno
¿Muchos o pocos? ¿Fifís? ¿Conservadores? ¿Ricos? ¿Blancos? Tal fue el nivel de la retórica con la cual los amanuenses y hasta los funcionarios del régimen de la llamada “cuarta transformación” buscaron desacreditar las protestas ciudadanas contra el gobierno de Andrés Manuel López Obrador de este domingo.
Insertas ambas partes en la lógica de la división y la polarización, llama la atención la reacción de los voceros lopezobradoristas a unas marchas que minimizan junto con sus integrantes. Si la convocatoria que lograron de verdad les parece tan insignificante como dicen, ¿por qué esforzarse tanto en atacar a quienes, en su legítimo derecho, salieron a las calles a expresar descontento hacia un gobierno?
Lamentable, por ejemplo, la reacción del secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú –el “autor intelectual” del “asesinato” del aeropuerto de Texcoco-, quien en su cuenta de Twitter se burló del contingente que marchó en la Ciudad de México. “Nunca pensé que todos los que están contra AMLO fueran a la marcha, pero sí… , ¡FUERON TODOS¡”, escribió, haciendo gala, además de su carencia de humildad y su ausencia de institucionalidad, de su pésima ortografía.
Otros, como uno de los comentócratas de moda metidos con calzador a los medios, Hernán Gómez Bruera, se dedicaron a hostigar a los asistentes a la marcha reclamándoles su condición socioeconómica, supuestamente de clase media alta en su totalidad. ¿Qué acaso no son también ciudadanos mexicanos? Amén de que él mismo no es habitante precisamente de una colonia marginada.
A su vez, la senadora de Morena Citlalli Hernández publicó en Twitter que en lo que llamó despectivamente la “marcha fifí”, “la derecha se moviliza en redes y lo intentan en las calles; parece odio, miedo y mezquindad lo que les motiva. No veo causas”. ¿Quién les dio la facultad de decidir qué causas son legítimas?
El extremo lo tocó un tal Nacho Rodríguez, alias “El Chapucero”, peripatético “influencer” que desde que comenzó el sexenio de López Obrador abiertamente pide dinero del gobierno por concepto de publicidad para su “programa” en YouTube, en el que sin ningún tipo de rigor periodístico –ni de vergüenza- se dedica a alabar al gobierno y al presidente. El autodenominado “yutuber de izquierda” –que en Tabasco dirigía una revista en la que se postraba ante los gobernadores en turno, como Andrés Granier, y ante la clase política priista- publicó en Twitter que “resulta notorio en todas las fotos que quienes marchan vs AMLO son de piel blanca. En otras palabras, es una marcha completamente racista”. Dijo el racista.
Por supuesto que se pueden cuestionar las intenciones, los objetivos y las motivaciones de una manifestación ciudadana como la de este domingo. Se puede criticar incluso que también se utilice en ésta el discurso de odio. Es válido y legítimo no estar de acuerdo con que un sector de la población rechace las políticas del gobierno. Como válido y legítimo es expresar descontento.
Lo que no debería normalizarse es que un secretario de Estado despotrique contra los ciudadanos que con sus impuestos pagan su sueldo como funcionario público; o que una legisladora olvide que es representante de toda la sociedad, no solo de su partido y sus simpatizantes; y es completamente inaceptable que las “nuevas voces” patrocinadas por la “4T” ahonden la ruptura del tejido social difundiendo obscenamente sus prejuicios de clase y raza.
Los movimientos históricos de la izquierda en México –de la que se colgaron los ex priistas provenientes del nacionalismo revolucionario, como el propio López Obrador- se valieron de las manifestaciones y la protesta social para hacerse escuchar. La soberbia de los gobiernos del pasado les impidió voltear a verlos, hasta que el sistema colapsó. Pero el valor de esas protestas no se midió nunca por su volumen, sino por su fondo.
Despreciar e ignorar la movilización ciudadana tarde que temprano tendrá un costo.
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