Claudia Rodríguez
La ya acontecida marcha del silencio del domingo anterior, y protagonizada por algunos miles de ciudadanos mexicanos, muestra relevancia de análisis más en sus aspectos cuantitativos, que cualitativos.
El número de ciudades y los cientos de personas que se manifestaron en las calles en un sentido político hace tres días, en realidad no tiene significancia en cifras. Lo que sí es imperativo, es el casi el único objetivo real que los mueve.
El motor de estas manifestaciones que han encontrado su mayor expresión en las redes sociales; es el claro desprecio personal hacia el mismo Andrés Manuel López Obrador, presidente de nuestro país –nada más y nada menos que por el ejercicio democrático del voto de 30 millones de ciudadanos del total de 80 millones con los que para el 2018 se construyó el padrón electoral– por lo que esa relación numérica de 30 millones de 120 millones que se publicitan los antilopezobradoristas, es amañada. La verdad es que a muchos no les gusta Andrés Manuel por su origen no sólo político y su misma trayectoria en la otrora oposición, hay más. Es en muchos y múltiples casos, un asunto de discriminación, soberbia, odio y enojo. .
Quienes quieren que renuncie López Obrador a la Presidencia a sólo cinco meses de ejercicio en el Poder Ejecutivo federal, lo motivan por distintas circunstancias y desafíos que les representa: unos no soportan su ser, su persona, sus modos, sus dichos, sus formas; otros lo reclaman porque han visto afectada su fuente de recursos económicos, que muchas veces puede ser lícita pero inmoral y no faltan tampoco los que sin argumento, también se contagian del repudio hacia el presidente de México.
Hoy los ciudadanos encuentran eco aglutinador en las mismas redes sociales sin que un partido político en especial los convoque –menos cuando los institutos políticos de oposición están realmente perplejos por la tunda que los ciudadanos les propinaron en la pasada elección federal y la consecuente baja en recursos económicos para salir a flote–, pero nadie puede negar que este movimiento tiene sesgos neoliberales y apoyos de los vencidos.
Es cierto, cualquiera de nosotros tenemos derecho a expresarnos, pero siempre corremos el riesgo de que nuestras verdaderas intenciones salgan a flote, más allá de nuestros dichos. Las marchas del domingo demostraron más que un argumento, el odio y la rabia contra quien es diferente a ellos y también quiere al menos, hacer las cosas distintas. Lo reiteró López Obrador: “primero los pobres”.
Acta Divina… Hicimos una marcha sin pintas, sin robos, sin basura, sin desorden, se escuchó exclamar a los manifestantes domingueros, en un dejo de superioridad.
Para advertir… ¿De verdad quieren los antilopezobradoristas la unión de la sociedad mexicana? Fuera máscaras.
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