MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN
Oponerse a actos de gobierno, a decisiones contrarias a la oferta de campaña no necesariamente obliga o implica al uso de siglas partidistas. Se es oposición y punto, sin etimologías de barroca discusión.
Igual, el disenso implica desacuerdo, discrepancia frente a decisiones como éstas que nos ha recetado el licenciado Andrés Manuel López Obrador contrarias al sentido común las más o específicas como el memorándum mediante el cual incurre en una ilegalidad en aras de una muy personal apreciación de lo que es justicia por encima de la ley.
Y me refiero a oposición y disenso que al final suman una voluntad ciudadana que se manifestó el domingo último frente a este ejercicio del poder en que ha incurrido el presidente Andrés Manuel López Obrador, con decisiones que incumplen con el maná prometido en la campaña y otras que son insultantes al sentido común, como ocurre en esas conferencias mañaneras que se significan como el Tribunal del Santo Oficio y el Torquemada que decide el rumbo de vida y obra de sus enemigos.
Dos colegas entraron, junto con otros ciudadanos cuya opinión es respetable, en una discusión que considero hueca porque en ese ánimo de descalificar e incluso ironizar con bromas contra quien no piensa como ellos –tal caso el del ingeniero Javier Jiménez Espriú—se montaron en un cartel que reclamaba ¿Dónde está la oposición?
No se percataban que la oposición estaba, estuvo y pasó frente a ellos en una marcha que fue convocada para transitar en silencio, mas fue superada por la necesidad social de decir que está hasta la madre de este equipo subordinado a un hombre y que aspira a llamarse gobierno, cuando tiene más figura de una sociedad de vecinos interesados en tratar de pintar las casas con color diferente al usado por los inquilinos que fueron echados del solar por ladrones y corruptos.
Hay, por ello, quienes pretendieron ver siglas para identificar a la oposición cuya postura se decanta en la negociación política lo mismo en los recintos camarales que a extramuros de éstos, en comederos de postín, clásicos centros de convivencia de la grilla en donde los acuerdos y pactos de sangre se aterrizan siempre con el juramento que habrá de romperse cuando una oferta de mayor atractivo político irrumpa en el escenario.
Por eso no sorprende que el licenciado López Obrador haya reaccionado con cordura y una obligada postura incluyente y de sobrada tolerancia frente a los miles de ciudadanos que, en la víspera, marcharon en la ciudad de México y otras del interior del país, inconformes con su naciente gestión al grado de exigirle la renuncia, aunque sólo podrá prosperar una vez que la revocación de mandato sea ley de obligatoria observancia; aunque de aquí a que entre en vigor, hay un espacio en el que todo puede ocurrir, incluso su derogación temprana para no herir susceptibilidades presidenciales.
Así, el licenciado López Obrador, en la conferencia mañanera de inicio de semana declaró que los ciudadanos que no están favor de su gobierno tienen todo el derecho a manifestar su inconformidad.
Y acotó: “Tenemos que ser muy respetuosos del derecho de manifestación”, sólo que ésta, por encima de la jauría que se desató para descalificarla y reducir, incluso, al número de participantes que, así hubiesen sido diez o cien, rechazan sus políticas y solicitando su renuncia.
Consideró que “es una política nueva, es una transformación y esto desde luego que no gusta, molesta a quienes están en todo su derecho a manifestarse”. Y recordó que cuando estaba en la oposición realizó cientos de marchas de protesta. “Nos costó quitar del gobierno a los conservadores, tardaron 36 años, por poco y se destruye por completo nuestro país”, dijo en una especie de premonición de lo que puede ocurrir, no en tanto tiempo, por supuesto, con su administración que es la de un solo hombre.
Indudable, el licenciado López Obrador debe haber evaluado las consecuencias de descalificar y estigmatizar a quienes no piensan lo que él quiere y no forman parte de esos 30 millones que votaron por él en julio del año pasado y que implican un bono democrático que, pese a todo, ha comenzado a gastarse a manos llenas.
¿Recuerda usted la marcha de hace 15 años contra la inseguridad y a favor de la paz? López Obrador era jefe de Gobierno de aquel Distrito Federal y a quienes marcharon los descalificó en la plaza pública, en el Zócalo. Los llamó pirrurris.
El domingo último asistieron quienes, hoy Presidente, López Obrador estigmatiza calificándolos conservadores y fifí. ¿Fueron cien? ¿Mil? ¿15 mil?, los que marcharon desde El Ángel de la Independencia y hasta el Monumento de la Revolución.
Fueron ciudadanos, simple y llanamente, que por voluntad y convicción propias se sumaron y urgieron la renuncia del Presidente, enhiesta la bandera de la inconformidad con un gobierno que levita en la oferta de campaña y se nutre en la demagogia de la promesa fácil y la descalificación desde el tribunal matutino en vivo y en cadena nacional.
La del 27 de julio de 2004 fue una marcha de cientos de miles de ciudadanos hartos de la inseguridad que privaba en ese Distrito Federal gobernado por el entonces perredista Andrés Manuel López Obrador que, desde el cargo en esos días, seguía en campaña. Quienes marcharon abogaban por la paz.
La de este domingo 5 de mayo fue también una marcha blanca porque no hubo tropelías ni lesionados ni acarreados y dejaron limpia la ruta que siguieron, sin envoltorios de tortas ni restos de comida o envases vacíos.
El domingo fueron seguramente quienes votaron por Morena o por el PRI, los que perdieron o ganaron con su candidato en las urnas con el PAN o el PES quizá con el PRD o el Verde Ecologista, fueron amas de casa y acaso empresarios y académicos y burócratas que se quedaron sin empleo, fueron, decía, simplemente ciudadanos hartos del rumbo que ha seguido la naciente administración de López Obrador con bandazos que a muchos agradan, tal vez a ya menos de 30 millones de mexicanos, pero igual desagradan y no convencen a quienes dejaron la bandera y las siglas en casa para urgir la renuncia del Presidente.
Porque no hubo una sola consigna con tintes partidistas, políticos sí porque una demanda de esa naturaleza implica una actitud política. ¿Fifís? Bueno, seguramente hubo entre los que marcharon por Paseo de la Reforma quienes lo hicieron haca 15 años, vestidos de blanco el 27 de julio de 2004.
Y sin duda muchos recuerdan que el jefe de Gobierno Andrés Manuel los descalificó desde la tribuna en un mitin en el Zócalo: “(…) ahí andan con su campañita en favor de la paz y sus moñitos blancos ¿de qué paz hablan?” Y los calificó pirrurris. ¿Hoy dirá que marcharon los fifís alimentados con dineros de los conservadores? ¡Bah!
El domingo, el silencio requerido para la marcha pacífica que congregó a miles de ciudadanos en la capital del país y varias ciudades del interior, se quedó como recomendación porque nadie quiso guardar para las pancartas la urgencia de que el presidente Andrés Manuel López Obrador renuncie al cargo.
Sin sobresaltos, salvo aquella necia actitud de youtuberos y sedicentes periodistas que han servido al interés del gobierno lopezobradorista, y que pretendieron descalificar a la marcha desde el punto de reunión en la Columna de la Independencia, en Paseo de la Reforma, pero fueron echados por los ciudadanos, la marcha se desarrolló en paz, salpicada de gritos y coros que cuestionaron a la administración del licenciado López Obrador.
En la marcha que concluyó en el Monumento de la Revolución, sin discursos y sólo con la entonación del Himno Nacional, ciudadanos demandaron a López Obrador que cumpla sus promesas de campaña y critican sus decisiones como la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y la construcción de la terminal aérea de Santa Lucia.
Así, con gritos de ¡México! ¡México!, y ¡Renuncia!, quedó de lado la referencia de ésta marcha sería del silencio.
¡Ya no mientas AMLO! ¡Renuncia por el bien del país!, se hilaban las consignas, la urgencia ciudadana, la que fue cuestionada y descalificada por medios como “Regeneración” y aquellos youtuberos y tuiteros que se dieron vuelo con adjetivos peyorativos y frases hechas a modo que llevaban olor a beligerancia.
Oposición y disenso términos que implican una postura asociada contra el gobernante de suyo voluntarista. ¿Fueron Fox y Calderón responsables de concitar al antilopezobraodorismo? Mire usted, no los vi como tampoco a quienes se culpa de convocar a una marcha antigobiernista. Vi a ciudadanos en el libre ejercicio de su derecho de disentir y de expresarse. ¿Los tomará en cuenta el licenciado López Obrador? Lo dudo. Digo.
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