HORIZONTE DE LOS EVENTOS
En aquel inicio de 1987, en gracia de dichas medidas, la sociedad civil en apoyo a los estudiantes, volcó nuevamente al Zócalo y a las calles. Aquella sociedad descansada e inopinante por décadas, mostró una salud desconocida, manifestándose en cientos de miles protestando en marchas casi cotidianas.
Aquella gota más que derramar un vaso, desbordó aquel sistema sostenido por la pasiva legitimación que un amplio sector social brindó por décadas al Partido gobernante. Y alertó al resto social, que aunque minoritario, con mayor fuerza de expresión en la voz pública, de demandas acumuladas en ese largo período, cimbró las estructuras de legitimación tradicional, exigiendo nuevas premisas y acuerdos, que todavía discutimos.
Son estas manifestaciones del 87, columna vertebral tanto de los movimientos que se transformarían en partidistas, importante estructura ósea de la oposición en la Capital del país, todavía en el gobierno, como de los nuevos movimientos sociales en el país, al recibir los estudiantes, el apoyo de sectores sociales poco o nada antes manifestados: madres solteras, amas de casa, expresiones juveniles no mercantilizados, abortistas –que desencadenó la reacción antiabortista-, medioambientalistas, de defensa de animales y otros grupos hoy bastante bien organizados.
Entre los grupos de estudiantes manifestados en el 87, cobraron rostro renovado las diversísimas corrientes de las izquierdas. E igual que ahora, dentro de su profunda diversidad, enfrascados en sus contradicciones de origen, parecen haber superado –por lo pronto y felizmente- las enemistades mortales por cuyos saldos nos dolemos aún, aún los no militantes: de Trostki y los trostkistas –inicialmente-, prácticamente eliminados –“SILENCIADOS” dijo el cantor del Shakal de la Habanna.
Izquierdas que en su extremo natural, remanifestado el maoísmo, con su la revolución es aquí y ahora. Minoritaria tribu entre los minoritarios mexicanos, que cobraron un vigor lumpenizado sin precedentes en el país, constituyéndose en una mayoría, hoy convergente con zapatistas urbanos, invasores de terrenos –no de tierra- y soporte determinante en la estructura electoral y de gobierno de esta ciudad -en la que ya ninguno se manifiesta maoísta.
En general, aquella manifestación estudiantil generó transformaciones institucionales mexicanas, desde el seno de la izquierda misma, superiores a las avisadas y reconocidas.
Precisó que la izquierda en sí misma, más que desmoronarse y tendiente a desaparecer, con todo desenfado público, partidista e ideológico antes de 1980, se señalaba ya su endémico agotamiento: Clauss Offe, líder de la escuela de Frankfurt (“Partidos Políticos y Nuevos Movimientos Sociales”, 1976) y con él, un amplio sector de la producción literaria respectiva, científicamente concluyó la insostenibilidad de la economía comunista, “sostenida únicamente por las burocracias prosoviéticas”, por un par de décadas más.
Hablamos de años gloriosos: El mundo bipolar (hoy, 30 años después, cuando se habla de bipolaridad, no puedo sino imaginar un lúgubre interior del hombre bipolar en cuestión, y lo bizarro pero apasionadamente fascinante de su pobre integridad) de la Guerra Fría, estaba en la antesala de su fractura no sólo esencial, sino facial: la Caída del Muro de Berlín.
Pero el mundo ni lo sospechaba: nadie siquiera nos lo planteábamos -allí está la bibliografía correspondiente-: hablar de la caída del Muro, sonaba a sueño de opio.
Hoy en la historia reciente, el que no lo vivió –ya una amplia mayoría mundial- parece que en 1988 había un muro y en 1989 se cayó, como cualquier otro muro. Pero el verdadero significado de esa, La Caída, es para la Civilización Humana de tamaños universales: guardando una sola proporción, la Divina, el caso tiene una significación similar al nacimiento de Cristo. Cristo en lo religioso, La Caída del Muro, en la consciencia occidental, y acaso, insisto, humana.
Cristo: el amor al prójimo y el libre albedrío; La Caída del Muro de Berlín: el entierro en la consciencia humana de las tiranías esclavizantes y bélicas confrontadas, como eje del equilibrio global. Y de los nacionalismos étnicos invasores, discriminatorios y supracionistas, de paso: Eso no… pese al olvido de los electores europeos y gringos, que no debemos permitir ni tolerar.
En México la izquierda, converge en esta crisis de valores e identidad, en su redefinición más que refundación, como se le ha querido llamar. Y así, ¡un año antes! de la Caída del Muro y un año antes, o más, de la extinción, más que abolición, de todos los partidos comunistas del mundo, los mexicanos comunistas, todos, ¡abolieron el PCM, el partido más antiguo de México! ¡Un año antes y por los mismos motivos!
A ello siguió un proceso de redefinición y reaglutinamiento, hacia la fraternidad y la lógica de la lucha política. Así la elección del Ing. Heberto Castillo como candidato por excelencia de las izquierdas y su declinación en pocos meses, en favor del hijo del Caudillo del 18 de marzo.
Pero todo en una lógica de reunificación de las izquierdas en un proceso mucho más complicado que lo discursivo. Y de temperamento internacional, más allá de las nacionalidades, de México, aún con nuestra notable anticipación progresista en el mundo: similar al ejemplo del Constituyente de Querétaro de 1917, a las constituciones Rusa y de Weimer de 1918, en cuanto a la creación de los derechos sociales o de clase –orgullosamente mexicanos-, así, la anticipación abolicionista del comunismo en México, aviso y obsequio de comprensión postmoderna al mundo, por distinguidos mexicanos, como Heraclio Zepeda.