Por: Héctor Calderón Hallal
Donald Trump, el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América a lo largo de su historia, acaba de evidenciar no sólo su nulo espíritu de competencia, sino su incipiente capacidad como hombre de estado; su capacidad para dirigir los destinos de la nación-paradigma de la igualdad y la libre-competencia en los últimos 100 años por lo menos.
No, lo que vemos no es una estrategia mediática o de regateo para negociar su liderazgo económico ni contra China, ni mucho menos contra México.
Estamos ante la presencia de una insuficiencia de carácter, quizá de una discapacidad mental de tipo esquizoide incluso, en la personalidad del mandatario estadounidense.
Atributo de la personalidad que pudiera ser fácilmente invocado en el caso de un probable Impeachment contra el empresario metido a político, figura equiparable al juicio político en sistemas jurídicos como el nuestro, es decir, no basados en el sistema jurisprudencial como el del vecino país del norte.
Como el niño rico del barrio, malísimo para jugar fútbol callejero, pero con el atributo de ser el dueño del balón; y que en cuanto le empiezan a ganar los contrarios y la goleada lo ubica en su justa dimensión, el niño Donald se enfurece y recoge su pelota decretando que se acabó el juego, para irse a refugiar en las faldillas de su mamá, una especie de Doña Florinda republicana, con quien se queja sollozando porque no lo dejan ganar la cascarita y además, ningún equipo lo quiere escoger cuando se integran los equipos.
El pasado jueves 30 de mayo, Trump arremetió contra México en una especie de batalla contra la inmigración irregular y anunció un arancel del 5% en todos los productos importados de nuestro país a partir del 10 de junio. Este gravamen, dijo, irá aumentando gradualmente hasta 25% mientras no se perciba una mejora en el control de individuos, de la nacionalidad que fuese, que en calidad de transeúntes, ingresan por la frontera con nuestro país sin la documentación reglamentaria; asunto que, hay que decirlo, en su momento también recriminó al presidente mexicano anterior Enrique Peña Nieto y que dicho sea de paso, representaría la extinción materialmente de nuestro país. Una locura el solo pensarlo.
El peso, por su parte ha resentido una fuerte depreciación llegando al borde de los 20 pesos por dólar.
Totalmente explicable la conducta del mandatario estadounidense cuando de lucirse se trata ante la proximidad de su nominación a la candidatura buscando su reelección. El golpe es por demás mediático; además contra México, el punching bag más cercano y confortable; el amigo pantufla al que usa solo cuando lo necesita al final del día y que avienta sin destino para confortarse; el chamaco más débil de ese barrio que conforman los 3 más creciditos que integran ese barrio llamado Norteamérica.
Pero el tiro cantado a la todavía llamada oficialmente República Popular de China, constituye un asombroso e inexplicable todavía salto al vacío de un trapecista sin red.
Desde siempre se supo que quien ganase la guerra tecnológica en el sector de la electrónica ganaría la supremacía mundial. Se desprende lo anterior dado que a través del desarrollo de esa industria, se desencadena la capacidad para el espionaje y la telemecánica para operar armamento sofisticado y teledirigido. Es así como quien desarrolle tendrá mejores y más potentes armas y/o más capacidad de espiar y controlar al mundo. Esa competencia o guerra de innovaciones se sintetiza en un sólo paso: Encontrar el desarrollo de la funcionalidad de la quinta generación de los dispositivos de telefonía inteligente; la famosa 5G (Five G).
En la lucha por encontrar ese avance tecnológico, el faiv yi, han surgido en el país asiático dos verdaderos portentos empresariales que han venido despuntando con sus innovaciones y abatimiento de precios al consumidor: Huawei y ZTE……y que ya desarrollaron esta quinta generación.
Ha habido una rampante presión comercial y legal de Estados Unidos contra estas dos empresas chinas, que comenzó desde 2018, cuando el presidente Donald Trump prohibió a sus departamentos gubernamentales utilizar equipos fabricados por Huawei o ZTE. Las posteriores acusaciones contra estas compañías industriales chinas han sido por espionaje industrial, fraude y otros delitos que Beijing niega rotundamente y que desembocaron definitivamente este pasado 15 de mayo en la firma de una orden ejecutiva que prohíbe el uso en territorio estadounidense de equipos de telecomunicaciones fabricados por compañías consideradas como una amenaza para la seguridad nacional estadounidense; entre estas firmas están Huawei y sus 70 empresas filiales.
Acto seguido, varias compañías del país norteamericano rompieron sus relaciones comerciales con la empresa china. La repercusión más grave para los usuarios de Huawei ha sido la decisión de Google de cortar su cooperación con la compañía china, que usa su sistema operativo Android, entre otros servicios. A pesar de todo, Huawei asegura que hará todo lo posible para contrarrestar las consecuencias negativas de esta decisión de Estados Unidos.
El nuevo paradigma; el milagro chino.
Se ha invocado en artículos anteriores por parte del suscrito, algunos conceptos filosóficos derivados de la obra atribuida a un guerrero de origen chino, de nombre Sun Tzu que, verídico su origen o no, encierran asombrosamente en pocas palabras un conjunto de doce enunciados que engloban protocolos sobre la guerra y la defensa. Uno de ellos es bastante claro: Conoce tus partes débiles y escoge tus batallas.
El milagro chino, le ha dado desde principio de la década de los setentas en el siglo XX, la etiqueta a China Popular de ser un nuevo paradigma en la configuración de las llamadas potencias que integran el nuevo orden mundial.
Con un crecimiento sostenido y asombroso de 9.7% anual en promedio en los últimos 15 años, producto del surgimiento de una nueva ideosincracia, sembrada entre otros por Mao Tse Tung, el líder revolucionario que erradicó el vicio del opio y estableció como prioridades la educación, la alimentación y la salud del pueblo por encima de cualquier otra frivolidad y mal hábito.
Tan sólo en el año 2007, aportó el 17 por ciento del crecimiento económico mundial y fue el país que mas aportó consecutivamente desde el año 2000 a ese concepto, por encima de los Estados Unidos. La anterior es una estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el año que precisamente estalló la gran crisis inmobiliaria en el país vecino del norte y que se dice fue más catastrófica que la crisis del 1929; y de la que por cierto no está muy claro si han salido ya del todo de ella los estadounidenses.
Si pudiéramos medir el Producto Interno Bruto (el famoso PIB) en términos de paridad de poder adquisitivo (PPA), China ostenta el segundo lugar, sólo por detrás de los Estados Unidos y muy por encima de países como Alemania y Japón.
Como consecuencia de este veloz crecimiento, el peso de China en materia de poder adquisitivo de su población derivado de su incremento del PIB, que por ejemplo para el año 1980 era de tan sólo 3.4 por ciento, para el año 2018 habría alcanzado el 20.3 por ciento, mientras que el de Estados Unidos no ha variado mucho desde aquel 1980, oscilando en el 21 % y el de la Unión Europea, en promedio, ha descendido del 29 al 21 por ciento también en ese lapso señalado.
Pero el asunto que más amenaza el liderazgo de los Estados Unidos como potencia universal, es el ámbito de la supremacía tecnológica. Y en este terreno, China ha tomado el liderazgo en los últimos meses de manera deliberada y esto ha irritado sobremanera a los estrategas de seguridad de la Unión Americana, que ha obligado a su presidente Míster Trump, a encargarse del asunto, pero muy a su modo: de forma neurótica, iracunda y desesperada.
Es evidente que están perdiendo la batalla y que hay nuevos paradigmas hasta en la configuración del nuevo orden mundial.
Y China se ha dado el lujo de manejar esta especie de competencia soterrada, con clase y hasta con actitud de supremacía.
Hace unos días, mientras el presidente chino Xi Jinping visitaba una de las reservas minerales de las llamadas Tierras Raras, que se ha dicho catapultarán definitivamente el desarrollo y liderazgo de la industria electrónica china, el periódico oficial chino se dio el lujo de colocar a su nota un epílogo por demás elocuente de esa supremacía tecnológica que ya poseen los chinos: “Que no digan los americanos que no se los advertimos; ganaremos la guerra tecnológica….que Estados Unidos no subestime la capacidad de China para contraatacar”.
Pero, ¿Qué consecuencias tendría esta nueva Guerra Fría Comercial entre Estados Unidos y China?
Las consecuencias del conflicto comercial entre Washington y Beijing serían globales y podrían causarle daños colaterales a los Estados Unidos y al resto de la economía mundial.
De entrada se aprecian como una oportunidad para China.
A partir del pasado Lunes 27 de Mayo, los consumidores chinos por conciencia propia, boicotearon al Iphone y han provocado desde ese día, sensibles derrumbes de las acciones en el .undo bursátil de la firma Apple.
Y ya se prevé que la firma Qualcomm, que es el principal proveedor de Huawei, se quedará sin su cliente mayoritario. Se sabe que ya Huawei tiene un nuevo proveedor en la firma Kirin, que fabrica el nuevo microchip, con un diseño propio, a menores costos de producción y que casualmente el proveedor es una subsidiaria de Huawei.
Se dice que entre Qualcomm y otros proveedores van a perder alrededor de 11 mil millones de dólares en facturación, lo que significaría la muerte comercial de estas empresas occidentales.
El sistema Android, desarrollado conjuntamente entre Huawei y Google, está en vías de ser sustituído por Fucshia, empresa china que inmediatamente trabajaría con Huawei para restablecer la funcionalidad del sistema, llámese como se llame en adelante y al suceder esto, Google tendría que rascarse con sus propias uñas en materia de programación, pues Huawei es la empresa que pone la programación en ese sistema y ha mantenido legalmente sus derechos; se los llevaría consigo.
Cabe señalar que los teléfonos actuales en los Estados Unidos con los dispositivos Android, no tendrán problema alguno ante una eventual separación de estos dos gigantes; sólo los que sean fabricados después de que entren en vigor las referidas sanciones del gobierno estadounidense, es decir, a partir del 16 de agosto del 2019.
Ren Zhengfei, fundador y propietario de Huawei Technologies Co. Ltd., declaró en días recientes que tenían preparándose casi 6 años para este momento en que los Estados Unidos tomaran conciencia de lo que significaba la 5G, propiedad exclusiva de Huawei y que siempre supieron que boicotearían a la empresa y sus productos, a partir de este momento; por lo que llevan un año completo de suministro de partes en inventario y que en el momento en que entren en vigor las sanciones sus plantas fabriles estarán listas para producir todos los componentes que hagan falta sin necesitar de proveedores americanos o de otra parte del mundo.
Fue muy significativa la seña que le hizo al presidente Trump (le mostró el dedo cordial) para soltarle después: “las empresas no son países y podemos hacer cosas que los países no pueden…..nos estás menospreciando”.
Esto después de que el presidente Trump reivindicara un poco y les diera chance según él, señalando que les daría 90 días de gracia.
Alemania y Francia por su parte, el miércoles 29 dejaron claro que Europa está comprometida con Huawei y que no hay razón alguna por la que abandonen su relación comercial con el corporativo chino. Es comprensible que Europa quiere tener primero la 5G y sólo Huawei puede hacerlo posible, en el entendido de que empresas europeas como Ericsson y Nokia sean contratadas para la instalación física de la red y otras actividades periféricas.
En resumidas cuentas, esta primera gran batalla entre Estados Unidos y China Popular por el liderazgo económico -y quizá mañana militar- del planeta, ha sido muy mal calculada o escogida por el presidente americano Donald Trump.
El resultado se antoja ya de pronósticos reservados para Estados Unidos.
A México si podrá borrarlo del mapa inclusive, si persiste en la aterradora idea de aplicarle aranceles progresivos a sus productos….pero a China difícilmente le causará un daño tan letal.
La ideosincracia del pueblo chino, desde el más humilde consumidor o trabajador, hasta el más conspicuo empresario o dirigente político, está provista de una gran dosis de patriotismo y conciencia nacional. El propio Ren Zhengfei ha sido formado en el ejército de su país y sabe lo que implica el honor de una batalla…..como todos los ciudadanos de esa gran nación , que son parte activa de su ejército.
Mientras que para los estadounidenses y buena parte del resto del mundo, esta declaración de guerra comercial es sólo una ocurrencia más de Donald Trump, para los chinos es un asunto de vida o muerte…..Usted dirá amable lector de qué proporción será el pleito y qué tan empinado tiene el camino Estados Unidos esta vez.
Ya nos daban una de nuestras primeras enseñanzas nuestras abuelitas, cuando nos decían después de nuestro primer pleito en la escuela primaria con el grandulón del grupo:….”¡Ay mijito, si hasta los pleitos se escogen!”
Y eso es de nivel primaria Donald…..¡Hasta los pleitos se escogen!
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