Claudia Rodríguez
No fueron pocos los votos otorgados en los recientes comicios federales para Andrés Manuel López Obrador, en razón de encumbrarlo a la Presidencia, con la esperanza de que ahora sí se atacará de manera frontal la corrupción en el ámbito público –tantas veces ligado con el privado–, lo que para muchos de nosotros es ofensiva y hasta una burla descarada para con los gobernados.
López Obrador señaló en campaña, que la erradicación de la corrupción lograría de manera directa, el rescate de la economía nacional; puntualizando que nada daña más al país que la deshonestidad de los gobernantes, misma que ha desatado la desigualdad económica y social, a la inseguridad y hasta a la violencia.
Lastimados pues millones de mexicanos con las corruptelas de un sinfín de funcionarios, jueces y hasta mandatarios; la esperanza sin duda era la oferta de López Obrador.
Cuando se puso sobre la mesa el punto final a los delitos de los corruptos, la efervescencia y reclamos al presidente de México, no se hicieron esperar; pero pronto los mexicanos supimos que el ataque frontal a la corrupción si va, y que no habrá sólo chivos expiatorios.
Transar con los recursos públicos para beneficio personal o de grupo, es un acto criminal que no sólo debe ser señalado por la autoridad, sino por todos aquellos que sepan de uno en particular o cadena de crímenes de corrupción; porque la lucha contra la misma y la mafia que la aceita, no puede ser sólo responsabilidad de la fuerza pública, de fiscales y jueces; también es de quienes sean testigos o víctimas.
Atacar la corrupción requiere necesariamente de una estrategia que genere transformación de valores tanto para los que manejan recursos públicos, como para quienes dependen de los mismos, ya que el objetivo es limpiar de corrupción al ámbito público no sólo para reactivar la economía, sino también para afinar la democracia y la libertad de los gobernados.
Acta Divina… La renovación moral del ya finado expresidente Miguel De la Madrid Hurtado, no llegó más que a encarcelar a Arturo Durazo Moreno, un jefe policíaco con un récord de abusos de derechos humanos y relaciones con delincuentes; al igual que al exdirector de Petróleos Mexicanos (Pemex), Jorge Díaz Serrano que pareció sólo chivo expiatorio ya que tuvo trato exclusivo en la cárcel y hasta salidas nocturnas.
Para advertir… La corrupción no está en nuestro ADN, ni todos los mexicanos somos transas. Que no nos hagan creer que todos somos iguales en conductas criminales.
actapublica@gmail.com