Joel Hernández Santiago
Lo de reunir a multitudes en Tijuana fue idea del presidente Andrés Manuel López Obrador. Quizá siguiendo su histórico estilo de mostrar fortaleza mediante la concentración de masas. En ese momento aún seguía la amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, de imponer aranceles progresivos a todos los productos provenientes de México, en su país. Lo que hubiera sido una catástrofe para la economía mexicana.
Esta gran concentración era un poco para mostrar a Trump músculo de solidaridad y ‘unidad nacional’ mexicanas en contra de esas amenazas. Y para decirle al mundo que los mexicanos estamos unidos para hacer frente a cualquier contingencia y exhibir así que Trump no podría romper ese muro nacional puesto en su nariz: la frontera entre ambos países.
Pero ya no fue necesario el tono de “Unidad Nacional” anti-amenazas-Trump. Sí para celebrar el triunfo conseguido y afecto al pueblo de Estados Unidos. Esto porque el 7 de junio –el día de nuestra libertad de expresión- Trump anunció que luego del acuerdo entre ambos países durante las mesas de trabajo de tres días, suspendía ‘indefinidamente’ (no definitivamente) lo de los aranceles: y dio las gracias al presidente López Obrador y a su equipo de negociación por su ‘disposición al acuerdo.’
En un primer momento hubo algarabía para muchos que suponen que lo que hace López Obrador estaba planeado y su conclusión era la esperada, sin considerar que Trump no da paso sin huarache y que exigiría más para obtener ganancia. Así que poco a poco fueron apareciendo los puntos de las ‘íes’ en lo del Acuerdo conseguido.
Marcelo Ebrard, el canciller mexicano, salió a dar la noticia de que se había conseguido suspender la imposición de los aranceles para este lunes 10 de junio. En México la empresa se tronaba los dedos –comerciantes exportadores muchos de ellos-, productores, comerciantes y, sobre todo, quienes manejan la economía mexicana y que ya presagiaban que de imponerse las cuotas adicionales, pronto el dólar podría alcanzar los 29 pesos.
Pero lo que unos suponen triunfo, para muchos es un fracaso. Un fracaso porque el gobierno de Estados Unidos somete la voluntad del presidente mexicano a su voluntad: nada de “puertas abiertas” ni de “libre paso” ni “respeto a los derechos humanos de migrantes” que ensalzaba el mismo López Obrador días antes.
Y nada de que México no sería ese Tercer País que habría de mantener en territorio nacional a los migrantes centroamericanos mientras iban y regresaban para conocer los resultados de sus solicitudes de asilo en el país del norte. Todavía el martes 4 de junio el canciller Ebrard decía enfático que “nunca se aceptaría que México fuera ese Tercer País”. Pero lo aceptó por orden presidencial mexicana como parte del famoso Acuerdo…
Y todavía más: México se obliga a proporcionar alimentación, salud, educación, trabajo y bienestar a los migrantes centroamericanos mientras esperan en México. (Lo que muchos mexicanos no tienen). Estados Unidos se comprometió, si, a agilizar los trámites.
El gobierno de México, días antes del 7 de junio, en señal de complacencia con Trump, comenzó a enviar una vigilancia militar mayor para controlar el flujo migratorio en sur del país. Así comenzó a endurecer su política migratoria –aun contra lo que había dicho el presidente López Obrador-.
Luego, todavía el jueves 6 de junio se supo por la agencia Reuters y el periódico The Washington Post, que México ofreció enviar hasta 6 mil de su Guardia Nacional a la frontera con Guatemala para frenar flujos de migrantes. El mismo día la Secretaría de Gobernación negó este ofrecimiento.
Ya firmado el Acuerdo, México decidió enviar a la frontera sur a 6 mil integrantes de la Guardia Nacional; esa misma que se nos dijo que se es para cuidarnos a los mexicanos de la violencia, el crimen organizado y ese estado de crimen que se viven en la mayor parte del territorio nacional…
Ahora parte importante de esa Guardia Nacional se ocupará de parar en seco la entrada de migrantes, a los que el presidente AMLO comenzó ya a denominar como ilegales. Y hará los trabajos de policía migratoria, un poco en el modelo de la Bordel Patrol estadounidense. Con esto, según Amnistía Internacional, México se asume como vigilante y resguardo de los intereses estadounidenses, criminaliza a los migrantes y extiende de forma simbólica el muro de Trump a la frontera sur mexicana.
Así, a modo de vigilancia policiaca se hace a un lado al Instituto Nacional de Migración y a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados y se mezcla un tratado comercial con los derechos humanos.
Durante la celebración del Triunfo, en Tijuana el 8 de junio, y frente al presidente de México, el presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo enfatizó:
“Inmoral e inaceptable es el doble rasero entre la frontera norte y la del sur, por una parte exigimos que nos abran las puertas y por el otro lado sellamos el paso de los centroamericanos para hacerle un favor a EU”.
Y aún más: El presidente Trump anunció el 9 de junio que el Acuerdo contenía compromisos de México que no se anunciaron en el comunicado conjunto, y que pronto se darían a conocer.
Pero se celebró ese ‘Triunfo’ en un acto ya innecesario al que se obligó a ir a la clase política y a seguidores de Morena. Ahí el presidente reiteró su buena voluntad, y su mano amiga a Trump y al pueblo de Estados Unidos, ahí mismo el canciller Ebrard, exultante repitió una y mil veces que “no se ganó todo, pero México salió con la dignidad intacta”.
Trump está en proceso electoral y quiere reelegirse. Seguirá asestando caprichos en contra de México. Y el gobierno mexicano seguirá extendiéndole la mano amiga. ¿Qué sigue ahora? Porque lo de esta ocasión fue un fracaso del gobierno mexicano que agradece a la Unidad Nacional para este resultado.
¿La dignidad nacional está a salvo?