Por Aurelio Contreras Moreno
En su búsqueda desesperada de recursos para financiar sus costosos planes de infraestructura y sus electoreros y clientelares programas sociales, el gobierno de la “cuarta transformación” no ha tenido empacho en afectar lo que sea y a quien sea.
Incluidos sectores que han sido afines al movimiento político del que emergió esta administración, como el de los artistas y los investigadores científicos.
Desde el inicio mismo del actual gobierno federal, buscaron lanzar la “guadaña” lopezobradorista sobre los sectores educativo y cultural, particularmente en las áreas de investigación científica, promoción artística y las becas para académicos y artistas, bajo la justificación de la existencia de “mafias” que viven una vida de grandes “privilegios” a costa del erario.
Por supuesto que, como en muchas otras áreas del sector público, si no es que en casi todas, las de la ciencia y la cultura no están exentas de malas prácticas, de grupos enquistados en su control político y burocrático que acaparan la gestión de los recursos, de por sí escasos en volumen, para el desarrollo de espacios que deberían ser fundamentales si es que de verdad se pensara en el crecimiento del país.
Pero en su visión maniquea de la política, de la función pública y de la vida misma, en lugar de depurar y de meter orden para hacer más eficientes sus procesos y que rindan cuentas de los mismos, el lopezobradorismo se ha dedicado a satanizar a los académicos, a los científicos y a los artistas, acusándolos sin distinción alguna de hacer “turismo” en sus viajes al extranjero, de excederse en sus supuestos “privilegios” y casi casi de saquear las arcas nacionales como parte de ese cada vez más difuso espejismo discursivo que ha llamado “la mafia del poder”.
Ese desprecio por el desarrollo del conocimiento y por la promoción de las artes ha tenido como consecuencia intentos de control cuasi estalinista por parte del régimen y, más que nada, recortes presupuestales y disminuciones salariales que han puesto en entredicho la existencia misma de centros de investigación de excelencia, cuyos resultados han ido más allá de regímenes y de partidos en el poder.
La viabilidad de instituciones como el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), y el Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional, por mencionar algunos, está en verdadero riesgo ante las disposiciones presupuestarias del gobierno de la “4T”, las cuales les han obligado a eliminar áreas y programas académicos, al grado que sus integrantes y directivos no saben cómo le van a hacer para cumplir con sus compromisos el resto del año.
En Veracruz, el Instituto de Ecología (Inecol), que realiza un trabajo verdaderamente importante en materia de investigación para la sustentabilidad, no tiene ni para pagar el recibo de la energía eléctrica. Cuando el anterior gobierno, el de Enrique Peña Nieto, realizó una inversión de 500 millones de pesos para su clúster científico y tecnológico. Y eso que fue el presidente siempre tachado de ignorante.
El discurso oficial para justificar tales medidas pasa por la culpa moral, propia de regímenes autoritarios, al grado que voceros del régimen como la actriz y senadora plurinominal de Morena, Jesusa Rodríguez, claman en los medios por desaparecer las becas para creadores, ¡a pesar de que ella misma ha financiado sus espectáculos teatrales gracias a las becas que ha disfrutado por años!
Mientras eso sucede, en el Conacyt contratan un comedor de lujo de 15 millones de pesos y la Secretaría de Cultura detiene y “jinetea” el dinero de sus becarios, en tanto promueve rituales “tecnochamánicos” y renta el palacio de Bellas Artes para homenajes a “apóstoles” pederastas.
Aunque la verdad sea dicha, ¿qué podía esperarse de un presidente que tardó 14 años en concluir su licenciatura?
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