Por Mouris Salloum George*
Desde Filomeno Mata 8
Hace unos cuantos meses, nos conmovió el drama a bordo del buque Aquarius, flotando en el Mar Mediterráneo. No se trataba de una estampa fantasmagórica para libreto cinematográfico. Era un barco real cargado de migrantes, al que se negaba permiso para atracar en puertos del continente.
El suceso puso a flote la política migratoria de la Unión Europea, vacilante desde la década de los ochenta en que los gobiernos de la zona euro actuaron y actúan conforme la demanda de mano de obra en sus propios mercados laborales.
La ONU contabiliza ya unos 70 millones de refugiados. Casi 13 millones son menores de 18 años, niños y adolescentes la gran parte. Es el refugio la respuesta humanitaria que muchos gobiernos, aún en circunstancias económicas críticas internas, brindan a esos seres que huyen de las guerras y de la miseria en sus territorios de origen.
Canadá hace la diferencia en América del Norte
En el balance general, el gobierno de Canadá supera con creces al de los Estados Unidos en acogida y reasentamientos de esas corrientes migratorias.
Es claro que los socios de México en el T-EMC tienen una visión diferenciada frente al problema de la inmigración. El gobierno mexicano se está alineando en la política persecutoria desencadenada por la Casa Blanca.
Para la ONU, el problema del refugio a los trashumantes se agiganta cuando gobiernos históricamente receptores de migrantes se están replegando por designios de las potencias que dominan las regiones económicas.
La migración expuesta a los conflictos electoreros
Peor aún: El tema se exacerba cuando está siendo incorporado salvajemente a las agendas electorales al modo que lo está haciendo el republicano Donald Trump en la campaña para su reelección.
Citamos el caso del Acuarius porque provocó un profundo diferendo entre los gobiernos mediterráneos. Los de Italia y Grecia aplican el freno a la inmigración, política a la que se ha sumado el gobierno socialista español.
El presidente de Gobierno de España, Pedro Sánchez, cedió a la tentación de hacer de la inmigración oferta y contraoferta de campaña electoral, que se resolvió hace unas semanas en favor del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Ni el Partido Popular había llegado a los límites de la reculada.
El revolucionario que sintió, de veras, la tragedia del desposeido
No es casual que nos refiramos a España. En la crisis de la República Española y en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, entre 1939 y 1942 el gobierno de Lázaro Cárdenas dio acogida a aproximadamente 25 mil nacionales peninsulares.
En cada celebración en México de la magnanimidad del Presidente michoacano, se exaltan las contribuciones que esos exiliados aportaron y aportan aún a la cultura nacional en todos sus aspectos.
No fue, sin embargo, el gesto de Cárdenas, una ecuación costo-beneficio ni económico ni político. Verdadero revolucionario que vivió en carne propia la tragedia de los desposeídos -en el caso de los españoles de su Patria-, su humana reacción de estadista no podía darse en otro sentido.
Pero esa es historia vieja. Hoy no se sabe a ciencia cierta en qué archivo está perdido el Premio Nobel de la Paz del que la diplomacia mexicana se enorgulleció alguna vez. Lo diríamos con antiguas palabras: Culpa es del tiempo, no de España. Hace actualidad.
*Director General del Club de Periodistas de México, A.C.