Claudia Rodríguez
La escena de un hombre y su pequeña hija, ahogados en el salvaje Río Bravo intentando cruzar desde México hacia Estados Unidos, es una más de las estampas que nos llevan a la realidad diaria de los migrantes indocumentados que tras una travesía tortuosa y hasta peligrosa por nuestro territorio, se enfrentan en la mayoría de los casos a la barrera a veces invisible a veces real, de un obstáculo insalvable para cruzar la frontera sur estadounidense.
Multifactorial es lo que empuja a cientos de miles de personas a dejar su hogar y aspirar a una nueva realidad lejos de su patria.
Sobre todo la pobreza y la falta de oportunidades que genera un Gobierno corrupto y omiso, son las causas expulsaras del que se arriesga a emigrar. En los últimos años, oleadas de migrantes llegaron a territorio mexicano impulsadas por promesas falsas y perversas enmarcadas en una política de corte internacional para someter al Gobierno mexicano en turno. El hecho es que en México, Estados Unidos y Centroamérica, se está viviendo una crisis humanitaria por causa de la migración expulsora a raudales.
Los mexicanos no podemos poner en un cajón aparte, el que miles de nuestros connacionales han emprendido la misma ruta que ahora se intenta restringir con la imposición extranjera de la participación abierta de nuestro Gobierno, a quienes desde otros confines utilizan a México para el mismo fin que los primeros: llegar a Estados Unidos y establecerse ahí temporal o definitivamente.
Tan sólo cruzarse con un migrante en el día a día, puede llevarnos a un examen de su realidad y la nuestra en convivencia. Hay quienes optan por denostar, a otros les carcome la situación y otros más, llegan verdaderamente a ayudar. Cualquier socorro se agradece, la agresión por el contrario es en primera instancia, un acto indigno que no abona en nada en la solución de un conflicto que con tales acciones se agudiza más en el termómetro de lo convulso.
Llegar al extremo de usar un albergue de migrantes como atractivo turístico y cobrar “propinas” por esa morbosa actividad a grupos de extranjeros estadounidenses que capturan al migrante dolido y atrapado en una travesía incierta y peligrosa, es irritante y horrible.
La crisis humanitaria que se vive hoy, requiere como para otras más, de la atención y acción de todos los involucrados; gobernados incluidos.
La imagen que retrata no sólo el terrible final de un padre y su pequeña hija ahogados en su intento de llegar a Estados Unidos, habla por todos quienes tenemos una responsabilidad.
Acta Divina… Óscar Alberto Martínez Ramírez murió junto a su hija de 23 meses, Valeria, cuando intentaban cruzar el Río Bravo desde México hacia Estados Unidos. Sus cuerpos captados en una imagen que recorrió ya el mundo como icono de la crisis migratoria, están ya en El Salvador.
Para advertir… El presidente estadounidense dijo odiar la fotografía de los cuerpos del migrante salvadoreño y su pequeña, más insiste en que todos ellos creen ir a Disneyland. Qué crueldad mental.
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