JUNIO. 2019. II.
Junio, como todos los meses está lleno de efemérides destacadas. Antes de despedirme de este mes, conmemoro la pérdida lamentable de un luchador social hijo de las tierras altas de Sonora, del Viejo Oeste mexicano, mi padre, Ramiro Oquita Y Meléndrez, hijo de la tradición revolucionaria originaria: Floresmagonista en lo ideológico programático autodidacta y de la herencia de sangre de los actores directos de la Huelga de Cananea.
De profesión locutor y licenciado en Derecho. Desde la lucha más elemental por la superación, nunca confundió su vocación política humanista, de libre pensador “enciclopédico”, con la acumulación de riqueza.
Aunado al cúmulo impecable en lo moral y en su conducta ética, asombró siempre por su agilidad mental, memoria y amplia erudición, en la forma sencilla de la que gozan los sabios al explicar y argumentar, manifiesto en su seductora y modulada conversación. Abonando a ello, su estilo franco y viril de los hombres de la sierra, como lo formó mi abuelo, el Profr. Ramón Oquita Montenegro, y mi tío abuelo, el “Nino Máximo” (D. Máximo Meléndrez Amaya) y por la dura vida que había que vivir -valga la redundancia-, para sobrevivir allá, en la primera mitad del siglo XX.
Fue diputado local por la sierra, con cabecera en Cananea y diputado federal por la sierra y el desierto, con cabecera en Magdalena. Coordinador de la campaña de dos gobernadores, D. Luis Encinas Johnson y Carlos Armando Biebrich, mi padrino, el 61 y el 72-73, respectivamente. Secretario de la Gran Comisión, de la que se le quiso desaforar por los operadores de LEA, cuya intervención del Ejecutivo en la Cámara impidió su líder, el Negro Sansores Pérez.
Al rompimiento de Biebrich con el Pacto de Ocampo y con Echeverría, él encabezó la defensa del proyecto de Sonora que Carlos Armando representó, apoyado siempre por el encomiable valor y determinación de mi otro padrino, Fernando Elías Calles, luego de tener todo Sonora y buena parte del país, solo, en Sonora, contra el desproporcionado gobierno de Carrillo Marcor, y de los que se rajaron.
Este rompimiento particular, constituyó el verdadero y primer ejemplo de la lucha democratizadora contra el presidencialismo en la segunda mitad del siglo XX, que degeneró desquiciado en graves violaciones constitucionales y desviaciones del fundamento y espíritu del mandato concebido por el constituyente revolucionario.
Amantísimo y amado padre, de quien mucho se dice, rememora y extraña todavía, cumplió el día 6 de los corrientes, diez años de haber partido: Que su lucha está viva en la simiente del pueblo mexicano, latente espera y sobrevive oportuno para un tiempo mejor.
Es oportuno recordar dos sentencias del Coronel Aureliano Buendía: “Revolución negociada, revolución traicionada”. Y, “Habrá qué hacer otra vez la revolución”.