Claudia Rodríguez
Para el presidente Andrés Manuel López Obrador sí hubo que festejar el día de ayer. Sólo el saberse dueño de la plaza en vivo o por distintas transmisiones digitales, seguro le hizo recordar que sí se pudo y de qué manera –nada más y nada menos que 30 millones de sufragios a su favor–, llegar ahora sí, a la tan ansiada Presidencia de México.
El Zócalo de ayer, logró mover los recuerdos del recorrido de la victoria que hiciera López Obrador por las calles del centro de la Ciudad de México apenas hace un año, luego de que se conocieran las abrumadoras cifras preliminares que en su favor, daban la ventaja de la votación federal para designarlo como ganador de la Presidencia.
Pero estamos ya lejos de aquella euforia que causara el éxito lopezobradorista incluso reflejado en el escenario del Estadio Azteca hace doce meses. El candidato presidencial en tercera ocasión consiguió su objetivo, aún ante la sorpresa de otros que vaya si se erigen como sus adversarios. Sobraría recalcar que ese es el juego de la democracia. A veces se gana, a veces se pierde, pero todos participan; aún quienes no sufragan contribuyen al triunfo o a la derrota de uno u otro candidato, según sea el caso.
El recuento más que de los daños y sí de los logros, lo hizo el mismo que detenta la primera magistratura del país y es para él, un saldo positivo.
Hay claro, los que no aprueban tampoco la forma y el fondo del corte de caja del mandatario federal –casi todo lo que dice y hace Andrés Manuel, provoca una profunda división entre la sociedad mexicana–, pero todos incluido él, tenemos derecho a manifestarnos lo que creamos, pensemos y hasta las quejas en torno a lo sucedió y no, en los meses transcurridos en este lapso de la presente Administración.
La ecuanimidad es posible, y en ese sentido claro que hay para señalar como relevante tras el triunfo presidencial y cuáles los ámbitos en los que se asoma la incertidumbre por no decir, el mal manejo de la Administración federal.
No obstante si algo pasa y pesa, es el desánimo que se vive sobre todo en las urbes, en donde la ayuda asistencial es bajísima y el desempleo y los bajos sueldos pegan al ánimo de cualquiera.
Dar a los que menos tienen y equilibrar, es hasta exigible. Pero tampoco se puede aniquilar con una “muerte” lenta, a quienes incluso fueron los verdaderos votantes de López Obrador: ciudadanos con estudios en plena edad productiva.
A esto le falta, hasta la revocación de mandato, dos años y medio y las cosas pueden siempre tornarse agudas.
Acta Divina… “No lucho por instaurar una dictadura”: AMLO.
Para advertir… Poco adecuado que él aclarara algo que la oposición recalca cada segundo hasta sin fundamento. Cuando algo parezca ser un acto dictatorial –como las consultas a mano alzada–, será AMLO el propio verdugo de sí mismo.
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