Jorge Miguel Ramírez Pérez
La semana pasada un grupo nutrido de policías federales tomaron instalaciones emblemáticas de la corporación. No están conformes con integrarse a la Guardia Nacional, algo que era previsible: los mensajes desde hace meses del presidente López Obrador hacia ese cuerpo policial, no dejaba dudas.
López Obrador considera a la federal como una agrupación contaminada por el cáncer de la corrupción. Debe tener información suficiente para aseverarlo, pero para el gran público que también tiene esa percepción, faltan evidencias claras que a todos satisfagan para coincidir con esos comentarios, porque no hay procesos justicieros que los avalen.
Los días de la Policía Federal estaban y siguen en la cuenta adversa, ahora con una vida no mas allá de 18 meses. Pero desde que se decidió por una nueva estructura, la Guardia Nacional, se sabía que la policía federal no estaba en absoluto en los planes y en la operación de la 4ª. Transformación. Sus antecedentes la condenaban tanto por la dinámica del avance de la inseguridad, como por sus ligas de origen en los gobiernos panistas, ratificadas por Peña, el gran putrefactor de las instituciones.
Pero las decisiones de la Secretaría de Seguridad Pública para enfrentarse a la inseguridad y al crimen, en este episodio en particular dejaron ver inconsistencias lógicas debidas los prolegómenos asociados a la innovación, pero sobre todo, se mostró un proyecto incompleto para los alcances que se pretenden, una estrategia vacilante, que reflejó una apuesta más a tantear y recomponer varios cursos de acción que mantener un proyecto con firmeza.
Técnicamente se tuvieron imprecisiones en las definiciones organizacionales, en lo laboral, en los mecanismos de autoseguridad institucional, y no se vio capacidad de manejo del conflicto, entre lo mas relevante. Se mostró un capítulo más, de la impunidad que resulta de un vacío de autoridad que analiza y opina sobre un problema, pero que no utiliza la herramientas específicas del buen gobierno para resolver.
El problema sigue y la falta de previsión apunta hacia un solo sentido: es un asunto que va a escalar a pesar que ya se definía como de alto riesgo.
Van a quedar fuera de un compromiso institucional, elementos entrenados en la violencia oficial, que si eran parte de la corrupción, como se ha expresado y tenían ligas con el crimen organizado, ya les dieron una salida fácil para integrarse con sus fétidos contactos ya sea, por fuera o en otras oficinas, como las de migración y aduanas, que se han mencionado, ampliando su radio de acción para efectos prácticos.
Y si por otra parte, no eran corruptos, los del sobrepeso, los que reprobarían los exámenes de control y confianza, y que tampoco sortearían los obstáculos de los requisitos de la Guardia Nacional, ahora se ven empujados a manejarse en un clima de desconfianza, que les identifica de golpe y porrazo con los que sí protegían malandros y que ahora, para muchos, son víctimas.
Los sucesos mal manejados, las formas y el fondo erráticos, les configura ahora a los policías digamos poco contaminados, dentro de un panorama muy similar de los que tienen cola, porque a todos, se les aderezó con la mala reputación que se les asignó parejo; pero lo que me imagino, mas les afecta, es el baño de humillación a que fueron sometidos. No volverán a ser los mismos, así tengan la adscripción que tengan.
Pero lo que me parece aumenta el daño de lo acontecido esta semana, es lo que se estima refleja una pugna mayor, una lucha geopolítica por el control de los bienes delictivos, que de hecho, son mas bien los males de este siglo: trasiego de drogas, trata de blancas a escalas internacionales y la operatividad de las investigaciones de crímenes mayores; temas por demás hasta ahora, en la cancha de la policía federal.
Porque sería ingenuo no pensar que la insurrección justificada o no, fue asesorada por alguien con suficiente influencia en el cuerpo policiaco; y ese alguien por supuesto no es Calderón, cuya figura está muy cuestionada y ávida de una popularidad jamás alcanzada. El expresidente cada día comprueba que su partido “México Libre” no le alcanza ni para una plurinominal.
Y en esa línea quien configuró la policía federal, no fue otro que el informático Genaro García Luna, que llevó al cuerpo a escalar de 5 mil elementos ¡hasta siete veces más! los 36 mil que hoy no han podido o intentado, poner en orden a los profesionales del crimen. La influencia decisiva de este personaje en la policía en marras es indiscutible, es el espectro de mayor peso sobre la agrupación durante esta larga noche de impunidades que no acaba de terminar.
Por eso los intereses del crimen van a chocar irremediablemente si no se actúa con decisión. Como muestra se anunció la intervención en Tlaxcala de la Guardia Nacional, en un santuario intocable, en el que las redes internacionales de trata y esclavitud de mujeres como mercancía de uso sexual; después de décadas de impunidad empiezan a ser combatidas pero con timidez: durante la semana se detuvo a una familia que se dedica a esa actividad criminal, en medio de pueblos enteros de esa entidad, que viven de la misma práctica. Como ellos, muchos malos hasta ahora han gozado de la tolerancia o protección policiaca como se quiera llamarle.
El hecho es que falta algo mas que la denuncia política. Falta la penal, para saber si en verdad las cosas cambian.