Claudia Rodríguez
Apenas se conoció de la renuncia de Carlos Urzúa, ahora ex secretario de Hacienda, no faltaron los señalamientos de que la 4T no sólo estaba haciendo agua, sino que ya está a nada de hundirse.
Es cierto que Hacienda y Crédito Público es una cartera de gran importancia en la Administración Pública, y antaño, casi la casa laboral del delfín del mandatario federal en turno; a menos claro, que como en muchos casos conocidos, los tropiezos los pusieran definitivamente fuera del tablero. Sólo recordar la carrera meteórica de Luis Videgaray en el sexenio anterior, que tras su fracaso diplomático con Trump y aún en Hacienda, fuera renunciado con órdenes o sugerencias de la Casa Blanca de Barack Obama.
Una misiva que se publicita e intenta explicar el porqué de la renuncia de Urzúa señala discrepancias en materia económica con el resto de la Administración y el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, mencionando que “se han tomado decisiones de política pública sin el suficiente sustento” y que resultó, señaló Urzúa: “inaceptable la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de la Hacienda Pública. Esto fue motivado por personajes influyentes del actual gobierno con un patente conflicto de interés”.
La carta renuncia del ahora ex secretario de Hacienda deja más incertidumbre que certezas, aunque queda claro el choque frontal con López Obrador. Y donde manda capitán, no gobierna marinero.
Carlos Urzúa renuncia a ser secretario de la Administración, dejando de lado todos los planes con los que se dijo, se ahorrarían miles de millones de pesos para aliviar no sólo la pobreza, sino también la inequidad salarial y hasta las violaciones a los derechos laborales. Fue el mismo Urzúa, quien hizo públicamente las cuentas alegres sobre cómo la austeridad en vez de la acostumbrada ligereza en el gasto público; sería suficiente para repartir a diestra y siniestra, incluso ante los insistentes cuestionamientos de sus interlocutores, sobre si los cálculos estaban ya bien afinados.
Discrepancias políticas, zancadas de poder, rabietas, malos estimaciones, proyecciones divergentes y seguro más causales llevaron al otrora hombre de la 4T, instalado en el mayor cargo de Hacienda, ha renunciar de manera brava. No se fue como los grandes, sino como los dolidos, los revanchistas, los que esperan que su salida abone al abrupto retroceso nacional.
Si Andrés Manuel López Obrador es el dictador que quiere dibujar el saliente funcionario público, mal por no haberse quedado a defender al pueblo de México al que dijo llegaba a servir con su protesta al cargo.
Quienes se alegran por esos tropiezos, no logran ver el todo, en donde estamos nosotros más que incluidos.
Acta Divina… “Acepto con ilusión una gran responsabilidad. Nuestro país es un país con grandes cosas, con carencias y contrastes. Debemos trabajar, desde la Secretaría de Hacienda, en el área de las desigualdades”, subrayó el recién nombrado titular de Hacienda, Arturo Herrera hasta el marte 8 de julio del presente, subsecretario de Hacienda.
Para advertir… Siempre habrá quien se arriesgue.
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