Por Aurelio Contreras Moreno
Quien haya conocido –y padecido- al ex gobernador de Veracruz Javier Duarte de Ochoa está perfectamente al tanto de la miseria humana que caracteriza todos los rasgos de su personalidad.
Acomplejado, engreído, avaricioso, déspota, mentiroso patológico, ignorante, ambicioso insaciable, cobarde y servil, son algunos de los rasgos que lo trazan por completo y que nada tienen que ver con esa imagen del “preocupado jefe de familia” que se “sacrificó” por los suyos en medio de una “persecución” política.
La embestida mediática del peor gobernante de la historia reciente de Veracruz y de México –título ganado a pulso y que con nada se podrá quitar- obedece a una estrategia –que para nada sale gratis- para adelantar su salida de la cárcel y evitar purgar el resto de la sentencia, de por sí ridícula, que le fue dictada por haber devastado las finanzas y la vida en sociedad de la entidad que malgobernó de 2010 a 2016.
Porque lo que ha “revelado” Duarte en el inédito carrusel de entrevistas que lleva “concediendo” a diferentes medios y periodistas de la Ciudad de México y Veracruz desde la semana pasada –privilegio que no tiene un reo cualquiera- son puras bolas de humo. En realidad, no ha dicho nada que no se supiera ya.
Desde que fue apresado el 15 de abril de 2017, todo apuntaba a una detención pactada. No solo por la tranquilidad mostrada por el ex mandatario al momento de ser intervenido por los elementos policiacos, sino por el hecho de que estando en Guatemala –como él mismo- con documentos migratorios falsos, su esposa Karime Macías no solo no fue detenida y deportada, sino que le fue permitido viajar junto con sus hijos, sin ningún problema ni traba, rumbo a Europa. El acuerdo era evidente. Javier Duarte no descubrió el agua tibia.
Sus dichos de la semana pasada, en los que afirma haber recibido dinero de parte del presidente Enrique Peña Nieto para sobornar a un subalterno, a un empleado del propio titular del Ejecutivo federal como el encargado de la Procuraduría General de la República de ese entonces, Alberto Elías Beltrán, suenan francamente ridículos. No porque sean unas blancas palomas todos ellos, sino porque la aseveración en sí misma es insostenible.
El propio ex subprocurador especializado en Delitos Federales Felipe Muñoz Vázquez –a quien Duarte señala de haber sobornado para que le fuera reclasificado el delito de delincuencia organizada por el de asociación delictuosa- explicó que el ex gobernador preso en el Reclusorio Norte de la Ciudad de México está enfadado por seguir en prisión y porque continúan las investigaciones en contra de sus familiares, particularmente contra Karime Macías.
La verdadera intencionalidad de la inopinada mediatización de las tardías acusaciones de un reo sentenciado como Javier Duarte estaría en lo que señaló el abogado penalista Lázaro Montalvo: “está buscando un criterio de oportunidad para ser testigo protegido. Él ya ha sido condenado por un delito, ya tiene una sentencia que fue muy controvertida. Se estaría victimizando para lograr un pacto con la autoridad y de esa manera ser exonerado de algunos delitos”.
Lo anterior cobra mayor sentido al prestar atención a lo que sí resulta noticioso de los dichos de Duarte: que en la elección de 2016 “dejé crecer a Morena en Veracruz”, como declaró al semanario Proceso. Y lo “convenientemente” expuesto en el video grabado en Guatemala el día de su detención-entrega y difundido en Imagen Noticias: en el caso “de que me obligaran a hacer alguna declaración, alguna acusación en contra de persona alguna, llámese López Obrador o cualquier otra persona, es contra mi voluntad y por el hecho de estar detenido”.
Con razón desde la “4T” le están pidiendo que ya se calle. Eso no estaba en el libreto de este montaje.
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