* El costo de esta corrupción que ahora se entroniza y parece más una prevaricación moral y política, será perjudicial y grave para el destino de México, porque así construyen un país de cínicos
Gregorio Ortega Molina
El engaño es políticamente perfecto y moral y éticamente descomunal. La corrupción no se arranca ni se combate ni se desarraiga, sólo se transforma, se emboza y se deslinda de lo pecuniario, para convertirse en un instrumento de sujeción, perverso por sus alcances. Las modificaciones constitucionales se hacen con el papel sanitario en las manos.
La retórica impecable del líder es adecuada para construir el mito. Se ahorra, se restringe la nómina, se vacía la residencia oficial de Los Pinos, se deja de usar el avión presidencial, se cancela el AICM versión Texcoco, se controla el trabajo y las salidas de científicos e investigadores, se combate el huachicol, se simulan licitaciones para la compra de medicamentos y material médico y de salud, se denuncia a las gasolineras tramposas, se anula -en los hechos- la reforma educativa de Peña Nieto, se libera a los maestros de la CNTE sin justificación algún, se exhibe a los juzgadores cuyas resoluciones desagradan al poder… y la lista puede extenderse.
Está bien, quien manda está en su derecho de no restringirse en sus libertades de imponer su versión de la realidad, aunque para lograrlo se valga, siempre, de verdades a medias o de mentiras que parecen leyendas ejemplares, sin fisura, porque por norma, para contra argumentar lo que no cuadra con su proyecto (que sólo él conoce) dispone de otros datos que nunca exhibe, nunca pone a consideración del o de los descalificados.
Resulta incomprensible que economistas, contadores, empresarios y banqueros se acomoden, sin chistar, a la versión de los hechos vertida desde el salón de la Tesorería (con toda su carga anímica), como sucedió con el refinanciamiento de ocho mil millones de dólares a Pemex, que no es un nuevo empréstito, sino la modificación en las condiciones de pago de lo que no se ha podido saldar, pero como desean, desde el poder, la renovación de la confianza que se puede tener en la seguridad jurídica del país, ajustan su verdad.
Leo, en Serpientes y Escaleras de Salvador García Soto, que los acuerdos o convenios en la política migratoria que ha de seguir México para contribuir a la seguridad regional de Estados Unidos, fueron puestos sobre la mesa y aceptados por México, para destrabar las negociaciones del TMEC, cuando EPN estaba en articulo mortis político, y propuestos por el gobierno que se aprestaba a mostrarnos el camino a la 4T, luego de una juiciosa purificación del país.
El costo de esta corrupción que ahora se entroniza y parece más una prevaricación moral y política, será perjudicial y grave para el destino de México, porque lo que hacen es construir un país de cínicos.
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@OrtegaGregorio