* Batres cultiva relaciones peligrosas para mantenerse en el cargo, o ¿fue sólo un desliz para la imagen y la propaganda política?
Gregorio Ortega Molina
Martí Batres muere por repetir como presidente de la Cámara de Senadores. Puede que lo logre, por lo que debemos preguntarnos si junto a él permanecería Arnaldo Otegui Mondragón. No es por joder, pero preocupa, porque muestra el fondo ideológico de la 4T.
¿Qué nos dice Wikipedia de quien abraza con afecto y agradecimiento al señor Batres?: “Arnaldo Otegi Mondragón (Elgóibar, 6 de julio de 1958) es un político español, actual coordinador general de Euskal Herria Bildu (EH Bildu). De ideología independentista vasca y socialista, anteriormente fue secretario general de Sortu y portavoz de Batasuna. En su juventud fue miembro de la banda terrorista ETA político-militar, desde donde pasó a ETA militar para más tarde abandonar la organización.
“De 1995 a 2005 fue parlamentario vasco por Herri Batasuna y Euskal Herritarrok, declarados ilegales en España en 2003 junto con Batasuna, por estar considerados bajo la tutela de ETA. Ha sido encarcelado en cinco ocasiones, la última en 2009 por un delito de pertenencia a banda armada en el polémico «caso Bateragune»; juicio que en 2018 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos dictaminó que no fue justo y que careció de imparcialidad”.
Es muy posible que efectivamente no haya sido justo ese juicio. Los ánimos en contra de Batasuna son muy fuertes y perdurarán, en la medida que los deudos de los asesinados por ellos vivan y recuerden. El perdón no es tan sencillo.
Pero, ¿qué sabemos los mexicanos de ese movimiento ideológico y terrorista? Mejor cedo la palabra a Fernando Savater, quien no puede ser calificado de parcial: “¿Y Otegi? Nadie negará que puede reformarse, pero a juzgar por la entrevista en TVE parece más bien estar esperando a que nos reformemos los demás. Por de pronto, el Estado va enmendando ya su intransigencia frente a quienes no sólo no condenan a ETA, sino que rechazan por antidemocrática nuestra Constitución. Hubo otros —Mario Onaindia, Teo Uriarte, Mikel Azurmendi, etcétera— que abandonaron la banda criminal para convertirse en defensores ilustrados de esas instituciones democráticas que resistieron meritoriamente frente a ella. Otegi sigue impertérrito matando simbólicamente a la democracia, aunque las circunstancias le hacen reconocer que ya no se puede matar demócratas. ¿Para qué matarlos, pudiendo esperar que se suiciden políticamente por sectarismo inane, por pereza corrupta, por insolidaridad de sálvese-quien-pueda? Calcula Otegi que no necesita enmendarse cuando son sus adversarios de ayer quienes plantean hoy al sistema una enmienda a la totalidad. ¡Y algunos retóricos siguen pidiéndole que se arrepienta! ¿Para qué queremos ahora su arrepentimiento?”
Batres cultiva relaciones peligrosas para mantenerse en el cargo, o ¿fue sólo un desliz para la imagen y la propaganda política?
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