La vida como es…
De Octavio Raziel
En alguno de los años de la década de los 60, cuando participaba en las labores del Socorro Alpino de México, me tocó acudir a un rescate en la Iztaccíhuatl desde un viernes por la noche y el regreso estaba previsto para el sábado por la noche.
Por razones que no recuerdo el retorno a la ciudad de México fue hasta el domingo a la media tarde. La ambulancia me dejó frente al periódico “El Nacional”, donde trabajaba. Tenía que entregar un reportaje ese día al mediodía. Subí las escaleras de la entrada, me introduje al elevador con mochila, piolet y la indumentaria de todo montañista. Saqué de mi escritorio las hojas ya terminadas y sólo agregué algunos párrafos pendientes.
El original se lo llevé a don Vicente Lascuráin, un hombre sabio, republicano, a quien admiré mucho, que al ver mi facha sólo acertó a decir: Ozú, no sólo llega barriéndose a entregar su trabajo, sino derrama arena de volcán por toda mi oficina.
Como perrito con la cola entre las patas fui a dejar la copia correspondiente al corrector de estilo, don Juan Rejano, hombre de sabiduría, de letras, también refugiado español, me miró, estupefacto, y exclamó: ¡Joder! Tarde y lleno de tierra.
Deme la nota y vaya a bañarse a su casa. El reportaje de marras se publicó el lunes y casi no le hicieron correcciones; sólo el personal de limpieza tuvo que recoger la arena volcánica desde la entrada al edificio, el elevador y mi recorrido a las oficinas de quienes aprendí mucho y que guardo agradables recuerdos: don Vicente Lascuráin y don Juan Rejano.