Francisco Medina
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de agosto (AlmomentoMX).- Cuando a Martin Luther King le tocó subir al podio del Monumento a Lincoln el 28 de agosto de 1963, hace 56 años, la muchedumbre se empezaba a dispersar. Eran casi las cuatro de la tarde. Los primeros trenes cargados de manifestantes habían llegado a Washington a las ocho de la mañana y muchos emprendían la vuelta.
La Cruz Roja distribuía cubitos de hielo y llevaba horas atendiendo desmayos de calor. El reverendo era el último de diez oradores tras horas de caminata y actuaciones musicales ante más de 200 mil personas.
Martin Luther King no era el líder de la marcha, sino A. Philip Randolph, un sindicalista que intentaba organizar la protesta desde 1941 y que hizo un discurso denso y duro, como la mayoría de los oradores.
El de Luther King también arrancaba con un tono amargo: «El negro vive en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material», decía al poco de empezar.
Pero a la mitad del discurso, con ganas de animar a la multitud agotada y acalorada, Luther King soltó los papeles y terminó con la declaración más optimista del día.
Una cantante de gospel, Mahalia Jackson, le sugirió: «Háblales del sueño, Martin». Él había utilizado ‘el sueño’ en varios discursos desde 1961. Y así empezó a improvisar: «Aunque afrontemos las dificultades de hoy y de mañana, todavía tengo un sueño. Yo tengo un sueño de que este país se levantara un día y vivirá el significado auténtico de su credo: ‘Afirmamos estas verdades evidentes, que todos los hombres son creados iguales’».
Los espectadores aplaudieron con fuerza y el mensaje caló. «Pasará mucho tiempo hasta que Washington olvide la voz melódica y melancólica del reverendo Martin Luther King Jr. gritando sus sueños a la multitud», decía el análisis de The New York Times al día siguiente.
Aun así, en la crónica principal del diario el nombre de Luther King no aparecía hasta el decimonoveno párrafo. «El discurso no se hizo tan famoso hasta después de su asesinato. Entonces se popularizó porque era optimista y ayudaba a superar la tristeza.
Él mismo había adoptado antes de su muerte un tono más duro», explica a ELMUNDO.es William Jones, autor de ‘The March on Washington’, publicado en 2013, cuando se cumplió el 50 aniversario. «Nos gusta recordar a Luther King de la manera más feliz», dice también a este diario David Garrow, historiador y biógrafo del reverendo activista. Antes de su asesinato, Luther King repitió que su sueño se había convertido «en una pesadilla».
Esa tarde del 28 de agosto de 1963, la voz de Luther King, vibró por toda la Unión Americana.
“No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes acaban de salir de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde su búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen su trabajo con la fe de que el sufrimiento sin recompensa asegura la redención. Vuelvan a Mississippi, vuelvan a Alabama, regresen a Georgia, a Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las ciudades norteñas, con la sabiduría de que, de alguna forma, esta situación puede ser y será cambiada. No nos deleitemos en el valle de la desesperación. Les digo a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño arraigado profundamente en el sueño americano.
Yo tengo un sueño de que un día esta nación se elevará y vivirá el verdadero significado de su credo: ‘Creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales’.
Yo tengo el sueño de que un día en las coloradas colinas de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la hermandad.
Yo tengo el sueño de que un día incluso el estado de Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia y la opresión, será transformado en un oasis de libertad y justicia.
Yo tengo el sueño de que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel sino por el contenido de su carácter. ¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día, allá en Alabama, con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean con las palabras de la interposición y la anulación; un día allí mismo en Alabama, pequeños niños negros y pequeñas niñas negras serán capaces de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas blancas como hermanos y hermanas. ¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo tengo el sueño de que un día cada valle será exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán enderezados, y que la gloria del Señor será revelada y toda la carne la verá al unísono. Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir en la montaña de la desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día en que todos los niños de Dios serán capaces de cantar con un nuevo significado: ‘Mi país, dulce tierra de libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis padres murieron, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera, dejen resonar la libertad’. Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación, esto debe convertirse en realidad. Entonces dejen resonar la libertad desde las prodigiosas cumbres de Nueva Hampshire. Dejen resonar la libertad desde las grandes montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los Alleghenies de Pennsylvania. Dejen resonar la libertad desde los picos nevados de Colorado. Dejen resonar la libertad desde los curvados picos de California. Dejen resonar la libertad desde las montañas de piedra de Georgia. ¡Dejen resonar la libertad de la montaña Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad desde cada colina y cada montaña de Mississippi, desde cada ladera, dejen resonar la libertad! Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada de ese día en que todos los hijos de Dios, hombres negros y hombres blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de un viejo espiritual negro: ‘¡Por fin somos libres! ¡Por fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos libres!’».
AM.MX/fm
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