Horizonte de los eventos.
La espuriamente llamada Ley Bonilla, ha centrado los reflectores en el Ing. Bonilla, por ser el centro de imputación beneficiario de la reforma de la XXII Legislatura de Baja California, que aumentó de dos a cinco años el período de gobierno… etcétera.
Entre gran calamidad de suposiciones y responsabilidades, se afirmó también que era un laboratorio para evaluar el ánimo poblacional respecto de una eventual reforma para legalizar la reelección inmediata del Presidente de la República.
Será el sereno: el principal instigador contra la reforma de Baja California, fue Porfirio Muñoz Lerdo, rápido e inescrutable como el destino, a la yogular exigió la desaparición de poderes.
Pues menos tarde que pronto, el propio Porfirio, aceptó la invitación de Mario Delgado, para repetir en la Presidencia de la Mesa Directiva de la H. Cámara de Diputados -con alegría versallezca, diría yo- aceptó.
Lo cierto es que ello implicó: uno, violar la Ley Orgánica del Congreso, dos, asumir el cargo, reeleccionista, contra la ley y por los mismos términos, que los argumentados por él mismo, contra la reforma de Baja California, y sobretodo, reformar una ley para aplicarla en el período inmediato, menos del término establecido en la Constitución, que al igual aplica para Baja California, que para el Segundo Año, de esa Primer Legislatura, ambas insostenibles o no, pero iguales, jurídicamente, actualizan legal vigencia de la reforma.
Por si los de la 4T no fueran suficientemente descarados, Martí Batres, intentó de la misma forma, reelegirse en el Senado, en contra de los mismos preceptos, con el apoyo de la Padierna… Hay línea.
Lo cual no importaría, si no fuera que el país tiene asuntos más relevantes pendientes.
¿De veras el de Macuspana quiere reelegirse? ¿averiguar si es invulnerable? Digo yo: si es tan bueno, que se la juegue, porque entonces, yo lo apoyo.
Pero si no, que se abra, porque en México, la alternativa, es “palmar”.
La no reelección, es el Principio por el que los revolucionarios pudimos -y, podemos- jugarnos la vida. No obstante, ya nada es imponderable.
¿Históricamente, vale la pena el albur? Ya lo decidirá el preciso.
Lo cierto: el Sr. Presidente tiene claro el destino patrio que prevé y de ahí no cederá.
Argumentar, tal como razonar, no es pensar.
Lo único cierto es que el interés superior de la Nación, es evitar más, lastimar al sufrido y sabio pueblo: ¿o qué?