Francisco Gómez Maza
• Al tiempo habrá que crear un ambiente de certidumbre
• El reto es: de un PIB de 2% sí se puede uno de 4%
La mayoría de los observadores y analistas, expertos en ciencias económicas, han planteado ya sus puntos de vista en torno al paquete económico 2020 – ley de ingresos, presupuesto de egresos (gastos) y criterios generales de política económica.
Quien esto escribe está de acuerdo con aquellos economistas que aseguran que la política económica del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador es conservadora, muy conservadora en lo económico, aunque se le va la mano en los programas que distribuyen riqueza que al final sólo sirve para incrementar el consumo, pero desgraciadamente no de productos de primera necesidad – es neoliberal -. No puede ir de acuerdo con la ideología nacionalista del actual gobierno porque las condiciones económico financieras de la aldea global no se lo permiten.
La recesión económica está tocando a las puertas de la economía mexicana y depende más de las broncas internacionales, como la guerra económica que Donald Trump le ha declarado al mundo, que de las políticas heterodoxas aplicadas por el gobierno de la Cuarta Transformación. Pero algunas políticas fundamentales sí contribuyen, si conspiran en contra de la estabilidad, el crecimiento económico y el abatimiento del desempleo justamente remunerado.
El secretario Arturo Herrera Gutiérrez no tiene mucho margen. No puede decirle al presidente que los programas sociales basados en regalar el dinero son negativos para la economía. Es una inversión que, si acaso, sólo produce votos electorales, pero no contribuye en lo más mínimo a la sanidad de la economía nacional. Mejor crear pequeñas empresas inclusive familiares o individuales, que esas si producen para que esos micro empresarios subsistan y además contribuyan a los gastos que tiene que realizar el gobierno en beneficio de los pueblos y comunidades más desprotegidos.
Para que se remonten los porcentajes de crecimiento del producto interno bruto que lindan en la parálisis económica es necesario crear un clima de certidumbre a fin de que quienes detentan el capital inviertan y se creen empleos y los inversores del exterior tengan incentivos para voltear los ojos hacia México e inviertan.
De otra suerte, como lo asientan los pronósticos de la Secretaria de Hacienda, si bien nos va, la economía estará creciente unas décimas arriba del 2 por ciento, idéntico crecimiento experimentado por la economía nacional en los últimos 30 años en promedio. Y es que no hemos crecido a los niveles de los años del desarrollo estabilizador, cuando Antonio Ortiz Mena, a quien se puede acusar de miserable acumulador de riqueza, pero que fue un elemento fundamental en el crecimiento de la economía nacional que no supieron aprovechar los subsecuentes gobiernos nacionalistas, concretamente los de Luid Echeverria y José López Portillo. Claro, la corrupción empezó su reinado en esos años de la política económica nacionalista, cuando los dólares, miles de millones, deberían de haberse administrado con inteligencia y no dilapidado en francachelas personales y políticas.
Los gobiernos de la extrema derecha -Fox Quesada, Del Sagrado Corazón Hinojosa y Enrique Peña Nieto – terminaron la obra de dilapidación del erario nacional.
El hándicap que aletarga el crecimiento económico actualmente se le debe a esos personajes, que en vez de sentar bases de inversiones públicas y privadas para garantizar la creación de empleos y una economía en camino hacia la plenitud, se tragaron los recursos, los mandaron a los paraísos fiscales o se lo gastaron en pasta de dientes, rollos de papel sanitario, jabones de tocador, toallitas femeninas, entre otras millonarias bisuterías. Eso como para taparle el ojo al macho ante otras impresentables fechorías.
Ahora, el gobierno se enfrenta a la cruda realidad de una economía que en cualquier momento puede ser tragada por la crisis de la recesión, que ya habíamos pronosticado en los primeros años del sexenio pasado, cuando empezamos a ver que las inversiones no iban a la economía, sino que, en un recodo del camino principal, tomaban un atajo para irse a quién sabe dónde.
Ahora estamos pagando los platos rotos, las copas vacías del champagne de lujo que se bebieron los ultraconservadores, los vestidos de marca que se compraron en Europa o en Nueva York las esposas, las concubinas y las escorts de los políticos del reinado de los tlatoanis conservadores, que para taparle el ojo al macho aceptaron las recetas del Fondo Monetario Internacional, sin saber que son impuestas por las grandes potencias económicas para exasionar con mayor facilidad a las economías periféricas.
Tendremos que ajustarnos de nuevo a ese neoliberalismo incapaz de lograr que la economía crezca y se redistribuyan sus beneficios entre el capital y el trabajo, no olvidando que para que la economía nacional crezca se requieren muchas y abultadas inversiones. Y para que la política social – creación de microempresas, principalmente -, salud,, seguridad popular, etc. – se requiere que el Fisco no se tiente el alma para acabar con la evasión y elusión fiscales, porque sólo en la medida que aumente la captación de dinero, el gobierno podrá cumplir sus obligaciones. Si el presidente López Obrador quiere que la economía crezca al 4 por ciento anual tendrá que propiciar inversiones de por lo menos 300 mil millones de dólares por año. Así de claro.
Mientras tanto tendremos que taparnos hasta donde dé la sábana. Y el presupuesto presentado por Arturo Herrera Gutiérrez puede producir buenos resultados, si no se desvía en su aplicación. La economía requiere de muchas inversiones, de pequeñas inversiones, como la que se necesita para crear una pequeña empresa, que son las pequeñas empresas las que crean más empleos.
Ah, y nunca ha dicho López Obrador que tiene la intensión de cambiar de modelo hacia una economía planificada centralmente. Por lo tanto deberá tratar de evitar confrontaciones con todo los sectores, especialmente con el sector empresarial que, en una economía capitalista, es el que le da sentido a la acumulación. Hay esperanzas, que es lo último que desaparecen la vida de los seres humanos. Es posible remontar las recesión de las grandes potencias y la debilidad de la economía estadounidense.